Desde hace algo más de un año, una simple partícula viral se convirtió en pandemia, poniendo en jaque la normalidad del capitalismo imperialista mundial. En el mundo ya van más de 140 millones de infectados y más de 3 millones de muertos; en Colombia suman más de 2.7 millones los infectados y más de 68 mil los muertos. El contagio y la muerte se esparcen por el mundo agravando la crisis económica y social, haciendo aún más insoportable la pesadilla del agónico modo de producción capitalista.
Hasta hoy, los imperialistas, las clases dominantes, sus gobernantes e instituciones, para engañar a los pueblos se han dedicado a registrar los contagiados y muertos, anunciar medidas inservibles, parlotear sobre las “nuevas variantes”… escondiendo su ignorancia y su incapacidad para combatir eficazmente una partícula que se les ha convertido en una bestia infernal, demostrando que la ciencia en manos del capital privado no sirve a la sociedad y que la burguesía es incapaz de seguir dirigiéndola.
No son exageraciones de comunistas. Hoy, el “tercer pico” de la pandemia (en España hablan de la “cuarta ola”) comprueba que todos los esfuerzos de las instituciones del imperialismo, sus estados y gobernantes, han sido inútiles para controlar la propagación del coronavirus, demostrando negligencia e incapacidad, pues el sistema no está diseñado para defender la salud pública ni para prevenir o combatir enfermedades ni plagas, sino para acumular capital. Una evidencia de que la propiedad privada se opone violentamente al bienestar de la sociedad y por ello debe ser abolida.
El sistema de salud en manos de los capitalistas privados, por su naturaleza no puede mantener infraestructura ni trabajadores que no sean rentables, siendo esta la causa principal de que no exista personal suficiente, ni instalaciones y que los centros hospitalarios y unidades de cuidados intensivos colapsen frecuentemente. Los reconocimientos públicos de los gobernantes hacia el personal de la salud, hipócritamente ocultan que han sido sacrificados por el capital privado y los gobiernos, a quienes tampoco su salud importa. En todos los países se cuentan por miles los trabajadores del sistema sanitario infectados y muertos; en Colombia van más de 100 los fallecidos por covid-19 y en algunos hospitales, como el San Marcos en Chinchiná Caldas, les adeudan varios meses de salario.
Ni siquiera las tan esperadas vacunas, cuyo éxito fue publicitado en todos los medios, han impedido la propagación, ni evitado el contagio, reafirmando la crisis de la ciencia en manos del capital privado, pero sí han dejado en claro el colosal negocio de los grandes monopolios farmacéuticos quienes ya han obtenido ganancias netas de 260 billones de pesos y calculan para este año otros 516 billones adicionales.
Es un escándalo que los cinco mayores laboratorios productores de la vacuna contra el covid-19 acaparen este año un monto de ganancias superior al llamado Presupuesto General de la Nación en Colombia, calculado en 313.9 billones de pesos. Tales cifras solo ponen de manifiesto el festín que ha significado para las compañías imperialistas la pandemia. Los grandes monopolios imperialistas se han convertido en un estorbo para el desarrollo de la sociedad y deben ser expropiados.
Más aún, la producción de las vacunas por los monopolios imperialistas muestran otra cara de la nauseabunda sociedad actual que los comunistas han denunciado desde el principio: vacunas para los ricos y muerte para los pobres. Miles de millones de vacunas para los países imperialistas donde están asentados los monopolios y apenas unos cuantos millones para los países oprimidos. Mientras países como Canadá con algo más de 37.5 millones de habitantes compró 375 millones de dosis, suficientes para inmunizar 5 veces su población, en Colombia apenas el régimen inepto dice haber comprado 61.5 millones de dosis para inmunizar el 70% de la población, según sus cifras mentirosas. Mientras Canadá ha vacunado cerca de 8.5 millones de personas, Colombia apenas supera los 2 millones. Una división irracional del mundo entre un puñado de países imperialistas que esclavizan a los países oprimidos y unas clases dominantes indolentes que les importa un carajo la salud del pueblo.
Las ganancias de los monopolios de las vacunas, son además un insulto en medio de la ruina de los pequeños propietarios estrangulados por el capital y quebrados por la competencia; una ofensa ante la miseria de los miles de millones de trabajadores molidos en la producción; una afrenta descarada frente a los millones de trabajadores despedidos y a los millones de migrantes arrojados al infortunio.
Ahí no para la tragedia para los trabajadores y pueblos del mundo, pues escudándose en la pandemia, los mismos gobernantes ineptos y corruptos, no hicieron nada o muy poco para prevenir y mucho menos para resolver la crisis sanitaria, sí la utilizaron para imponer medidas reaccionarias en distintos ámbitos de la vida social como las reformas laborales, reformas fiscales, autorización de despidos masivos, etc., ya previstas antes de la pandemia y orientadas por las instituciones del imperialismo para paliar la crisis económica, descargando todo su peso sobre la clase obrera y la pequeña burguesía, como por ejemplo la Agenda Empresarial 2018-2022 en Colombia, imponiendo medidas inútiles desde el punto de vista sanitario, pero sí eficientes desde el punto de vista político y militar para disuadir a las masas de enfrentar la terrible crisis social con nuevos y más poderosos levantamientos, como los ocurridos durante el 2019 alrededor del mundo. Tal ha sido la función principal de las cuarentenas, confinamientos y toques de queda que hoy, con el pretexto del “tercer pico” se imponen en todo el mundo en el intento desesperado de los imperialistas y las clases dominantes de contener el estallido de lo que sus mismas instituciones llaman “bomba social”.
Toda esta caótica situación es una demostración palpable de que la propiedad privada sobre los medios de producción y las relaciones basadas en la explotación asalariada se convierten en la peor desgracia para la humanidad; pero también muestran el camino para su solución definitiva: la sociedad debe expropiar a los expropiadores y prohibir toda forma de explotación de unos hombres por otros.
La terrible crisis sanitaria y social que azota al mundo y que obliga a los proletarios y demás trabajadores a rebelarse contra los gobernantes en todos los países, no es obra de la conspiración de los comunistas, ni obedece al trabajo de “agitadores profesionales” como alegan los reaccionarios, sino que es la manifestación de la rebelión de las fuerzas productivas contra las relaciones sociales que les impiden avanzar. Las fuerzas creadas por el trabajo social mundial exigen expropiar a los expropiadores para entregarlas a la sociedad que las produce. La pandemia no ha hecho más que hacer patente la necesidad de la Revolución Proletaria Mundial que le abra paso a la construcción del socialismo y el comunismo.
Ante una situación así, resultan inofensivos, ridículos y quiméricos los remiendos de los curanderos reformistas que proponen “humanizar” el horror y darle un nuevo respiro al sistema moribundo. Los proletarios y demás trabajadores no tienen otra alternativa que deshacerse de las ilusiones sembradas por los politiqueros y prepararse para tomar en sus manos las riendas de la sociedad. Los muertos de la pandemia anuncian el funeral del reino del capital y los trabajadores deben prepararse para darle sepultura.
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Abril 21 de 2021