El pasado 6 de octubre, Jefferson Steven Baquero, joven de 20 años, apareció muerto en la Estación Norte de la Policía de Ibagué. Jefferson fue detenido en medio de una riña callejera menor y fue trasladado dizque porque portaba un arma cortopunzante, lo que fue desmentido por su hermana Yuri Baquero y otros testigos. Unas horas después, el joven fue encontrado en la celda muerto, supuestamente —según la versión policial— se colgó con los cordones de sus zapatos.
Las inconsistencias son muchas, por lo que todo apunta a que Jefferson fue asesinado por la Policía Nacional. Una de esas inconsistencias tiene que ver con el hecho de que, cuando una persona es detenida, le hacen quitar la correa y los cordones de sus zapatos, para evitar que se presenten este tipo de situaciones o ahorcamientos en riñas entre los detenidos o con los policías. Otra, es que el joven ya estaba amenazado por un policía que en el pasado le había dicho: «Te tengo entre ojos y cuando vuelvas acá: te voy a matar».
La Justicia Penal Militar decidió pasar el caso a la justicia ordinaria, porque: «El Fiscal 2426 Militar y Policial de Conocimiento inició una investigación donde se recolectaron elementos materiales probatorios suficientes para determinar la existencia de una ruptura del nexo entre el servicio y la conducta, razón por la que estas diligencias se remitieron de manera inmediata a la justicia ordinaria» (s.n.). Es decir, ya hay indicios desde la propia Justicia Penal Militar que apuntan a que lo sucedido con Jefferson no tiene nada que ver con un procedimiento policial legal, sino que algo extralegal sucedió dentro de la celda en que se encontraba el joven.
El asesinato de Jefferson demuestra por enésima vez que la Policía Nacional -al igual que las Fuerzas Armadas, de inteligencia, etc.- hace parte del pilar central del Estado burgués colombiano; que, a pesar de que hoy la Presidencia de la República se encuentre bajo la dirección de un gobierno reformista como el de Petro, la estructura del poder estatal se encuentra intacta bajo el dominio de los capitalistas y los terratenientes. El Estado de los explotadores es tan fuerte que ningún cambio de gobierno, de presidente, etc., es capaz de hacer cambiar su esencia de ser una máquina al servicio de las clases dominantes, que muele fuerza de trabajo viva en los centros de explotación capitalistas del campo y la ciudad; de ser una maquinaria que usa el terrorismo de Estado contra las masas pobres del país para oprimirlas con sevicia.
Los hechos demuestran que no basta con hacer un cambio cosmético o superficial cambiando de presidente. De fondo, se necesita hacer un cambio radical en la sociedad colombiana destruyendo el Estado burgués-terrateniente por medio de la violencia revolucionaria e instaurando un nuevo poder de los obreros y los campesinos que le garantice la vida a los jóvenes del pueblo, que rompa con la separación que existe entre los organismos de seguridad del Estado de los capitalistas y las masas trabajadoras, por medio del armamento general del pueblo, siendo esta la base de ese nuevo Estado tipo Comuna. Un nuevo Estado en el que se juzguen los crímenes en Tribunales Populares en los que las masas ejerzan justicia real y efectiva sobre los asesinos del pueblo o en los que se diriman las contradicciones en el seno del pueblo por medio de la crítica-autocrítica, la educación política y algunas acciones o medidas que efectivamente sirvan para «tratar la enfermedad y salvar al paciente».
Nos solidarizamos con la familia y amigos de Jefferson Steven Baquero, con el pueblo donde creció este joven, que ya se enfrentó a la bota represiva del UNDMO en medio de un mitin de protesta que convocaron frente a la Estación de Policía donde fue asesinado. Esa es la respuesta criminal del Estado de los explotadores: en vez de justicia efectiva y real para su familia, les da represión por medio de gases, bolillo y golpes. Rechazamos estas agresiones y llamamos a redoblar la lucha directa contra ese pútrido Estado que asesinó a Jefferson Steven.