El Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Santos y los jefes de las Farc, ha obligado a los representantes políticos de las diferentes clases sociales a tomar posición: de franco e incondicional apoyo, de oposición y rechazo por desacuerdos menores, y de denuncia por ser una farsa para engañar a los oprimidos y continuar la guerra contra el pueblo.
La clase obrera, la más importante de la sociedad por ser la clase más joven y revolucionaria —y la más numerosa en este país— no puede ser ajena a esta cuestión que afecta directamente la lucha por sus intereses inmediatos y por sus objetivos estratégicos.
Si bien es cierto que la clase obrera en Colombia todavía no ha podido reconstruir su Partido político propio e independiente con respecto a las demás clases, sí existen organizaciones comunistas que se declaran representantes y defensoras de sus intereses de clase y luchan por organizar ese Partido.
La Unión Obrera Comunista (mlm) como parte de esas organizaciones, en calidad de representante político del proletariado, ha tomado posición firme y clara frente al Acuerdo de Paz en La Habana y ha trazado una orientación revolucionaria para elevar la conciencia, organizar y dirigir la lucha de los trabajadores frente a la cuestión de la guerra y la paz en Colombia.
Desde 1998, año de la fundación de la Unión Obrera Comunista (mlm), a través de su voz pública el periódico Revolución Obrera, ha denunciado incansablemente que desde 1980 la guerra en Colombia ha sido una guerra reaccionaria y contra el pueblo, una guerra cuya causa económica, más que la tierra misma, es la lucha por su renta extraordinaria, tanto la proveniente de la explotación capitalista de las riquezas naturales minero-energéticas, como de la explotación capitalista de los cultivos de coca y amapola, de su transformación en sicotrópicos y su comercialización nacional e internacional. Una guerra reaccionaria que ha despojado más de 10 millones de hectáreas1
1 Según datos de la III Encuesta de la Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado, se reconoce que en el periodo comprendido entre 1980 y julio de 2010 se produjo la expoliación de por lo menos 6,6 millones de hectáreas, sin contar las tierras colectivas de los resguardos expoliadas a los pueblos indígenas y las de las comunidades afrocolombianas. Ver [http://viva.org.co/pdfs/III_enc_poblacion_desplazada_18_10_10.pdf]
y ha desplazado a no menos de 7 millones de pobres del campo, desplazamiento continuado incluso después de que el Gobierno de Santos promulgara la Ley 1448 de 2011 conocida con el flamante y mentiroso nombre de «Ley de Víctimas y Restitución de Tierras»2
2 Según datos tomados de la Unidad de Victimas y de Codhes en el año 2012, reportan respectivamente 192.029 y 280.241 desplazados en el 2012, en el año 2013 indican que fueron 185.214 y 219.398 los desplazados. (Datos tomados del Informe El desplazamiento en Colombia continúa y avanza hacia la legalización del despojo, elaborado por la Comisión de Investigación de la UOC (mlm) – junio 2015).
El despojo y el desplazamiento alcanzaron su máxima expresión durante los 8 años del régimen de Uribe Vélez, protector abierto y jefe del paramilitarismo y del terrorismo de Estado, representante directo en la guerra de los intereses del imperialismo y de las facciones mafiosas de la burguesía y los terratenientes.
Vino luego el Gobierno de Santos, que por ser expresión de un cambio en la correlación de fuerzas al interior de las clases dominantes sin el predominio de la mafia, no le dio continuidad estricta al régimen de Uribe, pero sí al gobierno de la dictadura de clase de la burguesía, los terratenientes y el imperialismo; un gobierno corrupto, anti-obrero y anti-popular que en vez de tomar la forma de un gobierno típicamente democrático burgués, se constituyó en un acuerdo gobernante de los distintos sectores reaccionarios de las clases dominantes incluidos los mafiosos, de alianza con las guerrillas y sectores reformistas de la pequeña burguesía.
Así como el régimen de Uribe consolidó el despojo y desplazamiento de la guerra reaccionaria, el Gobierno de Santos ha sido el encargado de legalizarlo, para lo cual ha desplegado dos banderas principales: la política de tierras y la paz con las guerrillas.
En cuanto a la política de tierras, tras los adornos jurídicos de «restitución» y «reparación a las víctimas», el fondo económico de la política de tierras del Gobierno de Santos es el impulso al desarrollo del capitalismo en el agro por la vía reaccionaria de legalizar el despojo a los pobres del campo y fomentar la agricultura empresarial. Después de 6 años, los hechos indican que bajo el Gobierno de Santos no hay ni habrá restitución de las tierras a los desplazados, ni reparación a las víctimas de esta larga guerra reaccionaria por la renta extraordinaria de la tierra, esto es, por la ganancia extraordinaria procedente de la explotación del trabajo asalariado en la minería, en la extracción del petróleo y en las plantaciones capitalistas de coca, amapola, palma aceitera… En este aspecto de la política de tierras hay acuerdo total entre las distintas facciones o sectores de las clases dominantes; sus disensiones, discusiones y ataques por más agresivos que aparezcan no pasan de ser algarabía politiquera y leguleya para disimular su unánime acuerdo reaccionario de legalizar el despojo a los campesinos y apuntalar la agricultura empresarial.
En cuanto a la paz con las guerrillas, el Acuerdo en La Habana es posible gracias al programa de las Farc que ya no es el programa rebelde de sus huestes campesinas víctimas de La Violencia a mediados del siglo pasado, sino un programa de preservación del Estado burgués reaccionario bajo el barniz del «Estado Social de Derecho»; no es un programa para suprimir la explotación asalariada y abolir la propiedad privada, sino para protegerlas e incentivarlas adornándolas con la falsedad de la «justicia social» y la «democratización del capital»; no es un programa para expropiar el capital de las empresas monopolistas del imperialismo, ni desconocer sus tratados semi-coloniales, sino para «renegociar» los contratos y la deuda externa. Y frente a la cuestión agraria, el programa de la Farc no se propone resolver el principal problema del campo en Colombia cual es la explotación capitalista de la agricultura, sino todo lo contrario: aceptar la inversión de capital nacional y extranjero para impulsar el desarrollo agropecuario empresarial. Por tanto, desde el punto de vista programático, existe completa identidad entre los jefes de las Farc y los jefes de la burguesía en el propósito de legalizar el despojo a los pobres del campo; tal es la verdadera esencia del Acuerdo de Paz en La Habana, donde tampoco hay ni habrá restitución de tierras a los desplazados, ni reparación a las víctimas de la guerra reaccionaria, ni ningún «desarrollo agrario integral» para los campesinos, ni mucho menos bienestar y libertad para los guerrilleros de base. Las «Zonas de Reserva Campesina» y las «Zonas de Interés de Desarrollo Rural Económico y Social» (Zidres), no son más que artimañas para ilusionar a los campesinos, porque en realidad son formas disfrazadas de favorecer la explotación empresarial de la agricultura, garantizando mano de obra asalariada concentrada y disponible para la explotación capitalista en las nuevas fábricas y plantaciones de la agricultura empresarial. En esto también existe acuerdo general entre todos los burgueses y terratenientes; la divergencia con la facción uribista consiste en las contraprestaciones económicas, políticas y judiciales que el Gobierno de Santos ofrece a los jefes de las Farc, inaceptables para esa facción mafiosa de las clases dominantes expropiadora y beneficiaria directa de la expoliación cuyo botín ha sido también legalizado bajo la forma de «compradores de buena fe» en la Ley de Santos; sin embargo, la divergencia se ha convertido en la principal fustigadora actual de las contradicciones inter-burguesas.
Frente a la lucha guerrillera de las Farc como forma de lucha para llevar a cabo su programa, coherente con el contenido de éste, se convirtió en parte de la guerra reaccionaria por la renta extraordinaria de la tierra; no es contra los ricos sino por la riqueza; no ha sido una guerra popular para liberar al pueblo sino para esclavizarlo, despojarlo y desplazarlo. Las Farc pasaron de ser una guerrilla campesina a ser una guerrilla defensora de los intereses de la capa superior de la pequeña burguesía a finales del siglo pasado, y desde entonces se transformó en un grupo armado representante de un nuevo sector de la burguesía de los sicotrópicos. No es una organización revolucionaria; es una organización reformista burguesa que ahora decide tomar el camino parlamentario para realizar su programa burgués.
El Acuerdo de Paz en La Habana solo representa el abandono de la lucha armada por parte de los jefes guerrilleros, pero no el fin de la guerra contra el pueblo, puesto que la disputa económica por la renta extraordinaria en las tierras despojadas, sigue siendo la base del enfrentamiento político entre las facciones de las clases dominantes, no solo en el marco de sus instituciones estatales sino principalmente a través de las fuerzas armadas estatales y paraestatales —llámense autodefensas, bandas criminales, clanes, grupos anti-restitución o simplemente escuadrones armados de los capos burgueses y terratenientes que ejercen poder en grandes territorios despojados— escuadrones de los cuales tampoco se pueden excluir los remanentes mercenarios de las guerrillas que continuarán en el rentable negocio de esta guerra contra el Acuerdo de sus jefes. Después del Acuerdo de Paz no habrá paz para el pueblo; continuará la guerra bajo la forma del post-conflicto. De ahí que para la paz que anhela el pueblo, dicho Acuerdo es una farsa y una gran trampa para los trabajadores del campo y la ciudad.
Una gran trampa porque las mentiras de los explotadores enemigos directos del pueblo colombiano, han sido asentidas, respaldadas y reforzadas por los jefes políticos reformistas y oportunistas de los partidos y de las centrales sindicales. Son ellos quienes principalmente se han dedicado a hacer el trabajo que necesitan los opresores y explotadores a quienes el pueblo ya no les cree, de presentar el Acuerdo de Paz en La Habana como el paso a una «nueva época de paz social» en Colombia, aprovechándose del sentimiento general del pueblo contra esta guerra reaccionaria que lo ha victimizado. Son ellos quienes comprometen —como por ejemplo lo hicieron en el Primer Foro Financiero por la Paz— a organizaciones políticas, sociales y del movimiento sindical, no solo en el apoyo al Acuerdo de Paz en La Habana, sino en el execrable espectáculo de promover «abrazos fraternos» de los trabajadores con sus irreconciliables enemigos, pregonando el embuste burgués de la conciliación entre las clases antagónicas, entre los explotados y los explotadores, entre los oprimidos y los opresores, en contravía con la realidad de la lucha de clases —ley objetiva del desarrollo de las sociedades divididas en clases— cuya dirección histórica inevitable es hacia la derrota total de la burguesía y la instauración de la Dictadura del Proletariado, condición indispensable para el avance socialista hacia la abolición de la propiedad privada y la supresión de toda forma de explotación del hombre por el hombre, esto es, hacia la sociedad sin clases, sin partidos, sin Estado: la Sociedad Comunista; la única en la que por fin podrá existir la paz social.
El frente común entre la burguesía y los jefes políticos reformistas y oportunistas de los partidos, de las guerrillas y de las centrales sindicales, por la influencia de éstos jefes en las organizaciones políticas, sindicales y populares, y por el apoyo económico y político que les brinda el Estado, es hoy el principal peligro para el progreso de las huelgas políticas del pueblo colombiano, para la reorganización independiente de sus filas especialmente en el Movimiento Sindical, para la construcción del Partido de la clase obrera y por ende, para el avance de todo el movimiento revolucionario en la dirección de la insurrección y de la Revolución Socialista en Colombia.
La burguesía, los terratenientes y el imperialismo han sido hábiles al mantener su dictadura de clase bajo el Gobierno de Santos, con una apariencia anti-uribista pues esta facción ha agrupado las expresiones más reaccionarias y cavernarias en oposición al Gobierno, y con una apariencia reformista pues los jefes políticos reformistas y oportunistas de los partidos, de las guerrillas y de las centrales sindicales, de conjunto con apenas algunas voces disonantes, han sellado un compromiso con el Gobierno de Santos bajo la forma de rechazar la lucha armada y apoyar su política de paz. El Acuerdo de Paz en La Habana y su veneno de «paz social» es un triunfo del imperialismo porque le sirve para disuadir la lucha revolucionaria anti-imperialista del pueblo colombiano, y en especial les sirve a los imperialistas estadounidenses a quienes cualquier conflicto armado en su patio trasero semicolonial aún sin tener el carácter de una guerra nacional antiimperialista, les ocupa a su lacaya soldadesca que debe estar disponible como reserva para sus guerras de rapiña inter-imperialistas; así mismo es un triunfo de las clases dominantes en Colombia porque les deja las manos más libres para fortalecer su dictadura de clase sobre los trabajadores —como bien lo indican los hechos durante todo este período de diálogos en La Habana— y para organizar los planes reaccionarios de convertir los tiempos que siguen de post-conflicto, en un período de consolidación del despojo a sangre y fuego, de mayores beneficios para el capital imperialista y nacional profundizando la superexplotación de las masas trabajadores del campo y la ciudad y la destrucción de la naturaleza, de prohibición de la lucha revolucionaria de las masas, criminalizando aún más sus protestas, aumentando aún más la persecución, encarcelamiento, desaparición y exterminio de sus dirigentes, de los activistas de DDHH, de los defensores de la naturaleza, de los dirigentes sindicales y de los revolucionarios, cuyas actividades son clasificadas en los códigos policiales como «terroristas» y «contra la paz social».
Pero contrario a los planes de los reaccionarios y contra la voluntad de todos los opresores y explotadores, de todos sus acólitos y lugartenientes, la lucha de clases lejos de desaparecer, se seguirá fortaleciendo extraordinariamente porque no depende de la voluntad de las clases sino de la extrema desigualdad entre ellas, en cuya base está el mecanismo que mueve todo el sistema capitalista: unas clases producen y cada vez son más pobres, otras se apropian lo producido y cada vez son más ricas, profunda contradicción objetiva económica entre las clases, cada día más aguda y antagónica por la intensa superexplotación, por el calado anti-obrero y antipopular de las leyes y planes de desarrollo de los gobernantes, por la corrupción de todas las instituciones del Estado sirvientes políticos del poder económico de los capitalistas, por la política general del Gobierno de Santos al servicio de los explotadores, de la cual su plan de paz con las guerrillas, no ha resuelto ni resolverá ninguno de los problemas vitales de los desplazados y de las víctimas de la guerra, ni mucho menos de los demás trabajadores del campo y la ciudad.
La crisis de la economía colombiana como parte de la crisis económica del capitalismo mundial, dejó en cueros el demagógico plan de gobierno «Prosperidad para todos», pues este es un Gobierno representante de las clases dominantes y ejecutor de las políticas mundiales semicoloniales de sus socios imperialistas, para cargar la crisis sobre la sociedad, principalmente sobre la clase obrera; políticas caracterizadas por la rebaja general del salario bajo la forma de la tercerización del trabajo, exportación del capital financiero en condiciones más leoninas para los países oprimidos, exenciones tributarias a las empresas monopólicas imperialistas, vía libre a los TLC y a la minería imperialista arrasadora de la naturaleza3
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3 De las 114 millones de hectáreas de extensión del país, tan solo 5 millones de ellas están destinadas a la agricultura (el 4,5% del territorio nacional) mientras que se han destinado 43,5 millones de hectáreas (¡38,57% del territorio nacional!) a actividades de las grandes industrias extractivas. (Datos tomados del Informe El desplazamiento en Colombia continúa y avanza hacia la legalización del despojo, elaborado por la Comisión de Investigación de la UOC (mlm) – junio 2015).
privatización de las grandes empresas Estales y de bienes nacionales como son las vías, páramos, ríos y costas, expansión de la agricultura empresarial… todo para mitigar la crisis económica golpeando a las masas trabajadoras del campo y la ciudad, con lo cual, contra la «paz social» se fortalece la lucha entre las clases sociales, el descontento y la rebelión del pueblo. Como poderoso mentís al pregón de la «paz social» no cesa la persistente masiva movilización callejera de los proletarios, pequeños y medianos propietarios en campos y ciudades, con manifestaciones, tomas, mítines, bloqueos, huelgas políticas y económicas, con movilizaciones de estudiantes, de ecologistas y pobladores en zonas de páramos y mineras, de usuarios de la salud y el transporte…
En contravía a los planes de los reaccionarios, la política de paz del Gobierno ha causado una profunda división con la facción uribista de las clases dominantes, agudizando extraordinariamente las normales contradicciones inter-burguesas, lo cual se convierte en una reserva indirecta para las luchas del pueblo, porque la división de los opresores debilita el ejercicio del poder de las clases dominantes, favoreciendo al desarrollo y avance de la lucha revolucionaria de los oprimidos.
Así mismo, la política de paz del Gobierno de Santos que le ha permitido a la burguesía ganar el abierto apoyo y compromiso de los jefes políticos reformistas y oportunistas de los partidos, de las guerrillas y de las centrales sindicales, y por tanto, afianzar el control sobre ellos cual instrumentos para contener y maniatar la lucha del movimiento de masas, a la vez ha incentivado expresiones de rebelión revolucionaria entre la intelectualidad, en el seno de los sindicatos, en las bases de los viejos partidos reformistas y oportunistas, y muy seguramente también entre los combatientes rasos de las guerrillas, con lo cual el movimiento revolucionario comienza nuevamente a ganar fuerzas en la pequeña burguesía aporreada por la crisis económica y desilusionada de sus anhelos reformadores del Estado burgués y de su sistema de explotación asalariada.
Si bien la prosternación de los jefes de las Farc ante el Estado de dictadura de los explotadores, facilita el engaño reaccionario de la paz de los ricos y les sirve para aprestigiar su hipócrita democracia burguesa, también es cierto que contra su voluntad, tal sometimiento contribuye al trabajo de los revolucionarios y comunistas, porque los reformistas armados dejan de estorbar en el movimiento revolucionario: ya no podrán seguir convirtiendo en carne de cañón de una guerra injusta y reaccionaria a innumerables hijos de obreros y campesinos huérfanos de una dirección revolucionaria y de un Partido proletario; no continuarán engañando, distrayendo e ilusionando a gente honesta de la pequeña burguesía (campesinos e intelectuales) y a sectores de la clase obrera que vacilan frente al programa revolucionario, confundidos por esa forma de lucha armada inofensiva, envilecida y contraria a la verdadera lucha armada que las masas deben librar para derrocar a sus opresores y expropiar a sus explotadores. Así mismo, el compromiso de los jefes de las Farc con los enemigos del pueblo, sirve para que las masas trabajadoras de sus zonas de influencia, asuman sus problemas directamente y por mano propia, desplieguen su iniciativa creadora sin la coerción de gente que se dice «amiga del pueblo» pero que resultó ser tan déspota y despojadora como los más rancios y acérrimos enemigos de los trabajadores.
Por su parte, el apoyo de los jefes oportunistas de los partidos politiqueros a la paz de Santos, ha servido de estímulo para contrarrestar su tendencia a la disgregación, pero no su desprestigio multiplicado por ese abierto compromiso con los enemigos del pueblo, develando muy claramente el verdadero papel del oportunismo de ser el lugarteniente de la burguesía en el movimiento de masas en general y en el movimiento obrero en particular. Pero además, el apoyo abierto o velado al plan de paz del Gobierno, descubre mejor la profunda identidad de los partidos oportunistas colombianos con la raíz ideológica del revisionismo internacional: renegar de la violencia como partera de la historia, renegar de la lucha armada como medio para hacer la revolución, declararse en defensa de la transición pacífica, lo cual por su puesto, satisface no solo a la burguesía, los terratenientes y el imperialismo, sino también a la franja demócrata burguesa y socialdemócrata donde se enmarcan muchos intelectuales blandengues que se arrepintieron de haber sido revolucionarios para convertirse en simples politólogos críticos de los desmanes de la burguesía y de las lacras del capitalismo.
Hoy es necesario unir y tensar fuerzas contra la peligrosa trampa de la paz que los enemigos y los falsos amigos han preparado para engatusar al pueblo, comprometiéndolo con la «paz social» de un Gobierno de apariencia anti-uribista por la furibunda oposición de la facción uribista de las clases dominantes que el pueblo aprendió a odiar y combatir en los 8 años de su régimen; y a las vez de apariencia reformista por el apoyo de los jefes políticos reformistas y oportunistas de los partidos, de las guerrillas y de las centrales sindicales, con poder e influencia en la dirección de las organizaciones de masas, tal como se demostró en la experiencia de las movilizaciones convocadas para el 24 de enero, desconocidas y condenadas por esos jefes quienes al verse sorprendidos y aislados por el pueblo en las calles repudiándolos y manifestando la necesidad de preparar un paro nacional, de inmediato revivieron la momia del «Comando Nacional Unitario», de la noche a la mañana hicieron un «Encuentro Nacional de Organizaciones Sociales y Políticas», crearon una «Coordinadora Nacional» y en menos de un mes convocaron al «paro nacional» del 17 de marzo, en realidad una jornada para distraer y desmontar la idea de un verdadero paro nacional con el pretexto de entregar un «pliego nacional» al Gobierno. Estos dos factores, la oposición uribista y el apoyo reformista, son la carnada para seducir al pueblo a dar apoyo a la paz de Santos, la paz de los ricos, la guerra contra el pueblo.
ORIENTACIÓN REVOLUCIONARIA FRENTE A LA GUERA Y LA PAZ
TENIENDO EN CUENTA QUE:
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Son condiciones objetivas extraordinariamente favorables para el trabajo revolucionario:
- La economía colombiana inmersa en la profunda crisis económica del capitalismo mundial, solo ofrece a los trabajadores más cierres de empresas, más despidos, más rebaja de salarios, más superexplotación de su trabajo, todo lo cual oxigena la hoguera de las contradicciones sociales, de la lucha entre las clases, que en la práctica choca contra el discurso pacifista de la burguesía y sus secuaces reformistas y oportunistas.
- Se mantiene y crece el ánimo y disposición de lucha de las masas en la forma de huelgas políticas que tienden a unir amplios sectores del pueblo en lucha directa contra el Estado bajo la forma de un Paro Nacional Indefinido. Esta tendencia es objetivamente revolucionaria porque en los hechos se opone a la línea pacifista de desmovilizar al pueblo para dejar sus problemas en manos del Acuerdo en La Habana y de los intermediarios politiqueros.
- El contubernio con la burguesía de los jefes políticos reformistas y oportunistas, reafirma su conducta servil en el Estado de los explotadores, asumiendo descaradamente el papel de Ministros en el Gobierno reaccionario de Santos, antes con Luis Eduardo Garzón y ahora con Clara López.
- Se hace más evidente la crisis del sindicalismo burgués —de la dirección del Movimiento Sindical cuyos jefes se han comprometido de patas y manos con la política burguesa de la “paz social”.
- Las contradicciones inter-burguesas atizadas por las componendas santistas con los jefes guerrilleros, debilitan al Gobierno y al poder general de las clases dominantes para enfrentar la movilización revolucionaria de las masas populares.
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Frente a la cuestión de la Guerra y la Paz en Colombia, la Unión Obrera Comunista (mlm) ha trazado una correcta orientación revolucionaria.
- De denuncia al carácter reaccionario de esta guerra por la renta capitalista extraordinaria de la tierra y contra el pueblo.
- De denuncia al fondo de la política de tierras del Gobierno y del Acuerdo en La Habana, cual es la legalización del despojo a los pobres del campo y el impulso al desarrollo del capitalismo en la agricultura por la vía reaccionaria.
- De desenmascaramiento a la farsa en La Habana de un acuerdo entre despojadores que no suprime las causas de la guerra reaccionaria, y sin embargo es presentado como el “logro de la paz” para el pueblo y una “avanzada” en busca de la “paz social”, objetivos imposibles mientras subsista la división de la sociedad en clases donde unas se enriquecen a costa de la explotación del trabajo ajeno.
- De apoyo a la lucha directa y masiva del pueblo colombiano, trabajando por unir y generalizar sus Huelgas Políticas de Masas, como parte de la reorganización de la fuerza principal de la revolución, la alianza obrero campesina, llamada a resolver por medio de la violencia revolucionaria de las masas —por medio de una verdadera guerra popular— los problemas en los cuales el capitalismo imperialista ha sumido a toda la sociedad.
- De lucha por conquistar la independencia de clase del proletariado, cuya máxima expresión es constituirse él mismo en Partido político aparte y distinto a los partidos de las demás clases, tarea central de los comunistas revolucionarios cuya responsabilidad hoy es avanzar en la preparación del Congreso para reconstruir ese Partido.
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La orientación revolucionaria gana aceptación entre el elemento avanzado de las masas y en el elemento consciente revolucionario, pero todavía no ha calado en el conjunto del movimiento de masas.
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El Gobierno de Santos y los jefes de las Farc han anunciado Acuerdo en sus diálogos en La Habana y la rúbrica próxima del mismo, que será sometido a un Plebiscito aprobado por el Congreso.
RESUELVE:
REAFIRMAR LA CORRECTA LÍNEA DE ORIENTACIÓN TÁCTICA DE LA UNIÓN OBRERA COMUNISTA (MLM) FRENTE A LA GUERRA Y LA PAZ CON LOS SIGUIENTES AJUSTES Y COMPLEMENTOS
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Trabajo tesonero por llevar esta orientación a la práctica.
- Denunciar sin descanso y explicar a los trabajadores, el compromiso pacifista reaccionario y servil de los jefes reformistas y oportunistas de los partidos y de las centrales sindicales con los antagónicos enemigos del pueblo.
- Llamar a los revolucionarios y guerrilleros de base que guardaron esperanzas en la guerra de las Farc, a buscar la verdad en los hechos del sometimiento de sus jefes al Estado de dictadura de clase de los explotadores, para convencerse de que su guerra hizo parte de la guerra contra el pueblo y no era una guerra popular revolucionaria; que el camino no es la claudicación ante el Estado opresor, sino la vinculación a las luchas del pueblo y de los revolucionarios por una verdadera emancipación.
- Llamar a todos los oprimidos y explotados a proseguir firmes en su camino de lucha directa de masas, aprovechando las contradicciones inter-burguesas que debilitan el poder de los enemigos. La fuerza del movimiento de masas es el mejor muro de contención contra la arremetida reaccionaria en el post-conflicto.
- Llamar a todos los revolucionarios y comunistas a continuar redoblando esfuerzos en la vinculación a las masas, principalmente a las del proletariado, para movilizarlas contra la paz de los ricos. La vinculación a lo profundo de las masas es la mejor seguridad contra la política perseguidora del post-conflicto, y la mejor forma de mantener la dirección del golpe principal de la táctica revolucionaria en este período: aislar la influencia oportunista en la dirección del movimiento de masas.
- Estrechar lazos con las masas del campo, para elevar su conciencia sobre la verdad de la guerra y la paz en Colombia, con especial atención en la agitación y propaganda destinadas a los campesinos e indígenas que frecuentemente se movilizan y bloquean importantes vías del país, así como a las masas de las zonas guerrilleras y en especial a los guerrilleros de base.
- Llamar a los comunistas marxistas leninistas maoístas a unir fuerzas en la lucha por la construcción del Partido político del proletariado, instrumento principal e indispensable para avanzar en la preparación de una verdadera guerra popular donde sea el armamento general del pueblo el que ponga fin a la dictadura de los capitalistas y a su sistema de explotación asalariada, causantes de los sufrimientos de las masas.
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Compromiso e invitación a otros revolucionarios y comunistas a la tarea de desarmar la peligrosa trampa de la paz de los ricos.
- Redoblar esfuerzos en la elevación de la conciencia de las masas. A través de la agitación y la propaganda por todos los medios, explicando la cuestión de la Guerra y la Paz en Colombia y apelando especialmente a la agitación política viva frente a todos los hechos de guerra contra el pueblo.
- Combatir la podrida teoría revisionista de la transición pacífica. Retomando en el terreno teórico la defensa de los principios del Marxismo Leninismo Maoísmo sobre la violencia revolucionaria, la política como la expresión concentrada de la economía y la guerra como la política con derramamiento de sangre.
- Insistir, persistir y nunca desistir de tomar la iniciativa en el movimiento de masas. Manteniendo la organización independiente de los activistas, llevando la delantera en las propuestas de acciones, volantes y consignas revolucionarias.
- Alianza y Unidad con quienes estén contra el engaño de la «paz social». Alianza con las expresiones revolucionarias de la pequeña burguesía, con más habilidad e iniciativa para hacer acuerdos y atraer nuevos sectores. Unidad con las expresiones revolucionarias en el movimiento sindical, tomando como rasero para distinguirlas el rechazo al compromiso abierto pacifista del sindicalismo burgués con los enemigos. Unidad con otros comunistas y revolucionarios para contrarrestar, neutralizar y derrotar la influencia pacifista al interior del movimiento de masas.
- Campaña Política contra el Plebiscito de la paz, convocando a los trabajadores a ¡No Votar¡ en esta nueva farsa electoral y a movilizarse contra la falsa paz de los ricos.
VII Reunión Plenaria – Comité de Dirección X Asamblea
Unión Obrera Comunista (mlm)
Colombia, julio 2016
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