Los propietarios de las minas, petróleos, industrias, tierras, bancos, transportes, comercios, negocios del narcotráfico y contrabando… en fin, los dueños del país, imperialistas y nacionales, por estos días, todos agitan frenéticos la bandera de la paz social.
También lo hacen sus lugartenientes jefes lame-suelas en los partidos políticos que se dicen de «izquierda», en las centrales sindicales que alegan representar a los trabajadores, y en las organizaciones sociales que fingen defender a las desamparadas víctimas de la guerra.
Así, los encarnizados enemigos del pueblo colombiano —burgueses, terratenientes e imperialistas—, con el apoyo de los falsos amigos del pueblo —reformistas, oportunistas y vende-obreros—, ensordecen hoy a la sociedad con su estridente llamado a la paz social, para que los trabajadores depongan todo odio y ánimo de lucha contra sus enemigos y esperen pacientes a que con la paz social venga la solución a sus males y sufrimientos.
Esta paz social es un gran embuste justificado y difundido por las cotorras pagadas de los medios de comunicación, por los doctos serviles académicos, por los corruptores espirituales de todas las iglesias. Es una flor artificial puesta en el pantano capitalista donde no puede germinar la paz entre los hombres, por ser un sistema basado en la división de clases donde unas viven de explotar a otras, y con la tiranía de su dictadura disfrazada de democracia garantizan la permanencia de su régimen explotador, de su régimen de desigualdad social.
Esa desigualdad social del capitalismo, en vez de disminuir o detenerse, crece aceleradamente porque la explotación asalariada hace que los ricos sean cada vez menos y más ricos, y los pobres sean más numerosos y más pobres. Por eso el capitalismo no puede durar eternamente, y el mejor indicativo de su debacle y descomposición, es la actual crisis económica, indomable y sin signos de recuperación, cuyos costos los patronos y gobernantes trasladan a los trabajadores en forma de despidos masivos, de más largas y duras jornadas de trabajo, de rebaja del salario real, de reforma tributaria con alivios para los dueños del capital y más impuestos para los trabajadores…
La crisis económica y sus terribles consecuencias para el pueblo, muestra que la paz social es una gran mentira y un imposible bajo el capitalismo. La crisis económica al ampliar y profundizar la brecha entre ricos y pobres, vierte más combustible al fuego de la lucha de clases, de la cual no escapa la llamada clase media o pequeña burguesía que también sufre las consecuencias, que también es asfixiada por los impuestos y expropiada por el capital financiero de los bancos. Por eso, su actividad ahora no debe ser hacerle eco al embuste de la paz social, sino luchar hombro a hombro con los obreros y campesinos.
La crisis económica desgarra el ropaje de la paz social, dejando ver que es un engaño de los capitalistas para desarmar la mente y los brazos de sus esclavos asalariados. El peso de la crisis económica sobre las espaldas del pueblo, con sus latigazos de hambre y miseria, enseña a los trabajadores a no creer en las bondades de la paz social, a comprobar que en vez de igualdad crecen las diferencias entre las clases, diferencias que los obligan a resistir y luchar contra sus enemigos explotadores.
La contradicción entre explotados y explotadores ¡es irreconciliable! ¡No se puede resolver por las buenas! La aguda lucha de clases en la sociedad colombiana es una verdad que ocultan, niegan y pretenden disimular los pregoneros de la paz social, pero no pueden evitar que sea el terreno más apropiado para sembrar las semillas de la conciencia revolucionaria y socialista, por ser la condición material donde jamás florecerá la paz social, sino la revolución único camino para destruir y sepultar al capitalismo con sus crisis económicas y desigualdades sociales.
Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)