Dos acontecimientos se destacan en estos momentos en la sociedad colombiana: de un lado, las elecciones del 27 de octubre cuya campaña transcurre en medio de una escalada terrorista de amenazas, atentados y asesinato de candidatos y luchadores populares; del otro, la convocatoria a un Paro Nacional el 21 de noviembre en respuesta a las medidas antiobreras y antipopulares del gobierno.
Son dos episodios que se entrecruzan y tienen como centro, la pretensión de la facción mafiosa y paramilitar, aliada a los gamonales y clanes ligados a los grandes monopolios por imponer su dominio en las regiones y para la cual han recurrido a la violación de las propias reglas de juego establecidas en la lánguida democracia burguesa; pretensión que tiene a su vez su correspondencia en imponer las reformas regresivas que de imponerse, acabarán con las conquistas adquiridas en décadas del lucha del movimiento obrero, aumentarán las cargas tributarias sobre el pueblo, así como legalizarán la destrucción de la naturaleza, todo ello en beneficio de los grandes capitalistas y monopolios nacionales y extranjeros.
Ante la farsa electoral, persiste el cretinismo de los jefes de los partidos reformistas de la pequeña burguesía y el oportunismo, empeñados en salvar al Estado de los explotadores de la putrefacción en que se encuentra y en poner paños de agua tibia a los grandes problemas de la sociedad. El de esos jefes es un empeño ridículo que no se corresponde con el desprecio del pueblo por el circo electoral y la politiquería, manifiestos en su abstención mayoritaria, como tampoco se corresponde con el sentir de las masas cuya creciente rebeldía desborda en los combates diarios contra sus odiados enemigos. Las aspiraciones de esos jefes son también ilusorias porque tampoco tienen en cuenta el carácter del régimen mafioso y paramilitar impuesto por el partido en el poder y sus aliados, ni se compadece con la cuota de sangre regada tras la bagatela de “ser gobierno”, utilizando la máquina de dominación de los explotadores. Es ese un camino equivocado, costoso en sangre e inservible para pueblo.
A esas pretensiones ilusas de los reformadores se contrapone la rebeldía creciente de las masas, los paros de los transportadores, maestros y estudiantes, las asonadas frecuentes por los malos y caros servicios públicos, la furia de las comunidades indígenas y campesinas sometidas al terror de las bandas criminales y la bota militar, el aumento del odio de clase entre la masa obrera que ya no aguanta más humillaciones, la movilización beligerante contra los proyectos que destruirán la naturaleza… Colombia está hecho un polvorín a punto de un gran estallido social entre las clases dominantes aliadas del imperialismo y el pueblo. Una confrontación política contra el Estado como representante de los explotadores, una Huelga Política de Masas por el conjunto de las reivindicaciones generales inmediatas del pueblo trabajador.
Y frente a toda esta presión social, frente a la exigencia permanente del Paro Nacional Indefinido para enfrentar la ofensiva criminal de los enemigos del pueblo, los jefes de las centrales sindicales CUT, CTC y CPC convocaron el Encuentro Nacional de Emergencia el 4 de octubre, en el que participaron distintas organizaciones políticas y sociales, y de donde salió la convocatoria a realizar un Paro Nacional el 21 de noviembre.
Sin embargo, la historia de traiciones de los jefes de las centrales, su pertinaz insistencia en la conciliación de clases, su oposición a la huelga y a los métodos revolucionarios de lucha, su apoyo a los “candidatos alternativos”, hacen dudar de su deseo sincero de empujar la lucha y ponen en entredicho su voluntad de contribuir a preparar y organizar el Paro; por consiguiente, es necesario que los comunistas y revolucionarios, los dirigentes y activistas que de verdad representan los intereses de las masas, no solo les tomen la palabra, sino que se propongan hacer realidad el Paro Nacional Indefinido. Por encima de las diferencias ideológicas y políticas se impone la necesidad de la unidad de los auténticos representantes de las aspiraciones populares para acometer las tareas que demanda la situación y el clamor de las masas.
La experiencia reciente del pueblo ecuatoriano demuestra que sí es posible frenar la voracidad de los explotadores pero se necesita de la actividad consciente y decidida de los revolucionarios para unir desde abajo a las masas, para organizar desde abajo el Paro, para decidir desde abajo las tareas y su magnitud. Se pone al orden del día la generalización de los Comités de Paro y de Huelga, las Asambleas y Encuentros de masas donde se determinen unitariamente las banderas de lucha y las tareas del Paro.
Las condiciones impuestas por las clases dominantes y el imperialismo y el ascenso del movimiento de las masas, exigen de los comunistas y revolucionarios desechar las ilusiones en la farsa electoral; la vía de la democracia mutilada de los capitalistas, ahora ejercida cruda y brutalmente como dictadura por la facción mafiosa y paramilitar, para marchar al frente de las masas en la preparación y organización consciente del estallido social que se avecina, a fin de que éste contribuya a preparar las fuerzas populares, no solo para el ejercicio directo de la democracia desde abajo, sino para la destrucción de las vetustas instituciones de la máquina de dominación de sus enemigos y la instauración de las nuevas relaciones sociales que acaben con la explotación y los privilegios de las clases parásitas.
Este es a la vez el mejor terreno para acercar a las masas al Programa Socialista y para destacar y atraer a los mejores hijos del pueblo a la construcción del Partido Comunista Revolucionario, instrumento imprescindible para garantizar el triunfo de la revolución que viene caminando y mantener el rumbo de la revolución hacia la instauración del comunismo en toda la tierra.
Revolución Obrera
Octubre 18 de 2019