La realidad a la que los proletarios nos enfrentamos hoy es desgarradora y profundamente injusta. Mientras el pueblo trabajador lucha día a día por sobrevivir, las fortunas de las clases explotadoras y opresoras han crecido a un ritmo vertiginoso. Según datos recientes de la revista Forbes, los milmillonarios colombianos están más ricos que nunca: David Vélez —fundador y CEO de Nubank, uno de los bancos digitales más grandes del mundo— tiene una fortuna de 12.470 millones de dólares; Jaime Gilinski Bacal —principal accionista del banco GNB Sudameris y accionista mayoritario del banco británico Metro— posee una fortuna de 7800 millones de dólares; y Luis Carlos Sarmiento Angulo —presidente y propietario mayoritario del Grupo Aval, uno de los conglomerados financieros más importantes de América Latina— cuenta con un patrimonio de 6700 millones de dólares.
En medio de la crisis más estranguladora que las clases dominantes han impuesto sobre los hombros de la clase obrera colombiana, las fortunas de las clases explotadoras y opresoras se han disparado a gran velocidad. En el año 2000, en Colombia había solo un milmillonario con un patrimonio de 1100 millones de dólares; ahora, en el 2024, tras una pandemia que significó ruina para la pequeña burguesía y miseria, hambre y muerte para el proletariado y el campesinado colombiano, el país cuenta con 4 milmillonarios con un patrimonio combinado de 30.200 millones de dólares. Esto no es casualidad, es el resultado de un sistema económico y político diseñado para, gobierne quien gobierne, favorecer a los ricos a expensas de todo el pueblo trabajador.
El Estado burgués y su congreso mafioso, sin importar realmente quien esté en la figura representativa del Gobierno, legislan en favor de los imperialistas, los capitalistas y los terratenientes.
Mientras las clases explotadoras y opresoras concentran la riqueza en unas pocas manos parásitas ¿qué tenemos los trabajadores del campo y la ciudad en respuesta? Leyes que perpetúan la desigualdad, la superexplotación y la miseria; privatizaciones que saquean nuestros recursos, exenciones fiscales que desangran las arcas públicas…
Al tiempo que los milmillonarios celebran sus fortunas obscenas, nuestras compañeras de las comunidades indígenas y afrocolombianas enfrentan una realidad lacerante: según el DANE, el 64,6 % de las mujeres indígenas y el 47,3 % de las mujeres afrocolombianas viven en la pobreza, luchando cada día por acceder a servicios básicos y oportunidades económicas dignas.
Esta es solo una pequeña muestra del poder al que el proletariado se debe enfrentar, un poder concentrado en esa estructura del Estado burgués tan defendida por los reformistas. Igualmente, esta es la exhibición más concreta de la contradicción principal entre los proletarios y la burguesía.
Pero, donde hay opresión hay resistencia y la historia muchísimas veces nos ha enseñado que la lucha directa y en las calles es nuestra arma más poderosa. La experiencia del Levantamiento Popular del 2021 y las Asambleas Populares de ese período nos han señalado el camino para hoy retomarlo: la construcción del nuevo poder desde abajo y en las calles. Las Asambleas Populares son el mejor entrenamiento para preparar a todos los trabajadores, campesinos, mujeres, jóvenes… para derrocar, con la violencia obrera, el poder de los capitalistas, los terratenientes y los imperialistas.
Es hora de unir nuestras fuerzas, de levantarnos, no solo para mitigar las más urgentes necesidades del pueblo trabajador, sino para solucionar los grandes problemas del pueblo y la sociedad colombiana: la opresión y la explotación. No podemos descansar hasta que quienes todo lo producen sean quienes todo lo gobiernen.
Todos a la Asamblea Nacional Popular Independiente, que se realizará en Cali el sábado 13 y el domingo 14 de julio.