Manifiesto a la Convención Nacional Campesina

Compañeros y hermanos, hacía varios años que no se realizaba en Colombia un Congreso o Convención campesina a la que asistieran dirigentes de las distintas regiones del país. La guerra contra el pueblo, la persecución a las organizaciones y dirigentes, la criminalización de la protesta y el terrorismo de Estado han tratado infructuosamente de acallar la lucha centenaria de las comunidades campesinas, indígenas y afros que hoy se están reagrupando y algunas de cuyas delegaciones hacen presencia en este evento, al que saludamos fraternal, efusiva y combativamente.

Con los levantamientos de los años 2019, 2020 y especialmente del gran estallido social del 2021, cuyo empuje ocasionó el cambio de gobierno, la mafia y el paramilitarismo han sido relegados temporalmente de los puestos principales del aparato del poder del Estado; no han sido derrotados ni su poder ha desaparecido, pero sí se ha abierto un espacio para que puedan expresarse más libremente los anhelos del pueblo trabajador.

El nuevo gobierno, acogiendo algunas de las banderas del estallido social, ha anunciado una serie de medidas para mejorar las condiciones del pueblo y, particularmente, ha anunciado la disposición de ayudar a resolver los grandes e históricos problemas del campo, a la vez que ha llamado a las organizaciones campesinas a hacerse partícipes de la búsqueda y definición de las medidas para lograrlo.

El presidente Petro cree que a Colombia le falta capitalismo y quiere el apoyo del campesinado para desarrollarlo, siendo este uno de los propósitos de la presente Convención auspiciada por el Gobierno, en el intento de conciliar los intereses de quienes sí trabajan la tierra con los expropiadores, los grandes capitalistas explotadores del campo y destructores de la naturaleza.

De ahí que la Convención será escenario de importantes debates pues los problemas del campesinado colombiano tienen su causa en el capitalismo imperialista, donde las gigantescas reservas naturales y mineras están siendo destruidas por la codicia de los explotadores colombianos y los grandes monopolios y compañías imperialistas, que no traen bienestar para los trabajadores sino esclavitud, ruina y muerte para el pueblo.

Colombia es un país donde se pueden cultivar todos los productos necesarios para satisfacer las necesidades alimentarias de sus habitantes, pero a las grandes compañías y a los ricos solo les interesa la ganancia y por eso reemplazan los cultivos alimenticios por monocultivos para combustibles, coca, marihuana o amapola; donde otra parte de las tierras no son trabajadas porque algunos grandes propietarios o terratenientes lo impiden, como sucede con la ganadería extensiva, y los campesinos, que sí trabajan la tierra, son permanentemente desplazados por la violencia o arruinados y despojados por los bancos.

Igualmente, ya ha quedado claro que la firma del acuerdo de paz con los jefes de las Farc fue la legalización del despojo, al punto que la Ley 1448 se convirtió en una burla para los desplazados y víctimas de la guerra, que ahora el presidente pretende subsanar comprando a los principales despojadores y victimarios 3 millones de hectáreas por la bicoca de 60 billones de pesos, equivalente 3 reformas tributarias como la recién aprobada.

De la mano con ese negociado, el mismo gobierno que se presenta como defensor de los campesinos y los llama a apoyar su gestión, recurre, al igual que el régimen mafioso anterior, a estigmatizar la lucha de los recuperadores de las tierras usurpadas tildándolos de invasores y descargando sobre ellos el peso de las fuerzas represivas.

Esa actuación contradictoria del gobierno es una muestra de que no se puede servir a Dios y al Diablo al mismo tiempo; de que no se pueden conciliar los intereses de los ricos explotadores y despojadores con los intereses de los pobres del campo.

Por consiguiente, los hermanos campesinos e indígenas y demás comunidades rurales necesitan conservar la independencia de sus organizaciones con respecto al Estado y al Gobierno, y así sea conveniente respaldar algunas de las medidas que propone el presidente, deben hacer que ellas se ejecuten y lleven a la práctica con la movilización y la lucha, pues los enemigos se encargarán de torpedear y tratarán de impedir que se realicen, no solo obstaculizando su trámite desde el establo parlamentario, sino con la movilización en la calles e incluso con la manifestación armada de sus grupos paramilitares, como lo hicieron los ganaderos en el Magdalena.

Los hechos enseñan que no es posible conciliar con los enemigos del pueblo; la historia también enseña que las conquistas populares se han alcanzado con la unidad, la organización, la movilización y la lucha. Por eso, los verdaderos amigos de los pobres del campo, no son los politiqueros de los partidos de las clases dominantes (liberales, conservadores, de la U, verdes…) que siguen en los puestos del Gobierno, sino que son los pobres de la ciudad, los trabajadores, desempleados, subempleados… que soportan también la explotación y la opresión de la burguesía y los terratenientes, clases socias y lacayas de los imperialistas, principalmente del imperialismo yanqui.

De ahí que más allá de la discusión de los llamados “cuatro ejes temáticos de trabajo” de la Convención, el evento debe arrojar conclusiones claras respecto a las reivindicaciones campesinas y rurales, pues si bien se anuncia que lo allí discutido será “vinculante” a la política del Estado y al Plan de Desarrollo, la experiencia enseña que las palabras se las lleva el viento y las clases dominantes siempre violan los acuerdos; por eso la única forma de conquistar las reivindicaciones es fortaleciendo la unidad de los trabajadores del campo y forjando la alianza para la lucha común con los hermanos trabajadores de la ciudad.

¡Unidad para la lucha! Tal debe ser la conclusión más importante de este evento, por cuanto se avecinan tiempos de tormenta: la crisis económica, la crisis social, la crisis medioambiental, los preparativos de una nueva guerra mundial imperialista, siguen su curso y se harán sentir también en Colombia. Crisis que no pueden solucionarse con más capitalismo sino cambiando este sistema de raíz y estableciendo el socialismo.

En todos los países, obreros y campesinos se ven obligados a lanzarse a la lucha contra las clases explotadoras dominantes y necesitan de la unidad para vencer. No solamente para conquistar con la huelga, el bloqueo y el levantamiento las reivindicaciones inmediatas, sino para tomar en sus manos la dirección de la sociedad ante la incapacidad de los capitalistas de seguir manejando los destinos de la humanidad. Esa es la perspectiva de la lucha y hacia allí deben mirar los obreros y campesinos, quienes sostienen la sociedad con su trabajo.

Compañeros asistentes a esta Convención, los obreros revolucionarios organizados en la Unión Obrera Comunista (mlm), llaman a los hermanos del campo a conocer el Programa que les proponen para transformar la sociedad colombiana, donde se contemplan medidas tales como:

  • Expropiar y confiscar sin indemnización todo el capital financiero, industrial, agrario, comercial, de transporte y de comunicaciones, en manos de la burguesía, los terratenientes y todos los imperialistas asociados con estas clases.
  • Socializar los bancos, las empresas de servicios públicos, y todas las grandes empresas, primordialmente las monopolizadas, industriales, comerciales y agrícolas, convirtiendo éstas últimas en poderosas granjas estatales de agricultura socialista.
  • Nacionalización inmediata de toda la tierra, incluyendo los recursos naturales (petróleo, carbón, minas, bosques, aguas).
  • Expropiar y confiscar sin indemnización la tierra: de los terratenientes, de las instituciones religiosas, de las concesiones dadas al imperialismo, de la burguesía industrial y comercial en el campo; y si se oponen a la revolución, también la tierra de los campesinos ricos.
  • Expropiación y confiscación sin indemnización de todos los bienes inmuebles en manos de la burguesía, los terratenientes y los imperialistas.
  • Desconocer los derechos privados sobre recursos naturales y medio ambiente, tales como parques naturales, santuarios de flora y fauna, islas, cayos, islotes, lagunas, cuencas hidrográficas, ríos, quebradas, etc. Confiscarlos sin indemnización.
  • Abolir el derecho de herencia y establecer un impuesto progresivo sobre los ingresos y bienes de todos los propietarios explotadores a quienes se les deba expropiar gradualmente. • Dejar en estricto usufructo la tierra de los campesinos medios (pequeña burguesía agraria) y de los campesinos pobres (semiproletarios). En determinados casos, entrega en posesión de una parte de la tierra confiscada.
  • Eliminación de la deuda agraria de los campesinos pobres y medios. Supresión inmediata del sistema de hipotecas.
  • Promover las cooperativas de nuevo tipo y demás asociaciones que permitan avanzar en el cultivo colectivo de la tierra.
  • Prestar ayuda material inmediata a los aliados del proletariado en el campo, estimulando con el ejemplo y la ayuda socialista a los campesinos revolucionarios, para que puedan avanzar al trabajo colectivo de la tierra, y a la gran agricultura socialista.

Llevar a cabo tales medidas exige en primer lugar destruir el poder político de la burguesía, los terratenientes y los imperialistas. Destruir con la violencia revolucionaria de las masas, el Estado opresor y explotador, destruirlo con todo su ejército –militar y paramilitar–, con toda su policía, con todo su aparato gubernamental de politiqueros y funcionarios, con todos sus jueces y carceleros, con todos sus curas, brujos y pastores.

Una verdadera revolución que sustituya el viejo Estado por un nuevo Estado de obreros y campesinos cuya fuente de poder esté en la iniciativa directa de las masas desde abajo; en la sustitución de la policía y el ejército por el armamento general del pueblo; en la sustitución de la burocracia por funcionarios elegibles y removibles por las masas en cualquier momento, y remunerados con salarios de obrero. Un aparato de dominación sobre los explotadores, ejercida por el pueblo en armas, cuya base organizada la constituyan las milicias obreras y campesinas, y el ejército de obreros y campesinos.

¡Viva la Alianza Obrero-Campesina, Fuerza Principal de la Revolución Socialista!

Unión Obrera Comunista (mlm)
Colombia, 2 de diciembre 2022

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