Las cifras de feminicidios en Colombia dan escalofríos. En 2020, 33 niñas y adolescentes fueron asesinadas, de un total de 227 feminicidios reportados para ese año. Sin embargo, hay 259 casos más en verificación para confirmar si estos asesinatos y suicidios fueron o no feminicidios realmente, 17 de estos de niñas. Para el 15 de enero de este año, ya se habían cometido 17 feminicidios, incluyendo los de María Ángel Molina Tangarife de 4 años y el de María Alejandra Orobio de 11 años.
Por eso las mujeres alzaron su puño combativo contra el Estado asesino y la justicia de los ricos que deja en la impunidad gran cantidad de estos crímenes. Exaltamos las concentraciones que realizaron el 15 de enero frente a Medicina Legal en Bogotá, Manizales, Medellín, Buenaventura y otras partes del país, para denunciar la violencia machista y la podredumbre del Estado de los opresores, cuya justicia no les brinda a las mujeres del pueblo ninguna garantía para detener las agresiones en su contra. Se concentraron para solidarizarse con las víctimas y sus familias, las cuales han sido blanco de feminicidios, violaciones, torturas y desapariciones en todo el país. Para demostrar que están unidas contra el Estado opresor; contra los medios de comunicación que sexualizan la publicidad con sus cuerpos; contra las iglesias que las condenan a ser apéndices y costillas del hombre; contra la Policía y el Ejército que no las cuida sino que las viola y asesina; contra esta asquerosa sociedad capitalista que las oprime a todas y que superexplota doblemente a las obreras del campo y la ciudad, tanto en el hogar como en las fábricas, cultivos, minas, comercios y demás centros de explotación capitalista.
Las mujeres exigieron que no las sigan asesinando por ser mujeres. Exigen que la justicia haga su trabajo y capture a los delincuentes. Gritan a una sola voz que los feminicidios no queden en la impunidad y que cesen de inmediato los feminicidios contra las niñas y adolescentes. Esa lucha, hace parte de la lucha general del pueblo para evitar la degradación física y moral a la que lo quiere condenar las clases dominantes, y en la que las mujeres y niños, son víctimas de un sistema asesino que no respeta sus vidas, porque desde el surgimiento de la división de la sociedad en clases sociales, les dio la autoridad a los hombres de ser los propietarios de “sus” mujeres (esposas, hijas, madres, hermanas) y de las mujeres en general. Las masas populares deben luchar por emancipar a la mujer de las cadenas de la opresión machista, propia de la división social en clases sociales.
Por lo tanto, acabar con dicha opresión exige luchar sin sectarismos de ningún tipo; exige la unidad de las masas populares para luchar contra el poder político y económico de los explotadores para destruir la propiedad privada sobre los medios de producción y con ello destruir las clases sociales. Exige luchar sin fraccionalismos sexistas, es decir, se requiere de la máxima voluntad de unidad, de hombres y mujeres para confrontar por medio de la lucha directa y en las calles, al Estado burgués-terrateniente y su política de muerte e impunidad contra las mujeres del pueblo principalmente.
Motivos hay de sobra para que las mujeres del pueblo se unan a la causa de la construcción del Partido político del proletariado, dispositivo estratégico cuya función es organizar la revolución socialista, unir y dirigir los levantamientos de las masas populares contra el Estado de los explotadores para acercar el día de la rebelión violenta de los productores contra las clases parásitas de la sociedad, causantes de todo tipo de violencia y abusos contra las mujeres.
¡Si tocan a una, respondemos todos!