Conquistar la independencia de clase con lucha y organización revolucionaria

Conquistar la independencia de clase con lucha y organización revolucionaria 1

Terminaba la hegemonía conservadora, y el 7 de agosto de 1930 se posesionaba como presidente el liberal Enrique Olaya Herrera; habían pasado prácticamente dos décadas en las que quedaba siempre elegido un miembro del Partido Conservador, que para la época claramente representaba los intereses económicos de los terratenientes, una clase aristócrata, reaccionaria, reminiscencia de la sociedad feudal que sigue existiendo en el capitalismo.

Habían pasado dos años de la masacre de las bananeras, en la que el Estado colombiano demostró su “patriotismo” mandando al Ejército Nacional a dispararles a miles de obreros colombianos tercerizados de la United Fruit Company, que estaban en huelga exigiendo a la empresa estadounidense cumplir con las leyes colombianas. El presidente era el conservador Miguel Abadía Méndez y en parte, la sangre obrera que corrió en Ciénaga, Magdalena entre el 5 y 6 de diciembre de 1928, ayudó para terminar con ese periodo reaccionario.

El Partido Liberal representante de la burguesía, para la época era lo que hoy llamamos los “alternativos”, opositor de las ideas retrógradas, impulsor del desarrollo del capitalismo tanto en el campo, como en la ciudad, de la Revolución en Marcha como pregonaba Alfonso López Pumarejo el presidente que siguió a Olaya Herrera; un partido que denunció los crímenes cometidos por el Estado en manos de los conservadores, defensor de palabra de los derechos de los trabajadores y la alternativa de cambio que necesitaba la sociedad colombiana, según el discurso de la época.

La clase obrera venía de un periodo de lucha por mejorar sus condiciones económicas y políticas, pues tuvo que conquistar desde el derecho a un descanso, pasando por la prohibición del trabajo infantil, mejores salarios, salud, educación, hasta el derecho de organizarse en sindicatos y hacer huelgas. Había peleado defendiendo sus intereses contra las clases dominantes, enfrentándose al Estado, que se suponía defendía los derechos de “todos los ciudadanos”; pero qué curioso, los de los trabajadores, campesinos pobres, e indígenas no, por el contrario, recibían como respuesta a sus justas reivindicaciones, cárcel, garrote y bala. Eso sólo confirmaba lo que ya habían dicho Marx, Engels y Lenin sobre el Estado como máquina de opresión y dominio al servicio de las clases más poderosas económicamente, dueñas de los medios de producción.

Para 1930, la clase obrera había adquirido un mayor nivel de conciencia sobre su papel en la sociedad, el papel del Estado, y por tanto la comprensión de defender sus intereses, así como los de las capas pobres del campo, manteniendo la independencia de clase, por lo que se constituyó en Partido. Nace el Partido Comunista de Colombia del seno del Partido Socialista Revolucionario que durante la década del 20 dirigió importantes huelgas y luchas del movimiento obrero. El PCC a pesar de estar influenciado por las ideas de la Internacional Comunista, sus cuadros y militantes contaban con una escasa asimilación de las ideas socialistas y para 1936, el partido había perdido la independencia de clase y como derivado de esto, el movimiento sindical terminó en manos de los liberales.

El gobierno de Alfonso López Pumarejo (1934-1938), presentaba un programa progresista, proponía una reforma constitucional, tributaria, agraria, universitaria, judicial, laboral y de relaciones exteriores. La reforma tributaria establecía el impuesto directo, y que las industrias y grandes empresas tributaran más que antes. La reforma agraria aspiraba a redistribuir la tierra y ponerla en manos de quienes la trabajaban. La reforma laboral, reglamentaba las relaciones obrero patronales, lo que en la práctica era la intervención directa del Estado regulando la lucha; huelgas sí, pero sin salirse del marco legal; organizaciones sindicales sí, pero los patronos también tenían derecho a crear sindicatos y así por el estilo con toda la legislación laboral. El Partido Liberal, dividiendo al movimiento sindical, creó la CTC en 1935 y en el PCC la línea de derecha se fortalecía declarando el apoyo incondicional a López Pumarejo.

El movimiento obrero perdió su independencia de clase; bajo el argumento de que López, como liberal progresista prometía desarrollo y una que otra reivindicación para los trabajadores, se permitió la injerencia directa de los enemigos del pueblo en las organizaciones de lucha de las masas para maniatarlas, para impedir que lucharan por sus derechos, tanto así que en el Segundo Congreso Obrero en Cali en 1938, se declaró el apoyo al gobierno y se restringió el derecho de huelga, se declaró que solo se apoyarían aquellas huelgas que hicieran uso de los requisitos establecidos por la ley para su realización. La razón es el temor de que estas huelgas sean utilizadas como pretexto por parte de la oposición para destruir definitivamente el acercamiento político alcanzado entre las organizaciones populares y el Partido Liberal en general y el Gobierno lopista en particular. A partir de ese momento cualquier sindicato afiliado debe obtener permiso de la Confederación para poder realizar un paro. Cualquier sindicato que quisiera luchar contra sus patronos, fuera quienes fueran, no lo podía hacer si esto entorpecía al gobierno “progresista”.

Abandonar la independencia de clase, significa perder derechos conquistados, al igual que la iniciativa de las masas luchadoras para ir a la ofensiva y conquistar otros más. Es importante comprender que ningún Estado es imparcial y que bajo el capitalismo éste defiende los intereses de las clases dominantes, ya sea que lo gobierne un partido de derecha, un partido liberal-burgués, una coalición progresista o una supuesta izquierda, eso no cambia la esencia de ser un Estado al servicio de los explotadores; para la clase obrera, es un error respaldar incondicionalmente, un gobierno o un régimen porque prometa reformas, de las cuales unas se cumplirán, muchísimas otras no; en la década del 30 en adelante, en pleno desarrollo del capitalismo, las clases dominantes concedieron derechos, entregaron migajas gracias a la unidad, organización y lucha del proletariado en su Partido político revolucionario y al apoyo que obtuvo de otras clases aliadas. Pero en pleno siglo 21 en medio de una crisis muy profunda del sistema capitalista-imperialista y de las dificultades del Movimiento Comunista Internacional (confusión ideológica, impotencia política y dispersión organizativa en Colombia y en el mundo) los capitalistas no cederán; por el contrario, seguirán apretando, por lo que la clase obrera, si no quiere dejarse degradar física y moralmente, debe seguir luchando contra sus enemigos de clase, mientras briega a organizar su organización política de combate.

El proletariado y el campesinado pobre no pueden entregarse de “patas y manos” al nuevo gobierno del Pacto Histórico. Mantener la independencia de clase consiste en luchar por conquistar todas las reivindicaciones que fueron exigidas tanto en el paro del 2019 como en el estallido social del 2021, reclamando al nuevo gobierno que las cumpla como lo prometió o garantizándolas con su propia fuerza organizada y lucha en las calles. Si las direcciones de las centrales obreras, o las organizaciones que se llaman comunistas o revolucionarias como el PCC, o las organizaciones alternativas o guerrilleras condenan de alguna forma la lucha del pueblo bajo el argumento de que pueden ser utilizadas por el uribismo y pueden “entorpecer” al gobierno “progresista” confirmarán su papel de ser traidores de la causa del pueblo y así como actuaron en el pasado, quedará para la historia que se arrastraron a la cola de las clases explotadoras y asesinas y le dieron la espalda al pueblo luchador.

¡Ni el Estado ni los politiqueros, solo el pueblo salva el pueblo!
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