Ya se consumó la farsa de la llamada negociación del salario mínimo para el año 2025. No terminaron en acuerdo las reuniones de la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales, que año a año reúne a representantes de la burguesía, del gobierno como administrador temporal de los negocios comunes de la burguesía y de los jefes de las centrales sindicales tradicionales. Es decir, se reúnen en esa Comisión a un puñado de burócratas acomodados que no viven del salario mínimo para charlar sobre cuál será la nueva cifra con la que tienen que sobrevivir millones de familias obreras en Colombia, montando una burda treta para hacerles creer a los asalariados que se pueden conciliar los intereses entre explotados y explotadores. Finalmente, este año el presidente Gustavo Petro decretó en 9,5 el incremento porcentual, quedando el nuevo salario mínimo y el auxilio de transporte en $1.423.500 y $200.000, respectivamente.
El “aumento” celebrado por las barras presidenciales y los jefes de las centrales sindicales y por más de un obrero incauto como un gran avance, es ilusorio. Entre el 12% propuesto por los jefes de las centrales, el 7,5% ofrecido por los capitalistas y el 9,5% decretado por el gobierno no hay mucha diferencia, para considerarlo un avance significativo o para justificar el gran alboroto armado por los explotadores y sus loros de los medios frente al precio de los gastos básicos de una familia obrera.
Además, si a ese 9,5% (123.500 pesos) se le resta el 5,2% correspondiente a la inflación del año 2024 según las estimaciones del DANE, deja un porcentaje neto del 4,3%, que refleja un incremento real de $55.900 mensuales o lo que es lo mismo, de $1.864 diarios. Por tanto no hay ninguna razón para que los proletarios del campo y la ciudad, que dependen del salario mínimo mensual, celebren un «incremento» diario que no alcanza ni para pagar un pasaje de transporte masivo, que en las principales ciudades sobrepasará los $3.000 en 2025.
En realidad, la tendencia general de las clases dominantes y su podrido Estado es a rebajar el salario real de los proletarios; es decir a privarlos de los medios que necesitan las familias proletarias para sobrevivir. Léase bien, ¡sobrevivir!, porque con ese salario mínimo, es imposible que las familias que le producen la riqueza a los burgueses y terratenientes accedan a vivienda digna, servicios, comida de calidad, salud, educación, recreación, cultura, viajes… entre otros rubros imprescindibles para reponer la fuerza de trabajo. Por eso en Colombia la condición de la clase obrera es de superexplotación, no solamente de explotación.
¿Por qué el «Gobierno del Cambio» no decretó un salario mínimo mensual que realmente satisfaga las necesidades básicas del pueblo estableciéndolo en $3.500.000 que es el costo de vida promedio para una familia obrera en Colombia? Sencilla y llanamente porque el gobierno reformista no tiene el poder económico, político y militar, sino que apenas es el administrador temporal de los negocios comunes de la burguesía, los terratenientes y los imperialistas.
Los reformistas lo saben porque el mismo Petro lo ha dicho. Por eso es una patada en la cara de los proletarios que funcionarios burócratas del Gobierno -como la «comunista» ministra del Trabajo Gloria Inés Ramírez- celebren esta miserable cifra de aumento nominal del salario mínimo que no alcanza ni para pagar el almuerzo o popular «corrientazo» en un restaurante común y corriente.
Entonces, ¿cuál debe ser el camino que debe tomar la clase de los proletarios en Colombia para cambiar su situación material? Pues la lucha por un Alza General de los Salarios que además de ser una reivindicación económica, es una lucha política contra las clases dominantes hoy en la sociedad colombiana: los comerciantes, industriales, banqueros, mafiosos y terratenientes.
Es una lucha política contra el viejo Estado de los capitalistas que por medio de leyes antiobreras y antipopulares y la violenta represión de las fuerzas armadas y de policía, contienen y aplastan la justa resistencia de los supervivientes del salario mínimo. Un Alza General de los Salarios es una lucha por disminuir la cuota general de ganancia de los capitalistas con que engordan sus bolsillos a costa de la superexplotación económica de los esclavos asalariados.
Entre mayor sea el salario de los proletarios, menores serán las ganancias de los capitalistas; y entre menor sea ese salario, mayor será la ganancia de los capitalistas. Esta es la esencia de la lucha de la clase obrera por conquistar mejores salarios, es una lucha entre clases sociales antagónicas por hacer que de la jornada laboral se destine más tiempo para pagar el salario o se destine mayor tiempo para acrecentar la cuota de ganancia del capitalista. Es una lucha que no puede resolverse en la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales y la farsa de negociación del salario mínimo, sino con la lucha en las calles y el paro general del pueblo trabajador contra los ricos holgazanes y su Estado.
La lucha por un Alza General de Salarios lejos de ser una lucha «economicista» que acomode o “aburguese” a la clase obrera, como dicen algunos revolucionarios, es parte y sirve para que los proletarios y el pueblo en general libren en mejores condiciones la lucha política por derribar el poder de los explotadores y establecer un Nuevo Estado de Obreros y Campesinos.
En medio de la lucha por un Alza General de Salarios, los comunistas revolucionarios tienen las condiciones propicias no solo para restaurar el Partido que necesita la clase obrera, sino además para elevar la conciencia de los proletarios frente a la necesidad de abolir la explotación asalariada destruyendo de raíz la podrida sociedad capitalista para construir sobre sus ruinas el socialismo en Colombia, como parte de la lucha general del proletariado mundial, cuyo triunfo es la única salvación que tiene el planeta Tierra para sobrevivir a la hecatombe a la que es conducido por los capitalistas-imperialistas a nivel mundial.