¡Impedir con la lucha que las clases dominantes aplasten el derecho a la huelga en el magisterio! – Parte 4

¡Impedir con la lucha que las clases dominantes aplasten el derecho a la huelga en el magisterio! – Parte 4 1

«En tiempos normales, pacíficos, el obrero arrastra en silencio su carga, no discute con el patrono ni reflexiona sobre su situación. Durante una huelga, proclama en voz alta sus reivindicaciones, recuerda a los patronos todos los atropellos de que ha sido víctima, proclama sus derechos, no piensa en sí solo ni en su salario exclusivamente, sino que piensa también en todos sus camaradas, que han abandonado el trabajo junto con él y que defienden la causa obrera sin temor a las privaciones». V. I. Lenin, Sobre las huelgas.

Las senadoras María Fernanda Cabal y Paloma Valencia, junto a dos representantes a la Cámara por el «Centro Demagógico» han propuesto un proyecto de ley con el que buscan prohibir la huelga en los servicios públicos y esenciales. Con ello atacan, ante todo, al magisterio colombiano y su defensa a la educación pública.

Como siempre, el ala más reaccionaria de la burguesía pretende ganar apoyo político de las masas presentándose como los más interesados en defender lo que el proletariado tiene como más sagrado y característico: su prole.

Ahora invocan la garantía de derechos a «sujetos de especial protección constitucional» y su deseo de garantizar el derecho fundamental a la educación de los niños, niñas y adolescentes, derecho según ellos violentado por los docentes cuando realizan sus «paros de 24 horas».

Dentro de sus argumentos la señora Cabal presenta una tabla con los 14 paros realizados por los docentes entre el 25 de octubre del 2018 y el 5 de mayo del 2021 (y una “cabalada”, el reporte de un paro el 25 de noviembre del 2019 en el que hubo atención normal en un 100 %, según su misma tabla). Es decir, 13 «paros de 24 horas» en el trascurso de 4 años.

Lo que no expone la señora Cabal son las razones de dichos paros; lo que calla es que muchas veces, sobre todo al inicio del año escolar, los docentes deben dejar de prestar el servicio educativo para reclamarle al Estado burgués, o a quien hace sus veces (secretarías de educación, gobernaciones o alcaldías) el cumplimiento con bienes o servicios necesarios para el buen desarrollo de las clases: que se contrate a tiempo el personal de aseo o de vigilancia de las escuelas, a los prestadores del servicio de transporte escolar o el PRAE; o protestan por el pésimo servicio de salud que ofrece Cosmitet (y cabe aclarar que muchas de las clases no se pierden por paros, sino por problemas de salud de los maestros, derivados de la pésima atención en salud); o por el no pago en los tiempos estipulados de lo que con la lucha han logrado incluir en la ley, como el retroactivo del aumento salarial o las primas.

Así las cosas, el responsable de que los profesores declaren cada tanto el paro, es el Estado burgués (a veces los uribistas, con sus viles proyectos de ley que lo que esconden es su deseo de quedarse con el negocio de la educación).

Los paros, las marchas, los mítines, etc. son los medios de lucha a través de los cuales el magisterio busca asegurar que se respeten y protejan no solo sus derechos, sino también los derechos de los niños, niñas y jóvenes del pueblo, que solo pueden formarse en virtud de que aún existe la educación pública. Gracias a esas acciones de lucha del magisterio es que se han logrado garantizar unos mínimos de calidad en la educación de los estudiantes colombianos y exigir que los recursos se utilicen de manera efectiva para beneficiar a los estudiantes y a la educación en general, y no a los amigos de los uribistas que están muy acostumbrados a “abudinearse” el dinero de la educación pública.

La señora Cabal alega que, de acuerdo con el Código Sustantivo del Trabajo (CST) y su normatividad frente a las huelgas, los paros de 24 horas de los maestros no cumplen esos requisitos. Pero, como reza la consigna «Solo la lucha nos da lo que el patrón con su ley nos quita», los maestros hemos conquistado el derecho al paro en los hechos, saliendo a la calle y peleando por lo que es justo para nuestro gremio, para nuestros estudiantes y sus familias. Del mismo modo como los jueces tienen prohibido hacer huelga, por ser parte de un servicio público contemplado en el artículo 430 del CST, pero en los hechos ellos han hecho huelgas y las han ganado.

Y si al uribismo le interesara acabar con los paros del magisterio, acabaría con las causas de los mismos:

  1. Que se realice contratación directa por parte de las secretarías de educación de todo el personal de aseo y vigilancia de las instituciones educativas; aspectos cruciales para garantizar la seguridad y el bienestar de los estudiantes.
  2. Que desde el primer día de clase y hasta el último esté garantizado el transporte escolar y un refrigerio realmente nutritivo para los estudiantes.
  3. Que los docentes cuenten con un buen servicio de salud y que, ante todo, sea salud preventiva.
  4. Que las secretarías paguen a tiempo.

Si a los politiqueros le interesara defender el derecho fundamental de los niños, niñas y jóvenes a la educación, tendrían que estar peleando por que se reduzca la cantidad de estudiantes por grado, porque a todas luces la educación de calidad debe tener en cuenta que el aprendizaje se beneficia cuando los estudiantes reciben atención a sus necesidades educativas individuales, retroalimentación más detallada y evaluación más precisa de su desempeño, y eso es lo que no se puede brindar en unas aulas donde hacinan a 30, 35, 40 o 45 estudiantes.

Si a los politiqueros le interesara defender una educación que permita «el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los demás bienes y valores de la cultura», tendrían que estar peleando por que los colegios y las escuelas públicas cuenten con recursos educativos adecuados y aulas bien equipadas, con: laboratorios y bibliotecas escolares bien dotadas para fomentar la lectura y la investigación; material didáctico, como proyectores y herramientas interactivas que permitan un aprendizaje más visual y accesible; tecnología, como computadoras, tabletas y software educativo, que permitan el acceso a información actualizada y la posibilidad de aprendizaje en línea; sillas y mesas cómodas y ergonómicas para que los estudiantes puedan concentrarse en el aprendizaje; espacios para actividades deportivas y recreativas; aulas acogedoras y atractivas, con colores y decoración que estimulen la concentración y la creatividad, con iluminación y ventilación natural y artificial suficiente y ajustable para crear un ambiente de aprendizaje confortable y evitar la fatiga visual…

Si a los politiqueros le interesara defender el derecho fundamental de los niños, niñas y jóvenes a la educación, tendrían que estar peleando por que en las instituciones educativas cuenten con docentes capacitados en educación inclusiva, adaptaciones curriculares y recursos didácticos adecuados para atender a todos los estudiantes; servicios de atención psicológica para ayudar a los estudiantes a enfrentar desafíos emocionales, sociales o de aprendizaje; personal de enfermería para brindar atención médica básica, administrar medicamentos cuando sea necesario y responder a situaciones de emergencia de salud. Pelearían por que el programa de alimentación escolar proporcione comidas nutritivas, lo que es esencial para el desarrollo físico y cognitivo de los estudiantes; porque se cuente con asesores escolares que trabajen con los estudiantes y sus familias para compartirles estrategias de disciplina efectivas y técnicas de estudio que contribuyan al mejoramiento del rendimiento académico de los estudiantes.

En fin, garantizar el derecho fundamental a la educación va muchísimo más allá de asegurar que los docentes estén a diario en las aulas de clases con sus estudiantes. Dado que los politiqueros no están peleando ni pelearán por estos aspectos, mucho más determinantes en la calidad de la educación, es claro que solo están utilizando a los niños, niñas y jóvenes como el caballo de Troya para entrar a atacar la educación pública, a quienes la defienden y a las armas que tenemos los obreros para pelear por nuestros intereses: la huelga, el paro, la marcha, la movilización directa y en las calles.

Así las cosas, claro está que lo que el uribismo está atacando es el derecho a la huelga, y lo ataca porque la burguesía comprende muy bien que las huelgas abren los ojos a los obreros, por eso les tienen tanto miedo y se esfuerza a todo trance por prohibirlas. Cabe recordarle a la señora Cabal, a la burguesía y a todo el movimiento obrero, lo que señalaba el camarada Lenin en su texto Sobre las huelgas (bibliografía básica que todo proletario debería de leer):

• las huelgas son determinadas por la naturaleza misma de la sociedad capitalista, significan el comienzo de la lucha de la clase obrera contra esa estructura de la sociedad; 
• cada huelga recuerda a los capitalistas que los verdaderos dueños no son ellos, sino los obreros, que proclaman sus derechos con creciente fuerza; 
• en cada huelga crece y se desarrolla en los obreros la conciencia de que la burguesía es su enemiga, y de que la clase obrera debe prepararse para luchar contra ella, por los derechos del pueblo; 
• la huelga enseña a los obreros a comprender cuál es la fuerza de los patronos y cuál la de los obreros; enseña a pensar, no sólo en su patrono ni en sus camaradas más próximos, sino en todos los patronos, en toda la clase capitalista y en toda la clase obrera;

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Los obreros de la educación, los estudiantes y las familias obreras debemos ir más allá de los paros de 24 horas e iniciar una lucha más porfiada en defensa de la educación pública, gratuita, científica y de calidad. Debemos defender juntos, con lucha directa, nuestras reivindicaciones, recurrir a las verdaderas huelgas para impedir que se privatice la educación pública o se la siga desfinanciando. Salir a la calle para exigir que la educación deje de servir para formar los esclavos asalariados que van a enriquecer a un puñado de parásitos, y nos permita comprender el mundo y transformarlo para que los trabajadores puedan realmente vivir como seres humanos.

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