La democracia como una forma de organizar el poder político en la sociedad, ha existido desde cuando surgió la propiedad privada y con ella, la necesidad del Estado, máquina de fuerza para ejercer el poder de una clase sobre las demás, e instrumento para garantizar la explotación de la mayoría en beneficio de una minoría propietaria dominante. Desde el surgimiento de la democracia, vulgarmente se le ha considerado el poder del conjunto de la sociedad en contraposición al poder dictatorial de los individuos. Sin embargo, la democracia siempre ha representado el poder solamente formal de la mayoría, de los de abajo, del pueblo, mientras el poder real lo han ejercido las minorías, los explotadores. La democracia en el antiguo Estado esclavista fue privilegio de los propietarios de esclavos, y dictadura contra esos esclavos. Lademocracia en el Estado feudal fue solo para los nobles y aristócratas de la realeza propietarios de la tierra, y dictadura contra los siervos y campesinos. La democracia en el actual Estado capitalista, es un beneficio real solo para los dueños del capital, y dictadura contra los trabajadores y el pueblo en general. Que todo Estado y toda democracia tienen carácter de clase, sirven a una clase o clases para dominar a otras, es una ley del desarrollo social.
No obstante, la burguesía imperialista aclama la democracia del Estado capitalista, como la máxima conquista del poder y libertad para el pueblo. Hace pocos días, Biden al mando de la burguesía imperialista de Estados Unidos, convocó la Cumbre por la Democracia en la cual participaron los gobernantes imperialistas que en nombre de la democracia apoyan la dictadura sionista de Israel en su guerra de agresión y ocupación de los territorios del pueblo palestino; invaden, bombardean, saquean y respaldan regímenes dictatoriales en países como Irak, Siria y Afganistán; apadrinan el régimen dictatorial de Arabia Saudita en su guerra de exterminio contra el pueblo de Yemen. Cumbre por la Democracia a la cual asisten como invitados de honor gobernantes que con ropaje democrático encabezan regímenes dictatoriales sanguinarios como el de Narendra Modi en la India, Rodrigo Duterte en Filipinas y Jair Bolsonaro en Brasil. Cumbre por la Democracia desde donde los imperialistas de Occidente fustigan como autocráticos a los imperialistas de Oriente, quienes igualmente ejercen una férrea dictadura de clase sobre los pueblos de China y la Federación Rusa.
Y qué decir de las clases dominantes en los países oprimidos, que como fieles lacayas de los gendarmes imperialistas, glorifican sus regímenes oprobiosos como inigualables ejemplos dedemocracia. Tal es el caso patético del régimen de la mafia y el paramilitarismo en Colombia, donde el títere presidente afirma que “es y siempre será un demócrata”, el mismo que al frente del gobierno, en nombre de la democracia mutiló, acribilló y desapareció a cientos de jóvenes luchadores víctimas de la respuesta militar de guerra contra los levantamientos sociales y toda protesta de los trabajadores. El mismo régimen que en nombre de la democracia protege a las mafias de la coca, la marihuana y la minería, en su guerra contra el pueblo que en el lapso de 20 años llenó el país de fosas comunes y lo anegó en sangre de dirigentes populares.
El régimen uribista de la mafia y los paramilitares, junto con los odiados jefes políticos de todos los pelajes, expertos en el saqueo del tesoro público, idóneos para dictar leyes contra los trabajadores, hábiles en el descaro de presentar el nuevo y miserable salario mínimo de un millón de pesos como “un gran reconocimiento y solidaridad con los trabajadores”, todos ellos, hoy se proclaman defensores de la democracia y en su nombre, convocan al pueblo a “resolver los destinos del país en las elecciones”.
¡Gran mentira! ¡Gran farsa! ¡Gran engaño! No puede existir democracia real para el pueblo en una sociedad donde una minoría es dueña de la riqueza, donde unos pocos grupos monopolistas concentran el poder del capital con el cual dictan las decisiones del Gobierno, del Congreso y de las Cortes en beneficio de los capitalistas, suprimiendo, recortando, coartando los derechos del pueblo; poder del capital que maneja a su amaño las instituciones supuestamente controladoras y fiscalizadoras del gobierno, y aún más, manipula directamente las instituciones encargadas del proceso electoral; poder del capital al mando de las instituciones policiales, militares y paramilitares protectoras armadas de las propiedades, ganancias y privilegios de los ricos; poder del capital dueño de los grandes medios audiovisuales y escritos, que junto con el poder ideológico de las iglesias y cátedras universitarias, despliegan costosas campañas para defender, enaltecer y legitimar la dictadura de los explotadores, inculcando en la conciencia de los pobres la falsa y corrompida idea de desviar su fuerza social de las calles hacia las urnas, máxima expresión de su democracia.
He ahí la esencia de la democracia burguesa: reconocimiento puramente formal de los derechos y libertades para el pueblo, cuando en realidad son derechos y libertades inaccesibles para quien no posee capital. Prédica puramente formal de que el poder del pueblo puede expresarse en el Gobierno o en el Congreso a través de las elecciones, cuando en realidad sin importar quiénes ocupen cargos en esas instituciones, las masas trabajadoras y sus organizaciones están completamente separadas del poder real, siempre en manos de los dueños del capital.
La falsa democracia burguesa y su farsa electoral, para legitimarse necesitan el concurso de una oposición oficial, servicio dócilmente prestado hoy por los partidos reformistas del llamado “centro” o “centro–izquierda” o “izquierda”, donde politiqueros de oficio como Fajardo, Robledo, Petro… en sus discursos alardean de ser defensores y representantes directos del pueblo, pero en los hechos cumplen el repugnante papel de legitimar la dictadura de los capitalistas y ayudarles a enturbiar la conciencia de los trabajadores inculcando una creencia supersticiosa en la democracia burguesa.
Para regocijo de los trabajadores, sí es posible una verdadera democracia, que no se conquista en las elecciones controladas por los capitalistas, sino por medio de la revolución contra el capitalismo: la democracia proletaria, no realizable dentro de los límites del Estado burgués capitalista, sino a condición de destruir ese Estado al servicio de la explotación asalariada y construir un nuevo Estado para abolir todo tipo de explotación del hombre por el hombre.
La esencia de ese nuevo tipo de Estado, tiene tres características fundamentales: 1. la fuente del poder está en la iniciativa directa de las masas desde abajo; 2. sustitución de la policía y el ejército —instituciones apartadas de las masas y contrapuestas a ellas— por el armamento general del pueblo; 3. sustitución de la burocracia por funcionarios elegidos y removibles por las masas, y remunerados con salarios de obrero.
¡Ese nuevo tipo de Estado es la Dictadura del Proletariado! Su sistema de gobierno serán las Asambleas de obreros y campesinos pobres, un sistema que garantiza la democracia real para el pueblo y el disfrute real de derechos y libertades, pues serán las masas armadas quienes ejercerán directamente el poder político, serán ellas quienes habiendo derrotado el poder del capital y abolido la propiedad privada sobre los medios sociales de producción, se convertirán en las administradoras directas de las riquezas que producen con su trabajo.
En el nuevo Estado, la dictadura la ejercen los trabajadores contra los antiguos opresores y explotadores, contra la burguesía, los terratenientes y los imperialistas. Por vez primera en la historia de la sociedad, la mayoría ejerce la dominación violenta sobre la minoría, y en la medida en que la revolución en el nuevo Estado de Dictadura del Proletariado liquide la desigualdad de las clases (por su posición —de propietarios o proletarios— frente a los medios de producción socializando su propiedad) en esa medida irán desapareciendo las diferencias de clase, y cuando impere la igualdad entre los miembros de la sociedad, también desaparecerá la necesidad del Estado y de la democracia. Toda democracia es una dictadura de clase; la burguesa esdemocracia para los ricos y dictadura para los pobres; la proletaria será democracia para el pueblo y dictadura para los explotadores.
El nuevo Estado de Dictadura del Proletariado con verdadera democracia para el pueblo inevitablemente se instaurará en un futuro no lejano, porque hacia allá conduce inexorablemente la lucha de clases. Pero su construcción se inicia desde ahora, organizando y armando las fuerzas sociales que derrocarán la dictadura de los capitalistas. Generalizando, desarrollando y consolidando las nuevas formas de organización y de lucha directa de las masas, que como las Asambleas y Comités populares, Grupos de Choque, Guardias y Primeras Líneas, que emergieron de la iniciativa directa de las masas desde abajo, al calor de los paros, huelgas políticas, levantamientos y estallidos, que si bien temporales, son nuevas formas embrionarias del que será el nuevo Poder armado del pueblo, son el anuncio de que las agudas contradicciones sociales desembocarán en nuevos y poderosos levantamientos populares, donde la actuación dirigente de los comunistas será decisiva para hacer avanzar la revolución socialista en Colombia, para acercar el día del fin de la falsa democracia de los capitalistas y del comienzo de lademocracia real para el pueblo.
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)
Diciembre 23 de 2021