Aunque existen muchas especulaciones sobre la Renta Básica Universal desde principios de siglo, y se alega como un anexo a los derechos humanos universales consagrados en todas las constituciones burguesas, en ningún país existe realmente. Sin embargo, ante la dramática situación creada por la crisis económica del capitalismo mundial desde el 2008, cuya manifestación inmediata fue el incremento de la crisis social (desempleo, hambre, miseria, delincuencia, discriminación, etc.), la cual fue agravada por la crisis sanitaria del coronavirus haciendo aún más insoportable la situación para los pobres del mundo, hizo que la llamada Renta Básica se convirtiera en un tema de moda desde el año pasado, aunque ya se discutía desde el 2009.
No era para menos. Los capitalistas, “condolidos” por la situación, pero en realidad asustados por las consecuencias que pueden traer nuevos levantamientos populares contra el sistema como los presentados meses antes de la pandemia alrededor del mundo, empezaron a plantearse el cómo disuadir el choque social causado por la desigualdad y la polarización entre un puñado de parásitos que concentran la mayoría de la riqueza mundial y miles de millones de trabajadores en situación de miseria. De ahí que, todas las instituciones del imperialismo y los intelectuales apologistas de la explotación asalariada, empezando por la ONU seguidos por el FMI, el BM y la OIT, y secundados por catedráticos de las principales universidades se han dedicado a convencer a los gobernantes de la necesidad de una “renta básica”, entendida como “un ingreso que periódicamente asigna el Estado a cada ciudadano que no tenga vinculación o relación socioeconómica alguna en el mercado”.
A ese coro de hipócritas se sumaron las huestes del reformismo de toda laya llevando su discurso lastimero a las filas de la llamada “izquierda”, contaminando incluso a revolucionarios honrados. En el fondo, los partidarios de la llamada renta básica buscan paliar la terrible crisis social apelando al “humanismo” burgués para suministrarle oxígeno al capitalismo imperialista y darle un nuevo respiro al sistema moribundo.
En Colombia, desde el año pasado se han presentado (y archivado) en el establo parlamentario por lo menos tres proyectos de ley sobre el tema. Las propuestas van desde la Renta Básica para “Hogares en situación de pobreza y vulnerabilidad” presentada por los verdes y la “izquierda”, hasta la Renta Básica Universal “para todos los ciudadanos” presentada por el liberalismo, pasando por la defensa de las limosnas implementadas por el gobierno como Ingreso Solidario, Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Adulto Mayor, argumentando que ya se está cubriendo esa Renta Básica.
Recientemente, el 11 y 12 de marzo se realizó la llamada “Cumbre Nacional” o “Cumbre Social y Política por la Renta Básica Permanente Ya”, donde se discutió un proyecto de ley que fue presentado al Congreso el 16 de marzo con el respaldo de 51 parlamentarios de la bancada de la oposición, más de 100 organizaciones y más de 4.000 personalidades.
Desde el punto de vista económico, aunque los proponentes y defensores del proyecto sobre la “renta básica” critican el proyecto de reforma tributaria oficial porque “resulta inefectiva, además de regresiva, en las actuales circunstancias para atender fiscalmente la financiación de una ampliación ambiciosa de las transferencias monetarias incondicionales a los hogares pobres y vulnerables en el país”, terminan respaldándola junto con el saqueo que ya hizo el régimen de los fondos de pensiones de los entes territoriales FONPET para entregarlos al Fondo de Mitigación de Emergencias – FOME, que fueron utilizados para subsidiar a los capitalistas durante la cuarentena. Tal saqueo del salario acumulado de los trabajadores del Estado no se restringe con los nuevos proyectos de reforma tributaria y renta básica; justamente uno de los componentes financieros de esta última propuesta, dicen los proponentes, es “susceptible de alcanzar si, entre otras medidas, se utilizaran recursos públicos disponibles en el Fondo de Emergencia FOME…”.
Desde el punto de vista social, teóricamente el proyecto busca ayudar alrededor de 7 millones de familias con un aporte que oscila entre $320.000 y $480.000 mensuales, dependiendo del número de integrantes de la familia beneficiada. En la apariencia, el proyecto critica la escasa cobertura y la pírrica cuantía de los programas del gobierno; sin embargo, a los proponentes -parásitos ahítos que se ganan más de 35 millones al mes por hablar carreta 2 veces a la semana- les parece que miserables 480.000 pesos que proponen para una familia de 6 personas les garantizará “una vida digna”.
Desde el punto de vista político, el proyecto de ley sobre la renta básica es una treta politiquera de la llamada oposición, las camarillas de las centrales sindicales (CUT, CGT y CTC) y el impostor Comité Nacional de Paro, para llevar incautos a la farsa electoral del año entrante, y tratar de amarrar la indignación general del pueblo asediado por el hambre al carro de la politiquería, en contravía a la movilización revolucionaria de las masas y a la preparación y organización del Paro General Indefinido.
Frente a la dramática situación social de los pobres, el pueblo trabajador no alza sus puños para implorar limosnas, sino para ir a la lucha, a la movilización, a la huelga, al paro, y así arrancar a las clases dominantes explotadoras representadas en el Estado, mejores condiciones económicas, sociales y políticas. Frente a la crisis social, se hace necesario levantar con firmeza las banderas ¡Por Empleo Real, subsidio a los Desempleados y Subempleados, Alza General de Salarios y Derogatoria de las Medidas Antiobreras! y conquistarlas mediante el paro de la producción y la movilización revolucionaria en las calles.
La tarea de los comunistas, revolucionarios, dirigentes y activistas consecuentes con la defensa de los intereses populares, no es alentar la politiquería reformista, ni fomentar la concertación y el pacto social entre las clases antagónicas; por el contrario, su deber es agudizar la lucha de clases contribuyendo a unir y generalizar la lucha de las masas populares, haciendo que el inevitable enfrentamiento social que se avecina sirva para acercar el triunfo definitivo del pueblo sobre sus odiados enemigos.
La crisis social agravada en proporciones inauditas, pone de manifiesto la caducidad de las relaciones sociales basadas en la explotación asalariada. Ratifica que la verdadera pandemia no es el coronavirus sino el capitalismo imperialista, cuyo avanzado estado de agonía hace que la burguesía sea incapaz de sostener siquiera a los esclavos que producen su riqueza. Demuestra además, que son inofensivos, ridículos y quiméricos los remiendos de los curanderos reformistas que proponen “humanizar” este infierno de explotación, opresión, devastación, guerra y muerte. Sólo la revolución socialista podrá solucionar la tragedia que azota al pueblo colombiano.