Para Acabar con el Racismo, se Necesita una Auténtica Revolución

Para Acabar con el Racismo, se Necesita una Auténtica Revolución 1

Lewis Hamilton es el actual campeón de la Fórmula 1 y el único competidor de raza negra en esta categoría. Este destacado deportista de la élite del automovilismo se camufló entre la multitud en una de las recientes manifestaciones y marchó por las calles londinenses para expresar su repudio al racismo y la brutalidad policial. Las fotos que él mismo publicó, le dieron la vuelta al mundo a través de las redes sociales y de inmediato recibió expresiones de admiración y apoyo por su gesto condenando la discriminación.

Mientras tanto, en Alabama (Estados Unidos), Bubba Wallace, el único piloto de raza negra que compite en la Nascar, fue víctima de una demostración de racismo al encontrar en su carro de competencia una soga atada con un nudo. Sus 39 compañeros encabezaron una manifestación de respaldo a Wallace empujando su automóvil hasta la línea de partida y expresándole su total respaldo como uno de los mejores competidores en la actualidad en esta disciplina.

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Estos dos hechos no son casos aislados en la realidad mundial. El racismo, como unas de las tantas formas de discriminación, es parte del diario vivir de la humanidad desde hace siglos, y aunque la mayoría de Estados haya elevado a ley la prohibición de estas prácticas, la verdad es que estamos todavía muy lejos de superarlas en la vida real. Hace unas semanas el asesinato de George Floyd se convirtió en el detonante para que los ojos del mundo dirigieran su atención hacia el racismo que pervive en la sociedad; pero, este detonante no hubiera logrado su cometido, de no haber sido por la reacción de miles de personas que impidieron que el asesinato de Floyd pasara como muchos otros casos, bajo el manto del anonimato y desprecio absurdo al que esta sociedad ha llevado este tipo de acciones, que desde hace décadas son parte delpaisaje normal de una sociedad enferma, y no por el coronavirus, sino por otra pandemia que ya la vivimos como si fuera insuperable: el Capitalismo.

La discriminación racial, así como otro tipo de segregacionismo entre los seres humanos, se mantiene y reproduce, no precisamente porque sea una condición propia del ser humano, como muchos pregonan; sino precisamente porque estimular esta división entre los hombres, se convierte en un arma para impedir que se unan alrededor de los problemas esenciales de la sociedad, uno de las cuales es la división entre clases sociales. Y los teóricos defensores del capitalismo saben muy bien el poder que tiene el estimular esta segregación y muchas otras más. Ya Marx lo explicaba en una carta en 1870: “…la burguesía inglesa, además de explotar la miseria irlandesa para empeorar la situación de la clase obrera de Inglaterra mediante la inmigración forzosa de irlandeses pobres, dividió al proletariado en dos campos enemigos. El ardor revolucionario del obrero celta no se une armoniosamente a la naturaleza positiva, pero lenta, del obrero anglosajón. Al contrario, en todos los grandes centros industriales de Inglaterra existe un profundo antagonismo entre el proletario inglés y el irlandés. El obrero medio inglés odia al irlandés, al que considera como un rival que hace que bajen los salarios y el standard of life. Siente una antipatía nacional y religiosa hacia él. Lo mira casi como los poor whites de los Estados meridionales de Norteamérica miraban a los esclavos negros. La burguesía fomenta y conserva artificialmente este antagonismo entre los proletarios dentro de Inglaterra misma. Sabe que en esta escisión del proletariado reside el auténtico secreto del mantenimiento de su poderío”. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/educ70s.htm.

Difícilmente se encontrará un representante de cualquier Gobierno que se atreva a reconocer su odio a una u otra persona por su raza, nacionalidad, sexo, apariencia, etc. Pero esa misma dificultad es apreciada en la inmensa mayoría de la sociedad; y no es extraño, pues la discriminación es un fenómeno que se esparce y reproduce por todos los poros de la sociedad capitalista, ese sí es como un virus que el capitalismo extiende de manera silenciosa, que corrompe las conciencias y que muchas veces nos hace objetos opresivos, sin que nuestra propia conciencia nos lo deje advertir.

Pero, paradójicamente con esta realidad, si se observa el fenómeno ya no como un problema de las conciencias individuales, sino como un problema social, podemos observar otra arista mucho más alentadora. La sociedad rechaza categóricamente el racismo y todo tipo de discriminación, a tal punto que un caso como el de Floyd desencadenó un movimiento mundial en contra del racismo y miles se lanzaron a las calles a luchar. Y la lucha misma pone en su justo lugar el problema, de fondo, que está en la base de todos los problemas que llevan a las masas a lanzarse a las calles: el problema del Estado.

No hay otra manera de erradicar el racismo de la sociedad, sino destruyendo el Estado que lo mantiene y lo reproduce en beneficio de quienes son los dueños del poder. Es acabando con el capitalismo como se pueden crear otras condiciones para que los pueblos se unan ya no por su color de piel, su nacionalidad, su sexo, su idioma, sus creencias, y otras diferencias secundarias; sino que los una el objetivo común de trabajar en beneficio de toda la sociedad, o mejor, al comienzo en beneficio de la mayoría de la sociedad, ya que bajo un Estado gobernando por obreros y campesinos, aún existirán los vestigios de la sociedad capitalista y habrá quienes pretendan nuevamente derrotar la alianza obrero-campesina y “devolver la rueda de la historia”.

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