Ese es el mandato del gobierno de Duque y los administradores locales al pueblo. ¡No salga! ¡Espere las ayudas! ¡El confinamiento es obligatorio! Pero la realidad es bien distinta, porque obligar al confinamiento a las masas desposeídas, sin comida y sustento, equivale a obligarlos al suicidio. El pueblo ya respondió con manifestaciones de todo tipo, exigiendo que sus necesidades sean realmente atendidas, recibiendo primero que todo garrote, gas y hasta bala.
Pero algunos dirán: “las ayudas sí han llegado”. Y sí, algunas se han entregado, pero veamos en qué condiciones se han hecho efectivas: las ayudas destinadas al pueblo, en nada se comparan con el rescate a los bancos, ni con las medidas para favorecer a grandes empresarios e industriales, por ejemplo el sin número de decretos y circulares (entre ellas la 0033) para favorecer las finanzas de los más pudientes en detrimento del salario, la estabilidad laboral y el trabajo como tal de las masas laboriosas. Por otro lado, de las pocas ayudas que recibe el pueblo, una gran mayoría llega en mal estado; mercados con fecha de vencimiento de 2015 como denunció la comunidad en el municipio de Salamina (Magdalena) o como sucede en Bogotá, que luego de largas filas y mucha aglomeración de personas, reciben un mercado de máximo $20.000, con tomates podridos, papas dañadas, por mencionar solo un par de ejemplos.
Así por encima, es evidente la corrupción por parte del Estado y sus instituciones, que sin ninguna vergüenza siguen haciendo de las suyas con las prometidas “ayudas” al pueblo. Y es que no importó el escándalo de los atunes a $19.000, sino que además empezaron a facturar mercados por el doble de su costo “Mientras en Villavicencio la gobernación, el municipio y la Unidad de Gestión de Riesgos pagaron de 114.000 a 130.000 pesos por mercado, en este municipio, a 28 kilómetros de la capital del Meta, cada mercado comprado tuvo un costo de225.000 pesos”. Y es que según la Contraloría, en “revisión de más de 8.100 contratos firmados por las alcaldías y gobernaciones por un monto que supera los 800.000 millones de pesos (US$206,7 millones) se detectaron sobrecostos por 80.000 millones de pesos (US$20,6 millones)”.
Eso es apenas la punta del iceberg, lo que en los medios de comunicación se cuenta; pero, ¡más sabe el diablo por viejo que por diablo! El pueblo sabe que empresarios, funcionarios y con ellos las instituciones estatales, están haciendo su agosto con la necesidad de las masas, y ¿qué hace el Estado capitalista al respecto? Prometer que hará seguimiento, prometer que habrá sanciones, prometer cárcel para los culpables… Mientras tanto, al pueblo solo le tocan las migajas caras y podridas, el hambre y el desespero por buscar cómo subsistir en medio de una realidad, donde los que se confinan con toda tranquilidad son los parásitos burgueses, que han vivido de la fuerza y salud de la mayoría y a través de su Estado representante les dicen “Quédese en Casa y espere las Ayudas”.
Ante esto y en pequeño, el pueblo se apoya a sí mismo, un ejemplo es el de los recicladores populares de Bogotá, que entregan mercados sin esperar nada a cambio, apelando a la solidaridad de sus hermanos de clase y a su disposición de servir a quien más lo necesite, pero la angustia es que ¡aún no es suficiente!
Bien distinto sería si tuviéramos un Estado socialista. Sin titubeos se organizaría la solidaridad, la producción y adquisición de los productos de primera necesidad, del acopio y reparto, sin ningún intermediario, porque en el socialismo garantizar el alimento y la atención en salud de todo el pueblo en medio de una pandemia, sería un asunto prioritario, no como estos parásitos capitalistas que solo piensan en cómo reactivar la economía, para salvarse del ahondamiento de su crisis y del inevitable estallido social que se avecina.
Es el socialismo la salida de este atolladero imperialista y, toca recorrer ese camino si se quiere realmente evitar la destrucción del hombre y la naturaleza, claro, debe hacerse resolviendo lo concreto con la lucha organizada y directa que, pese al confinamiento se mantiene en todo el mundo; resolviendo las necesidades actuales de alimentación y salud, de trabajo y subsistencia, difundiendo y ligando la Plataforma para enfrentar el Covid-19 para atender esta emergencia, con la movilización, organización y lucha de las masas y, todo esto sin perder de vista el horizonte que traza una sociedad distinta, donde las preocupaciones no sean el tener que vigilar a los corruptos, sino el cómo organizar la solidaridad y el socorro para los desposeídos de todo el mundo.