¿Qué son las elecciones bajo un Estado burgués?

Se acerca una nueva jornada de elecciones en todo el país; los partidos políticos que participan en ellas, transpiran democracia en cada uno de sus discursos y sus actos, todos se afanan por puntear en las encuestas y proliferan planes de todos los colores para solucionar los eternos problemas del pueblo trabajador. Los barrios, muchos plagados de pobreza, calles empolvadas y desempleados, son visitados por candidatos conservadores, liberales, derechas y supuestas izquierdas, de los “centristas”, de los “ecologistas”, y hasta de los que llaman a votar en blanco.

La feria de las promesas está a todo vapor; y todos a una sola voz llaman a participar en las elecciones. ¡Que voten por uno o por otro, que voten en blanco, pero que por favor ejerzan su derecho a elegir!. Es el clamor que los une en una sola campaña, una fuerza que está por encima de sus propuestas, pues al fin y al cabo, todos saben, que son solo palabras al viento, ilusiones para encandelillar al pueblo, programas copiados de hace 2, 4, 10 o 20 años; el alcance efímero de las palabras es secundario frente a la campaña para que depositen la papeleta. La disputa por los cargos en las elecciones, es una cara de la moneda de la democracia burguesa; donde la cara inversa es la unidad que tienen a pie juntillas de que hay que defender las instituciones, el “sacrosanto” Estado, al cual hay que resguardar a capa y espada, tanto de los comunistas que quieren destruirlo, como del creciente odio o indiferencia de las masas, manifiestos en cada jornada electoral.

Miles de millones se gastan en las campañas; el gobierno de turno aprovecha su poder para mostrar las supuestas bondades de las elecciones, los medios de comunicación dedican gran parte de sus emisiones a propagandizar la “fiesta de la democracia” mostrando la cara “pluralista” y la “diversidad” de candidatos que hay; con compra de votos, trasteo de votantes, amenazas y diversas formas de presión le dan un fuerte empujón para sumar. Aun así, la afluencia de votantes a las urnas es poca; por instinto, por experiencia o por conciencia, la inmensa mayoría del pueblo: No vota.

Los hombres en una sociedad no son simplemente “ciudadanos”; no todos tienen las mismas oportunidades, ni ocupan el mismo lugar frente a los medios de producción; unos producen y otros se apropian de lo que producen los demás. La existencia de las clases sociales es una realidad objetiva que salta a la vista todos los días y en todo el mundo. Y esa realidad no pueden ocultarla los defensores de la democracia en general. Proletarios y burgueses son dos clases antagónicas que se enfrentan cara a cara todos los días y en todo el planeta. Dos clases que luchan por conquistar a las demás, para mantener la sociedad actual o para superarla y continuar el avance de la humanidad, dando la merecida sepultura al capitalismo y construyendo sobre sus ruinas el socialismo como primera etapa del Comunismo.

No existe ni existirá jamás por ende, un Estado por encima de las clases sociales; todo el aparataje que compone esa estructura ejecutiva, legislativa y judicial, está hecha para favorecer los intereses de una parte de la sociedad, en el caso de la actual, para favorecer los intereses de los dueños del capital. Y no es extraña esa realidad; el Estado surgió precisamente con la división de la sociedad en clases, cuando los hombres dejaron de ser iguales en cuanto a su papel en la producción, ya que unos pocos se apropiaron del sobrante, dedicándose a administrar y gobernar al resto de la sociedad. El sometimiento de la mayoría trabajadora por parte de una minoría parásita, es la esencia más profunda del Estado desde la sociedad esclavista, pasando por el feudalismo y coronado en el capitalismo.

¿Quiénes harán parte de esas instituciones? Eso lo deciden las elecciones burguesas; pero bajo ninguna circunstancia las clases dominantes permitirán que se atente contra la sacrosanta propiedad privada de los medios de producción, ni contra la explotación, ni contra la expoliación de la naturaleza para generar mayores utilidades, ni contra la superproducción anárquica y desmedida contrapuesta con el hambre y miseria de las masas. Y claro, como quiera que saben que donde hay opresión y explotación, hay lucha, uno de los pilares fundamentales de su defensa son las fuerzas armadas y todos los organismos represivos, que son la columna principal que resguarda la “sacrosanta democracia”.

Cada ley, cada centavo del salario, cada conquista que obtienen las masas en su beneficio, lo hacen mediante sus luchas directas, muchas de las cuales cuestan sangre y vidas de hijos del pueblo; nada, absolutamente nada le deben las masas a los politiqueros que se jactan de benefactores o tribunos en el establo parlamentario; el pueblo sabe que lo que tiene, lo ha ganado a pulso, en las calles, los paros y las huelgas. Una verdad que ha sido comprobada hasta la saciedad bajo gobiernos de derechas o de supuestas izquierdas como hoy se vive en Venezuela, Ecuador, Bolivia.

El Estado de la burguesía es abierta dictadura para las masas y jamás podrá ser el Estado del proletariado; solo mediante la destrucción violenta del aparato actual, podrá la clase obrera construir uno que defienda los intereses de la mayoría, que se base en el poder armado de obreros y campesinos. Como lo declara el Programa para la Revolución en Colombia:

“La democracia proletaria es dictadura abierta sobre la burguesía, los terratenientes e imperialistas, y democracia real para las masas trabajadoras de obreros y campesinos; es la dominación violenta de la mayoría –los trabajadores– sobre la minoría –los explotadores. La democracia proletaria no tiene su centro de gravedad en la proclamación formal de los derechos y libertades del pueblo, sino en la participación real de las masas trabajadoras en la administración del Estado”

Hoy contra la Campaña Electoral de los enemigos del pueblo, contra la farsa electoral los revolucionarios llamamos a la actuación política en la forma de una Campaña Política Anti-electoral para denunciar la farsa de las elecciones y el carácter del Estado actual, como una máquina de dominación de una minoría sobre la inmensa mayoría; un aparato completamente inservible para los intereses del proletariado y del pueblo en general; un esperpento caduco que debe ser destruido y no reformado ni embellecido por politiqueros que crean ilusiones con falsas promesas. Participar con candidatos en las actuales elecciones a nombre de las masas o llamar a votar en blanco, es una abierta política burguesa que se opone a la tendencia general de las huelgas políticas de masas.

Tomado de: Revolucion obrera No. 439
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