Durante el tiempo que lleva la cuarentena, la lucha de clases no solo se mantiene, sino que se agudiza. Asesinato a líderes sociales en el campo y la ciudad, represión a los luchadores de todos los sectores, despidos masivos, rebaja salarial, desempleo, hambre y miseria son muestras de la situación que atraviesa el pueblo colombiano. Dicha arremetida está además sustentada en medidas de todo tipo, expresadas en decretos, resoluciones, leyes; o simples comunicados de prensa.
Los burgueses arguyen la necesidad del sacrificio en tiempo de pandemia, pero el sacrificio solo lo hacen los de abajo, porque para ellos son las ayudas, los préstamos solidarios, las inyecciones de capital; dejando a los obreros y sus familias e incluso a los pequeños propietarios condenados a su “destino”, mientras que los burgueses y terratenientes continúan gozando de sus privilegios de clase, gracias a la acción del Estado que los representa políticamente.
La situación es cada vez peor, se avizora una crisis social incontenible porque el proletariado no puede simplemente cargar sobre sí el peso de la crisis económica del capitalismo, agudizada por la pandemia; el proletariado no puede solo aguantar el peso de las medidas del criminal Estado burgués sin que exista una respuesta. Y claro que la hay, las masas populares pese al confinamiento obligatorio están en las calles, se manifiestan, se enfrentan a la represión estatal, se movilizan teniendo en cuenta condiciones de bioseguridad; en últimas comprenden (aun de forma espontánea), que si no luchan no hay salida: o se mueren de hambre o se mueren por Covid-19.
No obstante, la valentía y beligerancia del pueblo colombiano requieren la organización y conciencia que las dirija; salir a las calles es una parte muy importante en la lucha, pero se necesita que la parte más consciente; los activistas, los dirigentes honrados se organicen y planifiquen todas las tareas con objetivos definidos, y con lo cual hay más garantía de triunfo, en la medida en que los luchadores sabrán cómo actuar ante la arremetida y represión, sabrán que paso seguir en sus planes de confrontación al régimen uribista de Duque, podrán analizar la correlación de fuerzas para decidir si se avanza o se retrocede en un momento determinado de la lucha por sus derechos.
He ahí la importancia de organizarse, es esa la ventaja que las clases dominantes tienen sobre los desposeídos, porque si bien entre ellos existen contradicciones, como clase ostentan el poder político a través de sus partidos y organizaciones, como clase actúan como uno solo para defender sus intereses y enfrentar al proletariado; por ello los de abajo, los que todo lo producen también necesitan organizarse, no es solo un deber es una necesidad que impone la realidad, de lo contrario, todos los esfuerzos en la lucha están en peligro de perderse, si no tienen un norte definido y una organización que lo defina.
En concreto, es imperioso detener al régimen uribista de Duque; detener el asesinato de líderes, las reformas preparadas desde antes de la pandemia, las medidas destinadas a la degradación física y moral de las masas laboriosas. Con ello podrá garantizarse un nuevo aire y más fuerza para la lucha.
Detener al régimen uribista de Duque, requiere entonces de la unidad y organización consciente de las masas, en comités de lucha y en el fortalecimiento del Bloque por el Paro General Indefinido, donde sean los luchadores consecuentes los que tomen las riendas de esta batalla, sin intermediarios, sin supuestos salvadores, sin traidores que apaguen su lucha.
Pero lo más importante es que esas organizaciones que se establezcan en este período deben ser escuelas de aprendizaje para enfrentar las batallas por la revolución socialista contra el capital. Pues con absoluta seguridad hacer retroceder al régimen uribista de Duque no es suficiente para resolver los problemas fundamentales de las masas trabajadoras ni del peligro de la destrucción de los recursos naturales.