El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, es odiado por amplios sectores del pueblo, por ser un defensor abierto de los monopolios y utilizar métodos reaccionarios al darle tratamiento militar a las exigencias de las masas cuando estas salen a reclamar sus derechos. Ante el descontento general y la necesidad de enfrentar sus medidas antipopulares, algunos partidos reformistas y varios luchadores engañados por la «novedad» se propusieron recoger firmas para revocar el mandato del odiado personaje. Sin embargo, la misma mutilada democracia burguesa que «garantiza» la revocatoria, le puso trabas a esa figura legal. Por ahora, tanto Peñalosa como los impulsores de la revocatoria, se encuentran a la expectativa de lo que diga el Consejo Nacional Electoral.
Las revocatorias en general son un desgaste inútil, incluso en el marco de la recortada democracia burguesa, pues dicha figura nunca le ha servido al pueblo para nada. De los 166 casos en que se han impulsado revocatorias, solo 50 fueron a las urnas y en ningún caso ha sido destituido funcionario alguno del podrido Estado colombiano. Para el pueblo trabajador es tan inservible esta figura de la democracia de los ricos, que hasta los peñalosistas inscribieron un comité a favor de la revocatoria del alcalde, fundamentado en absurdos, únicamente para burlarse y demostrar lo inservible de dicho mecanismo. La revocatoria cuando más, solo puede «bajar» a un verdugo para «subir» a otro igual o peor que defienda los mismos intereses de la burguesía y los terratenientes. Con cara o con sello, pierde el pueblo.
Los reformistas, siembran en las masas populares ilusiones en la dictadura de los ricos al impulsar este tipo de mecanismos democrático burgueses. Esta vez los comités más fuertes son impulsados por movimientos y partidos políticos como Marcha Patriótica, MOIR, Unión Patriótica, Polo Democrático y Progresistas. Todos defensores del Estado y la democracia de los dueños del capital, principal enemigo de los obreros y campesinos, el cual no puede ser reformado para ser aprovechado por las masas trabajadoras como ilusamente buscan hacerlo los socialdemócratas y revisionistas, que le hacen creer al pueblo que la brutal dictadura burguesa puede ser más “democrática, humana, pacífica”. Este veneno ideológico ha tenido algún eco entre sectores de las masas que hoy son empujadas a 70 revocatorias en diferentes partes del país.
Los obreros y campesinos deben canalizar su descontento y odio contra el Estado de dictadura de la burguesía, los terratenientes e imperialistas, uniéndose contra sus centenarios enemigos para generalizar la lucha que en verdad haga retroceder a las clases dominantes, conquistando ahora sus reivindicaciones inmediatas con la Huelga Política y el combate en las calles, desechando las ilusiones revocatorias que sus amigos reformistas difunden ante su falta de fe y confianza en las poderosas fuerzas del pueblo.
El pueblo trabajador debe desechar las ilusiones revocatorias además, porque el Estado de los ricos es una máquina podrida hasta los tuétanos que no tiene salvación ni arreglo posible, porque está hecha para defender los mezquinos intereses de la minoría explotadora y someter por la fuerza a la mayoría explotada.
El Estado de los ricos no puede ser reformado para ponerlo al servicio de los pobres, sino que debe destruido por medio de la violencia revolucionaria del pueblo, para levantar sobre sus ruinas un nuevo tipo de Estado, sin burocracia y ejército permanentes, sin corrupción ni latrocinio, sin funcionarios privilegiados, como lo hicieran los obreros y campesinos hace 100 años en Rusia, cuando establecieron el poder de los Soviets (Asambleas) de obreros y campesinos armados: la democracia directa del pueblo armado.
Por buenas que sean las intenciones de quienes promueven las revocatorias, en la realidad están sembrando ilusiones y contribuyendo a reforzar el poder económico, político e ideológico de los capitalistas, pues su «solución», además de ser inútil, contribuye a marchitar el espíritu de lucha, y a distraer y desviar a las masas de sus máximas aspiraciones: la revolución socialista. Única solución de fondo a los grandes problemas de la sociedad colombiana.