Cuando los monopolios del comercio, industria y bancos obtienen grandiosas ganancias por esta época de fin de año, a los proletarios del «rebusque» -la mayoría de vendedores ambulantes- se les trata como a delincuentes, siendo reprimidos salvajemente por la policía.
En los discursos del gobierno de Santos se habla de paz y prosperidad ¡pero para los ricos!, ya que para el pueblo trabajador se aplica una avalancha de medidas antiobreras y antipopulares, entre las que se destacan el cierre de hospitales públicos, aumento de las tarifas de los servicios públicos y sobre todo despidos masivos, los cuales suman más de 40.000 en los últimos meses solo en la rama del petróleo; de ahí que muchos desempleados más sean las víctimas de la guerra reaccionaria y se vean en la imperiosa necesidad de sobrevivir mediante las ventas ambulantes.
Y para que no quede duda que el Estado en Colombia representa y defiende a muerte los intereses económicos y políticos de la parasita clase capitalista socia del imperialismo, (sin importar el sector industrial, comercial o bancario), se puede apreciar que cuando una empresa tiene «perdidas», o está al borde de la quiebra, el Estado inyecta grandes capitales para sacarla del aprieto, que finalmente provienen del erario público; es decir, de los recursos extraídos del pueblo, ya no solo en forma de explotación asalariada, sino con toda la clase de impuestos (IVA, cuatro por mil, retención en la fuente, renta, etc.), recursos entregados a esas empresas prácticamente regalados.
Pero todo va contra el obrero o vendedor ambulante, pues en el primer caso a la empresa declarada «en pérdida o quiebra» y el Estado facilita el despido. En el segundo caso, al vendedor se le persigue, con el argumento que obstruye el espacio público, que afecta el comercio formal y etc., etc., ocultando que bajo este régimen no será posible resolver el problema del desempleo, pues los patrones, antes le sacan provecho a la tragedia de los millones de proletarios que permanente son enviados al ejercito industrial de reserva -los desempleados- sacando ventaja, usándolo como azote para aumentar la competencia entre los proletarios y rebajar los salarios.
Y para empeorar la tragedia de los vendedores, no solo son víctimas del Estado, sino también de mafias de comerciantes de la calle, que cobran un arriendo o «impuesto» para poder ocupar determinado pedazo de andén, calle o semáforo.
Su difícil situación, les exige confiar en sus hermanos de clase, en contar con el respaldo de los demás sectores en conflicto, por lo cual deben unir fuerzas, sin dejarse engañar por las falsas promesas de los gobernantes de turno, exigiendo el derecho al trabajo, el absoluto rechazo a la represión policial y encarcelamiento.
Por todo lo anterior, el llamado es a organizarse y luchar con independencia del Estado, la iglesia y los partidos políticos de los explotadores.