En su cuenta de Veeduría el ESMAD dio a conocer la pretensión del régimen mafioso de Duque de promulgar un decreto antiterrorista destinado hacia el control de las universidades, escuelas y juventud. Según el comunicado, el decreto analiza que “los procesos de radicalización se observan principalmente en jóvenes“, de allí que elabore una supuesta “estrategia para la prevención de la radicalización o extremismo violento”.
Desde que se desató el gran levantamiento del 21N del 2019 y el levantamiento juvenil del 9 y 10 de septiembre del presente año, al régimen mafioso no le ha bastado con el terror que hasta ahora ha ejecutado para contener el descontento y el empuje revolucionario popular, sino que se ve obligado a dar un paso más y perfeccionar sus métodos de terror, que hasta el momento ha usado de la siguiente forma: terror abierto a través de masacres ejecutadas por miembros de la fuerza pública como las del 9 y 10 de septiembre en Bogotá, donde resultaron más de 12 personas asesinadas y más de 70 heridos por las balas policiales; allanamientos ilegales y montajes judiciales para incriminar dirigentes de partidos de oposición y luchadores sociales, ejecutados con la intención no solo de judicializar a los perseguidos y allanados, sino buscar información en computadores y celulares para luego amenazar y realizar asesinatos a través de sus mercenarios, violando toda la formalidad de la legalidad burguesa; manipulación mediática para separar el movimiento más radical del resto de la masa descontenta a través de las patrañas del “vandalismo”, “infiltración guerrillera del movimiento”, etc.; uso de operaciones de bandera falsa y “vandalismo de la fuerza pública” para luego achacarle los supuestos daños a los luchadores populares utilizando sus medios de comunicación; ello sin mencionar el terror mafioso en campos donde los distintos grupos se disputan el negocio de la droga, donde el Estado y sus fuerzas armadas luchan activamente en favor de alguno de los bandos en lucha. Además, ya es común que el régimen use provocadores que infiltran los movimientos radicales para luego desarticularlos mediante capturas.
Con la nueva ley buscan girar más recursos y personal a la actuación terrorista y criminal que adelanta el régimen mafioso en su vano intento de contener el empuje y descontento popular, además de quitar las trabas legales que maniatan la actuación de sus esbirros. Todas las maniobras muestran la preocupación del régimen mafioso ante la marea revolucionaria, en especial de la juventud, y como en todas partes en donde la burguesía se ve en apuros, muestra sin escrúpulos que es capaz de ejecutar los medios más viles para defender sus mezquinos intereses. Pero como ha mostrado la historia, todas esas medidas represivas y de terror no pueden evitar la revolución y los levantamientos populares, pues estos parten del mismo desarrollo económico de la sociedad y de la lucha de clases, en donde los revolucionarios y el partido de la clase obrera no hace sino darle un empujón para que todo el viejo y podrido sistema se derrumbe.
A la juventud obrera luchadora y revolucionaria le queda aprender a conocer las normas de la severa discreción conspirativa, aprender el correcto uso de los modernos medios de comunicación para evitar en lo posible los golpes del enemigo, pero sobre todo, aislar las ideas reformistas del movimiento de masas, pues son sus representantes los más interesados en sembrar confianza en el Estado asesino y en desprestigiar la lucha social y popular. Dicha tarea se puede cumplir haciendo crecer el movimiento y trabajando por vincular al proletariado industrial a la lucha. Las organizaciones clandestinas tienen que pasar a aplicar aún con mayor rigor las normas de la severa discreción conspirativa.
El libro Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión de Víctor Serge, conserva plena validez y debe ser estudiado detenidamente para los tiempos que se avecinan y enfrentar eficazmente la represión del régimen mafioso y paramilitar, que en apariencia es fuerte, pero en esencia está condenado a sucumbir no solo por sus propias contradicciones y descomposición interna, sino por el imparable empuje popular que apunta a la revolución social en Colombia.