Miente, miente que algo queda, fue el contenido del pronunciamiento de Álvaro Uribe Vélez el pasado 3 de octubre, en respuesta inmediata al discurso que pronunció Petro durante el acto de perdón a las víctimas de los mal llamados “falsos positivos” o ejecuciones extrajudiciales. Mentiras, insinuaciones e hipocresía para terminar revictimizando las organizaciones de indígenas y campesinos, a la Guardia Indígena y la Guardias Campesinas, tachándolas incluso de “paramilitarismo socialista”, lo que inmediatamente las convierte en objetivo militar de diferentes grupos armados; igualmente, enlodó el estallido social al tacharlo falsamente como pagado por el narcotráfico de las guerrillas, además mintió al decir que Duque no disuadió la violencia, cuando los jóvenes asesinados a manos de la Policía Nacional y fuerzas paramilitares hablan por sí solos de la violencia sistemática del Estado contra la protesta social; y alertó también por la pérdida de la institucionalidad burguesa, a lo cual le temen, pues en el fondo saben como clase, que más temprano que tarde, su dictadura será reemplazada por la del proletariado en alianza con el campesinado.
Fue un discurso en el que comenzó agradeciendo a la ciudadanía su presencia en el Coliseo deportivo del barrio La Esperanza en Villavicencio (Meta). Continuó hablando de «los dolores que como colombianos todos tenemos» tratando de igualar a las víctimas de la delincuencia común con las de las ejecuciones extrajudiciales, e incluyéndose a sí mismo, diciendo prácticamente que no solamente las madres de los asesinados durante los “falsos positivos” sufren; siendo que estos crímenes son de naturaleza diferente, porque fue el Estado el que asesinó jóvenes inocentes engañados con trabajos falsos y en estado de indefensión los ajusticiaron para luego hacerlos pasar por guerrilleros, todo esto, ejecutado por medio de una institución que se dice proteger a “todo el pueblo”, cuando se sabe que protege los intereses de las clases dominantes y su podrido Estado. Así fue que la mafia infló las cifras de supuestas bajas en combate y justificó los resultados mentirosos de la “seguridad democrática”.
En realidad, Uribe Vélez durante su gobierno cumplió el papel de garante de los intereses, tanto de la facción mafiosa, como de la burguesía y los terratenientes; expropiando las pequeñas propiedades del campesino pobre, profundizando la privatización de la salud y la educación para el pueblo.
Respecto a los “falsos positivos” y muy al contrario de lo que, entre otras cosas, dijo este vil personaje no escatimaron en gastos del erario en prebendas para militares y policías de altos rangos involucrados en estos oprobiosos hechos, mientras que los uniformados que se negaron a ejecutar esa forma de terrorismo estatal fueron trasladados a zonas rojas, expulsados de las filas o castigados con calabozo o pérdida de permisos. Además, a los de mediano o bajo rango, la institución los abandonó a su suerte después de haberlos incentivado a cometer tan condenables crímenes de lesa humanidad.
Miente Uribe cuando dijo que no había incentivos para los militares que dieran de baja a subversivos, pues es conocida la Directiva No. 29 del 17 de noviembre de 2005 del Ministerio de Defensa Nacional «para el pago de recompensas por la captura o abatimiento en combate de cabecillas de las organizaciones armadas al margen de la ley, material de guerra, intendencia o comunicaciones…» lo que motivó, sumado a la presión de los altos mandos y los jefes ministeriales, a que decenas de uniformados asesinaran a jóvenes inocentes a cambio de un pago miserable o de un ¡pollo asado!
La facción mafiosa de la burguesía se ha tomado las mejores tierras de Colombia, sin importarles sembrar el terror y despojar violentamente y masacrar campesinos para apropiarse de sus tierras por todo el país, para la producción, distribución y exportación de psicotrópicos. En las grandes ciudades como Bogotá y en sus alrededores como el municipio de Soacha, la mafia sembró el terror.
Esta es una verdad de a puño que muy pronto el pueblo se cobrará, cuando por su propia experiencia aprenda que los poderosos no son los ricos, que éstos cada vez se desnudan más a sí mismos en todo su oprobio y que el pueblo es el único todopoderoso, no solo porque es la mayoría sufriéndole a una minoría susceptible de ser derrotada, sino porque para ello, el pueblo necesita de su organización, movilización y lucha, asunto de vital importancia incluso como presión al elemento consciente para avanzar en su propia unidad.
Por su parte, Petro no puede hacer mayor cosa porque las familias de las víctimas sean reparadas o que obtengan justicia y verdad, pues el Estado burgués-terrateniente es una maquinaria tan poderosa que ningún individuo o partido político dentro de la institucionalidad puede hacer temblar el poder político, económico y militar de las clases dominantes.
Es necesaria la unidad del pueblo y organizar las Asambleas Populares que definan la forma en que se van a preparar para el próximo estallido que, por medio de la lucha revolucionaria, obligue a los verdugos del pueblo a que confiesen la verdad y a que paguen por sus crímenes que son crímenes de Estado. Por todo esto, es necesario acelerar la construcción del Partido del proletariado que oriente la lucha por instaurar un Estado de Nuevo Tipo, un Estado Socialista que garantice por medio del armamento general del pueblo, que estos asesinatos selectivos serán cosa del pasado, cosa de la vieja y olvidada sociedad capitalista.