“De allí que no sólo sea necesario sino obligatorio penetrar en todas las organizaciones de las masas, teniendo en cuenta que los comunistas no inventan sino que asimilan y desarrollan las formas de lucha y organización que el propio pueblo se da”.
Francisco Garnica
En las luchas populares lo determinante es el pueblo
Durante las manifestaciones protagonizadas por el pueblo en el último período, que han tenido enfrentamientos de las masas con las fuerzas represivas del Estado, se pueden diferenciar varias actitudes que corresponden a diferentes posiciones ideológicas y políticas.
Por un lado, la acción de pequeños grupos, sobre todo de estudiantes, que resguardándose dentro de las manifestaciones, lanzan ataques sorpresivos contra las fuerzas policiales y en varias ocasiones atacan edificaciones del Estado o de grandes capitalistas, entre ellas el medio de transporte masivo de las principales ciudades. Su accionar obedece sobre todo a la idea de adjudicarle un poder especial a las acciones aisladas como forma de “generar conciencia” a partir de los “hechos”, confiando en que con sus actuaciones, serán acogidos por las masas y por el simple “ejemplo”, el pueblo tenderá a radicalizarse. Es la vieja idea del foquismo que le atribuye el papel principal en la lucha revolucionaria a un grupo reducido y especial de hombres, que en la medida en que actúen de manera revolucionaria, serán apoyados y seguidos por las masas.
Por otro, están quienes prefieren lo que se conoce como el trapicheo parlamentario. Son quienes dedican la mayoría de su trabajo político y de organización a concentrar fuerzas para las rutinarias pujas parlamentarias, y en tiempos de elecciones, a hacer todo tipo de acuerdos y artimañas para conquistar nuevos puestos burocráticos en el Estado. Los representantes políticos variopintos de esta posición, están muy atentos a los vaivenes de la lucha de masas, y cuando se presentan manifestaciones, se aprovechan de sus puestos en la burocracia para empujar la idea de la movilización pacífica y legal. Con sus discursos logran, en no pocas ocasiones, imponer desfiles lastimeros y cargados de clamores por la paz, por la reconciliación, por rogarle a los asesinos respeto por la vida y los derechos humanos; son de la idea que ante las acciones asesinas del Estado, no hay más que pedir y “poner la otra mejilla”. En la práctica, son los bomberos que apagan la llama de la lucha revolucionaria del pueblo condenando la justa violencia de las masas.
Sin embargo, en medio del ascenso de la lucha de masas, que tuvo en Colombia su pico más alto a finales del año pasado (siguiendo el ejemplo de lo ocurrido en Ecuador, Brasil, Haití, Francia, etc.), se ha puesto en el escenario otra forma, la de la movilización masiva, en bloque, combativa y revolucionaria. Es una forma que no tiene la “espectacularidad” de los grupos aislados, ni la pasividad de los desfiles pacifistas que empujan los politiqueros. Es una forma de lucha que enfrenta las políticas del Estado con la fuerza de la masa movilizada y con la imposición del paro de la producción a través de la afectación del transporte, el cierre de vías, el bloqueo de las entradas a las ciudades, oponiéndoles a los esbirros del Esmad la fuerza compacta de las masas y destacando de sus entrañas los grupos de choque y otras formas para enfrentar la represión organizada, también con destacamentos organizados. Es el surgimiento de lo nuevo, o mejor, el retorno, sobre una nueva base, del camino revolucionario ya vivido en otras épocas de lucha.
Esto significa un gran avance que debe ser analizado por los revolucionarios para extraer las lecciones, criticar los defectos y generalizar las formas que se corresponden con la situación para no solo enfrentar o resistir los embates del escuadrón asesino ESMAD, sino para derrotarlo. Un problema a resolver como parte de la preparación de las fuerzas populares para los combates que se van a presentar en los próximos meses, cuando las masas vuelvan a la calles.
En medio de esa gran tarea de empujar y generalizar las formas revolucionarias, aparecen algunas interesantes pero que hay que analizar para corregir y mejorar. Por ejemplo, el fenómeno denominado como “Primera Línea”, es un pequeño y tímido paso pero muy importante, pues rompe con las formas tradicionales de enfrentar las fuerzas represivas del Estado. Sin embargo, conserva una concepción individualista pues bajo el presupuesto “estratégico” de defender a los manifestantes frente a la represión, está diseñado con el matiz de luchadores apartados y diferenciados del grueso de la masa mediante el uso de la defensa pasiva. A primera vista dan la impresión de enmarcarse dentro de la tendencia izquierdista del movimiento, pero por su contenido se ajusta más a la vía reformista, toda vez que evitan la confrontación y la lucha directa, es decir, se diseñaron exclusivamente para defenderse si el enemigo ataca para ganar tiempo y replegarse, tales grupos omiten una labor revolucionaria indispensable pensada en la organización y educación de las amplias masas populares para la lucha. No obstante en el seno de los compañeros que componen la “Primera Línea” también se presenta una lucha importante que en los hechos particulares demuestran el interés de pasar a la ofensiva y derrotar al enemigo, pues en no pocas ocasiones han pasado por encima de las órdenes y orientaciones de sus dirigentes en cuanto a solo defender a los manifestantes.
A pesar de la gran magnitud del movimiento del 21N y de la importante masa de luchadores que han abarrotado las calles, del heroísmo desplegado por las masas, especialmente de la juventud que ha ocupado el lugar de vanguardia en los enfrentamientos con el ESMAD, no se ha podido obtener una victoria rotunda sobre el enemigo. Las pequeñas victorias se han obtenido cuando se han conjugado una serie de factores en donde ha jugado un papel importante la participación masiva del pueblo y el desborde revolucionario de las bases; es decir, cuando se ha impuesto la fuerza arrolladora de la masa.
Las derrotas temporales y la aparente imposibilidad de vencer a un enemigo “superior”, no obedecen solo a las formas y métodos de lucha, sino también a la ideología que impulsa el movimiento. Está de sobra demostrado que ni por la vía reformista se triunfa, como tampoco por las acciones estériles que desarrollan pequeños grupos de revolucionarios alejados de las masas, quienes en su impotencia de jalar tras de sí a las masas, intentan reemplazarlas militarmente. Únicamente cuando todo el pueblo se ha movilizado como un solo hombre y ha sido correctamente guiado por los auténticos revolucionarios, ha podido triunfar rotundamente sobre sus enemigos. Mao Tse-tung lo resumió de la siguiente manera: “Las armas son un factor importante en la guerra, pero no el decisivo. El factor decisivo es el hombre, y no las cosas”.
Las Armas de los Grupos de Choque
En cada levantamiento espontáneo de las masas se ha visto una gran variante de armas “no letales” usadas para tratar de doblegar las fuerzas del orden que son lanzadas a reprimirlas. Las más comunes son las piedras o similares arrojadas con la mano, le siguen las armas contundentes o palos, también se emplean resorteras, cocteles molotov, etc., y entre más organización y participación de las masas exista en la lucha, más sofisticadas y creativas tienden a ser. En internet existen ejemplos muy valiosos de armas muy sencillas y caseras empleadas hoy en el mundo en contra del poder establecido, como por ejemplo, el cañón a base de alcohol y tubos de PVC para disparar objetos a gran distancia y con gran potencia.
En el pueblo siempre existe una fuente inagotable de creatividad y de perspicacia para aprovechar los recursos a mano, y en cuanto a las armas, no importa cuán sencilla y rudimentaria sea, basta que sea masiva para convertirse en una terrible amenaza para el enemigo. La historia de la lucha de clases está llena de aquellos ejemplos, basta echar una mirada sobre la Europa y Asia feudal para percatarse que muchas de las armas más temibles tuvieron sus orígenes en herramientas agrícolas, es decir, en cosas sencillas y de uso cotidiano. La lección más grande la encontramos en la heroica Guerra Popular que llevó a cabo el pueblo de Vietnam, en donde utilizó creativamente todos los recursos a mano para derrotar a los distintos invasores imperialistas que osaron poner su bota sobre dicho país. Quizás una de las armas más sencillas empleadas a gran escala fueron las simples varas afiladas de bambú, o también llamadas punjis, con las que se hicieron innumerables trampas que ayudaron a sembrar el terror y la zozobra en el ejército invasor, las que ayudaron a la postre en la derrota y huida de los imperialistas estadounidenses en el año 1976.
La indumentaria también juega un importante papel en la lucha, con el uso de cascos y escudos artesanales, de máscaras antigás caseras o comerciales, se logran neutralizar las armas del enemigo. También aquí juega un importante papel la iniciativa de las masas, investigando en internet se puede improvisar o elaborar indumentaria para la lucha.
El Cuartel Revolucionario
Es imposible concebir un ejército sin un Estado Mayor, sin cuarteles o dirigentes que lo conduzcan, como tampoco sin una férrea disciplina. A través de la historia de todos los ejércitos organizados por las clases dominantes, los cuarteles generales y el cuerpo de oficiales desempeñan la columna vertebral del mismo, mientras sus bases y soldados rasos funcionan como ciegos obedientes de la voluntad de los de arriba y como carne de cañón en el campo de batalla. Las armas empuñadas por los hijos del pueblo para defender los intereses de las clases dominantes y defender el Estado de los enemigos juegan un papel antagónico y contradictorio, pues a través de éstas no realizan su voluntad sino la ajena y opuesta.
Vo Nguyen Giap, el gran comandante comunista de Vietnam que digirió la derrota de tres países imperialistas sucesivamente, sintetizó al respecto aquella realidad: “En el ejército de la clase explotadora, dedicado a realizar guerras injustas, de acuerdo con la contradicción antagónica existente entre los explotadores, dueños de las armas, y las masas militares pertenecientes a las clases explotadas, obligadas a ser carne de cañón y a luchar como mercenarios, la ley de la coordinación entre el hombre y el arma es opuesta, el arma es la que domina al hombre…” Solo en las luchas populares, las armas se integran armónicamente con la voluntad del pueblo para llevar a cabo sus metas y fines, para transformar el mundo y la sociedad a su favor. En la guerra revolucionaria, las masas no son entes ciegos y serviles, no son una masa informe e inconsciente no van como ovejas de un rebaño detrás de sus “héroes”.
En la estructura de los ejércitos reaccionarios, la base es adoctrinada como mercenaria y los cuadros militares como salvaguardas de los intereses de las clases explotadoras (aplica igualmente para el cuerpo de policía y ESMAD); por ello cada día reciben adoctrinamiento sobre cómo aprender a reprimir y odiar al pueblo.
En cuanto a la lucha popular, no tiene cabida la disciplina de perros propia de todas las instituciones de los enemigos, sino la disciplina consciente y el sacrificio voluntario. Por consiguiente, el cuartel revolucionario debe tomar en consideración todos esos aspectos y estar agitando y elevando la moral de los combatientes a fin de que puedan poner en tensión todas las fuerzas para entregar lo mejor de sí en cada momento, en cada lucha, en cada combate.
Como el pueblo no es monolítico y entre sus filas se encuentran además de los obreros y campesinos pobres, otros sectores también oprimidos y explotados, existen gran variedad de partidos y grupos partidos y organizaciones de masas de los más diversos matices; por tanto, el cuartel revolucionario debe construirse sobre la base de la unidad-lucha-unidad a fin de agrupar en su seno a los elementos más aguerridos y revolucionarios, depurando constantemente los elementos vacilantes, descompuestos y burgueses. El cuartel revolucionario debe regirse por el Centralismo Democrático, o dicho popularmente, por la democracia popular, con el fin de recoger el sentir de las masas en un momento dado y saberlas orientar y movilizar para el día de la lucha. Debe conocer y estudiar a profundidad al enemigo, su número y tácticas de lucha, sus medios técnicos y tecnológicos a fin de revertirlos y prepararse para sus ataques ofensivos, de igual forma tener conocimiento del terreno para explotarlo a su favor. Debe conocer el punto débil de los cuerpos represivos para explotarlos, saber maniobrar en la lucha para inducir a errores y confusión al adversario, dividiéndolo y golpeándolo por separado, en fin, debe saber combatir cuando se debe combatir y replegarse cuando no existen condiciones para la lucha. En pocas palabras debe aprender a dominar el arte de la guerra en la lucha misma.
Dichas formas incipientes de cuarteles revolucionarios se pueden encontrar en las álgidas luchas que se han dado en los paros de estudiantes universitarios, cuando varias organizaciones clandestinas y radicales se reúnen para debatir y decidir la mejor forma de mover las fuerzas y ejecutar el paro, también presente en los grandes paros campesinos e indígenas, cuando espontáneamente se organizan para decidir qué puntos bloquear y cómo movilizar y armar a los combatientes.
En la siguiente entrega se analizarán los principios militares aplicables a los grupos de choque a la luz de la ciencia militar y desde el punto de vista de la lucha de clases, reservando una última entrega destinada a conocer al enemigo desde el punto de vista militar.