Israel se presenta ante el mundo como un Estado parlamentario, con un sistema pluripartidista y una división de poder manifiesta en: el primer ministro (jefe de gobierno del Estado de Israel) quien ostenta el poder ejecutivo; un parlamento unicameral, llamado Knéset —la Knéset se encuentra en Jerusalén, se materializa en el poder legislativo conformado por 120 diputados elegidos por sufragio universal y por períodos de cuatro años—; y un poder judicial, representado en la Corte Suprema, cuya independencia está garantizada por ley.
Este sistema judicial está dado por tres niveles: el más alto es el del Tribunal Supremo de Israel, que desempeña un doble papel a) Corte Suprema de Justicia y b) Tribunal Superior de Justicia; el nivel intermedio de los tribunales de distrito, que actúan como tribunales de apelación y tribunales de primera instancia y están situados en cinco de los seis distritos de Israel (Central, Haifa, Jerusalén, Norte, Meridional y Tel Aviv); por último, el nivel más bajo conformado por los tribunales de magistrados, situado en la mayoría de las ciudades de todo el país.
La Knéset (el parlamento) elige por mayoría simple al presidente del Estado de Israel, jefe de Estado, el cual ejerce el poder ejecutivo por un período de siete años no reelegible; este, a su vez, elige al primer ministro quien se encarga de las funciones ejecutivas del gobierno. La Knéset puede disolver el gobierno en cualquier momento por una moción de confianza. La sede de gobierno (primer ministro), del jefe de Estado, de la Knéset y del Tribunal Supremo de Israel está en Jerusalén.
Jerusalén del Este es la disputada capital de Palestina; o sea los palestinos reconocen al este de Jerusalén como su capital originaria y se la han peleado duramente contra los sionistas israelíes, por eso cuando se han presentado negociaciones de paz entre Palestina e Israel este tema es uno de los puntos más disputados diplomáticamente. Esta región ha sido escenario de conflictos constantes, los israelíes han impuesto sus condiciones de hecho, pues han mantenido una presencia militar permanente desde hace muchas décadas, maltratando a la población, irrespetando sus prácticas religiosas, sus lugares sagrados y violentando la vida cotidiana de los palestinos; con esto el Estado de Israel le ha dicho al mundo y sus habitantes que ellos son la autoridad en esa importante ciudad.
Israel no cuenta con una Constitución, posee la Ley fundamental: Israel como el Estado-nacióndel pueblo judío. Dicha ley fue aprobada el 19 de julio de 2018 con 62 votos a favor, 55 en contra y 2 abstenciones. Esta ley fue criticada internacionalmente —incluso por parte de varias organizaciones judío-estadounidenses— y también hubo marchas en las calles israelíes; pese a que los ciudadanos rechazaron esta ley, aun así, fue impuesta. El contenido de la Ley Fundamental son 11 cláusulas: 1 – Principios básicos, 2 – Símbolos del Estado, 3 – Capital del Estado, 4 – Idioma, 5 – Regreso de los exiliados, 6 – Conexión con el pueblo judío, 7 – Asentamiento judío, 8 – Calendario oficial, 9 – Día de la Independencia y días conmemorativos, 10 – Días de descanso y sábado, 11 – Inmutabilidad. Esta ley son textos de carácter constitucional, aprobados por la Knéset como capítulos de una futura Constitución, después de que en la primera Knéset no se llegó a un acuerdo sobre la escritura formal de dicho documento.
Los partidos que forman gobierno con Likud (partido de Benjamín Netanyahu de ideología sionista, liberal y contrario a las negociaciones con los palestinos) son ultraortodoxos, colonos y políticos de extrema derecha con discursos racistas y homófobos, están acusados por fraude fiscal o incitación al terrorismo, estos son:
• Religiosos del Judaísmo Unido de la Torá: su presencia en el gobierno ha despertado las alarmas de que Israel se convierta en una teocracia.
• Ultraortodoxos de Shas: promueven un estilo de vida ortodoxo y piden una mayor influencia de la halajá, la ley religiosa judía. Defienden los asentamientos israelís en tierra ocupada, a la vez que se oponen a cualquier demostración pública de homosexualidad. Tienen una posición contraria a una mayor representación de las mujeres en el parlamento israelí, indignando a sus propios votantes femeninos.
• Colonos del Sionismo Religioso: representan la facción más a la derecha e incendiaria de los religiosos israelíes, con la mayoría de sus votos provenientes de los asentamientos ilegales en territorio palestino ocupado; su líder es Bezalel Smotrich, ministro de finanzas.
• Partido Sionista Religioso: es contrario a las uniones entre personas del mismo sexo y de las uniones civiles.
• Poder Judío: su líder Itamar Ben Gvir ha expresado su apoyo sin condiciones a los colonos y ha amenazado con «acribillar a los árabes» de Jerusalén. Sus miembros siguen la ideología de extrema derecha del kahanismo, creada por el activista, político y rabino Meir Kahane que fue condenado por cargos de terrorismo. Está a favor de la anexión de Cisjordania en su defensa de un solo Estado judío del mar Mediterráneo al río Jordán.
• Noam: homofobia institucionalizada, este partido ultraortodoxo de extrema derecha es abiertamente homófobo y, amparados por este odio, han construido toda su ideología. Una agresiva campaña electoral les ha valido un escaño en el parlamento, lo que le ha permitido a su líder ocupar posiciones importantes en el gobierno.
Como se observa, los partidos de la derecha, sionistas y ultraortodoxos como el partido de gobierno del asesino Netanyahu, son los que definen la línea ideológica y política del actual gobierno de Israel. El Likud, aunque es el partido mayoritario, hizo coalición con todos esos representantes cavernarios, racistas, colonialistas y ultrareaccionarios para poder gobernar; de allí que fomenten en el pueblo israelí el sentimiento de superioridad, desprecio y humillación a todo el pueblo palestino y otras minorías étnicas, sean niños, mujeres y ancianos, población civil no combatiente, entre otros.
La estructura del Estado de Israel es parecida a la de los países occidentales, pero no igual. Como puede leerse en los párrafos anteriores, este régimen se presenta ante el mundo como democrático, pluralista, pluripartidista, promotor de la libertad social, política y cultural, no obstante, la realidad es bastante diferente pues la forma del Estado impide que la sociedad disfrute ampliamente de los derechos y las libertades, sobre todo los no propiamente judíos, o sea los árabes, palestinos y una gran cantidad de minorías étnicas que viven en Israel. El Estado de Israel, no tiene ni siquiera de cerca la falsa apariencia democrática de los más “democráticos” de los Estados burgueses.
El Estado Sionista de Israel nació podrido y debe ser destruido
La política interna de Israel es tan fascista como lo es su política externa; a través del Knéset el régimen sionista de Netanyahu ha logrado imponer diferentes leyes que legitiman su nacionalismo autoritario y religioso:
• Se aprobó la ley que reconoce a Israel como Estado-Nación del pueblo judío, permitiendo solo al pueblo judío el derecho de autodeterminación y dejando el hebreo como única lengua oficial; esta ley quiere decir que Israel es solo para los judíos, lo que desató la protesta de la minoría árabe en el Knéset y el pleno de la oposición de diputados en dicho organismo, tachándola de racista y segregacionista, dejando libre al gobierno para implementar un Estado de apartheid.
• Se aprobó la reforma a la ley del retorno, o sea pueden inmigrar a Israel los judíos que conserven sus costumbres, cultura y vida conforme a la ley de Israel (sionista y religiosa) y que demuestren que sus orígenes maternos son judíos. Dicha ley también ha sido duramente criticada como segregacionista y racista, pues no significa más que «Si no eres lo suficientemente judío no eres bienvenido, no te dejaremos entrar».
Otra enmienda igualmente dura es la reforma al poder judicial, fue propuesta por Netanyahu con el fin de limitar los poderes del Tribunal Supremo y de esa forma evitar que prosperen diferentes demandas contra el gobierno, contra muchos personajes del equipo de gobierno y, principalmente, contra el mismo Netanyahu por corrupción.
Esta ley anula la doctrina de la razonabilidad, la cual es la primera ley del paquete legislativo; también impide que los jueces del Tribunal Supremo puedan revocar medidas o nombramientos del gobierno, por tal razón los abusos de poder del actual régimen sionista estarán a la orden; según la oposición: «se abre el camino a la corrupción y a los nombramientos indebidos», ya que el organismo que nombrará a los miembros de dicho Tribunal Superior estará bajo el control de Benjamín Netanyahu y sus partidos sionistas y ultraortodoxos.
El actual Estado Sionista de Israel ha entrado en una situación crítica de ilegitimidad, pues el pueblo israelí se ha volcado a las calles masivamente en muchas ocasiones para mostrar su rechazo a las políticas nacionalistas, ultraortodoxas, mesiánicas y colonialistas de Netanyahu. Pero esto lo callan los grandes medios de comunicación como BBC, CNN y muchos más que están del lado del sionismo y del imperialismo.
Lo que tampoco dicen es que un sector de la burguesía judío-sionista norteamericana está supeditada al Estado de Israel y no al gobierno gringo, ellos tienen mucho poder económico; igualmente, están directamente involucrados los judío-sionistas en los mismos ámbitos en Francia y el Reino Unido, según Breno Altman (periodista judío brasileño, fundador de Ópera Mundi).
La burguesía judío-sionista en los Estados Unidos tiene presencia en los altos cargos del gobierno, y sus decisiones influyen directamente en el Estado de Israel; ellos tienen un gran poder político, pues tienen presencia en muchos sectores de la economía, la industria, el sistema financiero, hacen grandes inversiones en las campañas electorales, en los medios de comunicación y muchos otros sectores de la sociedad estadounidense, francesa e inglesa, gozando de una enorme presencia en la vida interna de estos y otros países.
Por tal razón, la burguesía judío-sionista tiene el poder para hablar e influir en las decisiones de la política internacional que los imperialistas trazan para sus acciones desde la Casa Blanca y El Pentágono. Con ello se crean en los hechos una coordinación macabra y criminal entre el Estado imperialista de los Estados Unidos y las acciones de su perro de Presa: El Estado de Israel.
La política externa y colonizadora del Estado Sionista de Israel ha negado siempre al Estado palestino y ha tratado de borrar de la memoria colectiva israelí dicho Estado, en las escuelas se imparte la clase de historia donde se repite diariamente que el pueblo de Israel llegó al actual territorio porque este estaba deshabitado y que era la tierra de nadie para un pueblo sin tierra.
Hace cinco años, el gobierno de Israel aprobó la ley de nacionalidad, Ley de Estado-Nación, “de Judíos para Judíos”, o sea institucionalizó la supremacía étnica judía sobre los otros pueblos que allí existen, y se presenta así ante el mundo. La característica de dicho Estado es el nacionalismo, el colonialismo, la segregación racial, y lo que define a toda su ideología y su política es la violencia. Esta la implementan siempre para imponer las tres características ya citadas, pues es muy difícil que los pueblos las acepten, por eso la imponen; en muchos espacios de la vida la violencia está presente, la homofobia en las escuelas y demás lugares se defiende con violencia en este Estado, solo que la prensa mundial no lo dice ni tampoco dice sobre la discriminación y muchas cosas más que suceden a diario. Estos Estados son muy violentos y no aceptan otra idea ni otro lenguaje, por eso la población palestina tiene que lidiar a diario con un invasor de una naturaleza tan criminal.
¿Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra?
«Todos los opresores tienen que mentir sobre la realidad, sobre sus intenciones y sus hechos. No pueden ir con la verdad por delante. Uno de los lemas sionistas más importantes y de mayores consecuencias fue aquel de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”, completado por la famosa frase de Golda Meir en la que negó la existencia de los palestinos.
La mentira sionista es que Palestina era una “tierra sin pueblo”, un desierto sin habitantes que ellos lograron florecer. Pero en la guerra de 1948, expulsaron o huyeron alrededor de 750.000 palestinos y destruyeron decenas de ciudades y pueblos. Levantaron el Estado de Israel sobre una limpieza étnica del territorio. Pero ese holocausto no era judío, sino cometido por judíos».Sami Abu Shehadeh, Fadi Shbaytah (2014)
Es muy bien sabido que las bases ideológicas, políticas y territoriales se establecieron en el primer congreso sionista liderado por Theodor Herz, en 1896. En este congreso se aprobaron las medidas para alcanzar este objetivo, propuestas que incluyeron el establecimiento de asentamientos judíos en Palestina, la organización de los judíos dispersos en diferentes países, el fortalecimiento de la sensibilidad y la conciencia judía, y el apoyo económico de los gobiernos que estuvieran de acuerdo con el objetivo sionista de crear un Estado para los judíos.
De igual manera, es muy bien sabido que luego de la derrota del imperio Otomano por parte del imperio británico, a través de la alianza de la Triple Entente —durante la I Guerra Mundial—, las tierras fueron repartidas entre Gran Bretaña, Francia y Rusia donde Palestina fue parte del botín.
En 1917 se produjo la Declaración de Balfour, que es una carta pública donde Inglaterra se compromete con Israel a construir su Estado en territorio palestino; esta declaración surgió de un acuerdo entre los antijudíos (los que no querían a los judíos en Inglaterra) y los pro-judíos (los que querían ayudar a los judíos), quienes planean la ocupación de esa tierra por parte de Israel.
Luego de guerras y luchas entre árabes-palestinos e israelís, en 1948 la ONU da arbitrariamente el 56 % del territorio de Palestina a los israelís y el 46 % para los árabes, palestinos y demás grupos que habitaban las tierras; sin embargo, se presenta una guerra entre árabes y judíos donde resultan vencedores los segundos, apropiándose del 72 % del territorio palestino, quedándole a los palestinos el 22 % (Cisjordania, Jerusalén del este y Gaza) y expulsando a 700.000 personas de Palestina, los famosos refugiados del 48.
Así las cosas, es mentira que la guerra de Israel contra Palestina y la ocupación territorial de Palestina comenzó este 7 de octubre del 2023, como lo dice el Estado sionista, tras el ataque de Hamás a territorio israelí; mentira que han repetido ampliamente los canales internacionales arrodillados al capital. Lo cierto es que las bases ideológicas y políticas de dicha colonización se establecieron a finales del siglo XIX y de hecho se inició a comienzos del siglo XX.
Para detener esa máquina asesina llamada Estado de Israel, es necesario escalar la guerra a otras regiones; o sea, es indispensable que otros pueblos de la región árabe se involucren militarmente, organizados en sus propios ejércitos revolucionarios, dirigidos por partidos comunistas revolucionarios que tengan clara la ciencia militar y estén en capacidad de dirigir dicha guerra.
Solo oponiendo la resistencia armada de los pueblos se detendrá al sionismo, pues ellos no dejan espacio para otras vías, no entienden otro lenguaje. Es hora que los pueblos del mundo se pongan en pie de lucha contra el imperialismo y sus malditos perros asesinos, como lo es el régimen terrorista de Israel.
Que falta hace la organización y movilización revolucionaria e internacionalista de los pueblos, que necesaria es la Internacional Comunista, pues desde allí se organizarían todas las manifestaciones de apoyo al pueblo de Palestina y difundiría masivamente la crisis de gobernabilidad que ya se ve en el reaccionario régimen de Benjamín Netanyahu y su sanguinario gobierno de ultraderecha.
Evidentemente, es muy urgente avanzar en la unidad del Movimiento Comunista Internacional para lograr una mayor coordinación en sus acciones en todo el mundo, y con ello dar pasos decisivos hacia la creación de la Internacional, así mismo es muy urgente la creación del Partido Político Revolucionario palestino y bajo su dirección, un fuerte y masivo ejército popular, que sirva para hacerle frente a la política sanguinaria de la bestia imperialista y sus miserables lacayos sionistas a través de una poderosa Guerra Popular; siendo esta la única alternativa verdaderamente revolucionaria y perfectamente posible, a pesar de las difíciles condiciones que vive actualmente el hermano pueblo palestino.