Por estos días es noticia Necoclí, un municipio ubicado en el golfo de Urabá en el departamento de Antioquia. Miles de migrantes provenientes de Haití principalmente, pero también de Cuba, Chile, Senegal, Ghana, Somalia, Guinea, República del Congo y Burkina Faso han hecho colapsar los servicios públicos, de la salud y el abastecimiento de alimentos.
Necoclí es solo un punto en la travesía de miles de migrantes que se aventuran a pasar a través del Tapón del Darién para llegar a Panamá en la ruta hacia Estados Unidos. Diariamente están saliendo máximo 850 personas, mientras están llegando entre 1.100 y 1.500. Es decir, están quedando represadas gran cantidad de personas que no tienen donde alojarse ni acceso a los servicios básicos, viéndose además obligadas a pagar precios exorbitantes para alimentarse. Hombres, mujeres y niños protagonizan un éxodo y padecen sufrimientos irracionales en tiempos de superabundancia de capital, de mercancías, de alimentos…
Aunque la situación no es nueva, sí es evidente que en el transcurso de este año ha aumentado el número de migrantes que ya sobrepasa los 33.000 según las cifras de Migración Colombia, y según informa el alcalde de Necoclí, en conversaciones con los migrantes, ellos dicen que desde Chile vienen en tránsito entre 30.000 y 40.000 personas más. Es decir, que la emergencia social se agravará en los próximos días.
Las autoridades colombianas llaman a esta tragedia crisis migratoria, fingen preocupación en los medios y aducen que ya está mejorando el despacho de lanchas; pero el hecho real es que el régimen criminal y las clases dominantes no hacen nada por mitigar la situación, porque también se lucran de la tragedia especulando con los precios de hoteles, medicamentos, alimentos y transporte en el municipio, a la vez que las bandas de coyotes, contrabandistas, tratantes de personas y narcotraficantes encuentran una magnífica cobertura para mejorar sus turbios negocios. Son miles de dólares arrebatados a los migrantes en Necoclí, que van a acrecentar las arcas de los capitalistas, a la vez que sirven de escudo para lavar millones de dólares provenientes del narcotráfico y otros negocios ilícitos. Es un drama social convertido en suculento negocio manejado por amigos del régimen mafioso y paramilitar.
Las huestes de proletarios que huyen de la miseria, del hambre o la guerra y buscan “un futuro mejor” en los países imperialistas, son una muestra del drama de millones de proletarios víctimas de la terrible crisis social mundial, agravada por la crisis económica del capitalismo imperialista desde el 2008 y exacerbada por la pandemia del coronavirus.
Necoclí es solo una muestra de lo que está pasando alrededor del mundo. Según las cifras siempre dudosas e incompletas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), adscrita a la ONU, en 2020 había en el mundo aproximadamente 281 millones de migrantes internacionales. Señala que en los dos últimos años (2018 y 2019) aumentó la migración y estima que en el mundo hay cerca de 272 millones de migrantes asalariados. Ver también Desafíos Globales, Migración, ONU, agosto 2020.
Y si bien los confinamientos en el mundo represaron temporal y relativamente la migración en el 2020, no quiere decir que la tendencia haya cambiado; por el contrario, la crisis social, cuyas manifestaciones más palpables son el desempleo y el hambre, incrementan la migración como se evidenció en el Mediterráneo y en Centroamérica con la migración “irregular” en el 2020, y como atestiguan los hechos de este año donde se presenta un aumento de la migración en las diferentes partes del mundo. Los migrantes, especialmente los “irregulares” o “ilegales” son fuerza de trabajo barata para moler en las fábricas y súper-explotar, a la vez que para presionar la rebaja de los salarios en todas partes (sin seguridad social, sin prestaciones, sin ninguna garantía), como ha ocurrido en Colombia con los migrantes venezolanos en diferentes actividades, y escandalosamente en la recolección de la cosecha del café en los últimos años.
Los hechos indican que las emergencias sociales, sanitarias, migratorias… en fin, que la verdadera pandemia, es el capitalismo imperialista mundial, que ya no se trata de resolver la situación de uno u otro país, de atender una u otra calamidad de las masas trabajadoras, en un municipio, país o región, sino de resolver el problema de la incompatibilidad del sistema capitalista de la explotación asalariada con la vida y progreso de la sociedad mundial, con el trabajo social mundial, con las fuerzas productivas mundiales, lo cual implica extirpar la causa de fondo: la propiedad privada sobre los medios de producción, con la fuerza de la Revolución Proletaria Mundial. No existe otra solución a los padecimientos y tragedias de los proletarios de todos los países que su lucha revolucionaria común.