La explotación capitalista también es violencia contra la mujer

La explotación capitalista también es violencia contra la mujer 1

Cuando se menciona la violencia contra la mujer, las primeras imágenes que suelen aparecer en nuestra mente son las de acoso, agresión física, abuso sexual, desapariciones o asesinatos. Estos hechos, cada vez más visibles y repudiados, han sido evidenciados por el creciente movimiento de mujeres y colectivos que luchan por exponerlos y llaman a toda la sociedad a condenarlos. Sin embargo, el capitalismo esconde otra forma de violencia, que alimenta a todas las demás expresiones de violencia contra la mujer, más destructiva pero aparentemente menos visible.

Más allá del conflicto entre los géneros, el capitalismo ejerce su violencia sobre las mujeres mediante la explotación asalariada, donde las mujeres sufren espantosas condiciones de desigualdad, precarización, salarios más bajos y acoso que se extiende de lo laboral a lo sexual. Estas manifestaciones no son accidentes ni «desafortunadas condiciones laborales», sino la cruda forma en que el sistema capitalista extrae el máximo de rentabilidad, aprovechándose de la situación de las trabajadoras.

A pesar de las buenas intenciones de quienes pretenden hacer emplastos y remiendos al capitalismo, la persistencia y agudización de la crisis económica, desde el 2008 descarga sus consecuencias en las oprimidas y explotadas; para la muestra: la tasa de desempleo femenino en Colombia alcanzó el 10,3 % en junio de 2024, mostrando un aumento de un punto porcentual en comparación con el mismo mes del año anterior. Aunque el desempleo es un problema intrínseco del capitalismo, es el proletariado femenino el que más se ve afectado con cifras que van en ascenso, revelando la mayor vulnerabilidad del proletariado femenino frente a los despidos y la inestabilidad laboral.

A nivel salarial, la situación para las mujeres en Colombia no mejora. De acuerdo con el informe Brecha Salarial de Género en Colombia – 2022, elaborado a partir de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH), comparando información entre 2013 y 2021, la brecha salarial que afecta negativamente a las mujeres es de 6,3 % en el ingreso laboral promedio, es decir que, si los salarios no cubren la producción y reproducción de la fuerza de trabajo, el de las mujeres alcanza muchísimo menos.

Sin embargo, analizando en detalle las cifras se descubre que, el porcentaje de mujeres en trabajos formales es de solo 43,1 %, mientras que el 43,9 % están condenadas a trabajos informales, donde los salarios son más bajos y las condiciones laborales son extremadamente precarias. La brecha salarial en trabajos formales es de 3,1 %a favor de los hombres, mientras que en el sector informal es de un escandaloso 28 %. Todo esto es una muestra más de la actitud significativamente más violenta del sistema capitalista hacia las mujeres, y no es casualidad, sino un mecanismo del sistema para asegurar la maximización de beneficios a través de la explotación de la mitad de la población trabajadora.

Estos datos pueden ser aún peores si se observa específicamente entre el proletariado que recibe los ingresos más bajos en el país, donde las mujeres ganan aproximadamente un 61,5 % menos que los hombres. Esto pone de relieve que es entre los más oprimidos donde las mujeres padecen de manera más intensa la desigualdad.

Las brechas salariales afectan de tal manera a las mujeres porque son ellas particularmente las que se ven perjudicadas con la superexplotación o la extensión de la jornada laboral; esto es: cuando las mujeres tienen hijos o personas a cargo en sus hogares suelen tener jornadas laborales más cortas (no pueden realizar horas extras) lo que limita sus ingresos, pero en el caso de las mujeres que no tienen menores de edad en sus hogares, suelen cumplir más horas laborales sin que su salario aumente significativamente.

De allí que, la lucha por Alza General de Salarios sea determinante y urgente para el conjunto de la clase obrera, en particular para las proletarias. Esta es bandera que recientemente levantaron los trabajadores de Sintrabrinks contra la compañía y que estuvo a punto de llevarlos a huelga; además, porque los salarios que perciben los trabajadores de esa empresa imperialista no han sido mejorados en los últimos 7 años y son las mujeres las más perjudicadas por los bajos salarios. Dadas sus labores en operaciones específicas al interior de la empresa, en muchas ocasiones las compañeras no pueden volver a sus hogares hasta terminar la labor o cumplir la meta, lo que en ocasiones les representa jornadas de más de 12 horas, sin que esto se vea reflejado en sus salarios.

Si tomamos como referencia el informe del DANE del 2022, el movimiento obrero y en particular el movimiento de mujeres debe ampliar su mirada sobre la violencia que ejerce todo el sistema contra la mujer, debe dirigir la lucha desde una perspectiva de clase para llevar sus ideas a los sectores de la producción que en Colombia concentran la mayor fuerza laboral femenina.

Por ejemplo, en sectores como la administración pública, la educación y la salud se concentra aproximadamente el 61,1 % de la fuerza laboral femenina y enfrentan brechas salariales de hasta un 23,5 % a favor de los hombres. Sumado a que, según una encuesta hecha por el medio de comunicación Mutante.org a 300 trabajadores estatales en septiembre del 2023: «Un tercio de ellos, el 27 %, aseguró que su clima laboral es hostil, otro 32 % lo calificó como poco motivante».

Otro de los sectores en los que la violencia capitalista se ejerce sobre las mujeres es en el sector del alojamiento y los servicios de comida, donde el 68,5 % de la fuerza laboral es de mujeres con una brecha salarial de 38,5 % a favor de los hombres. El sector del comercio y reparación de vehículos, donde los roles de atención y venta son ejercidos por mujeres, no se queda atrás, aquí las mujeres representan el 44,6 % de la fuerza laboral y la brecha salarial es del 28,6 % en su contra. En cuanto a las actividades financieras y de seguros, con un 54,4 % de fuerza laboral de mujeres, estas enfrentan una brecha salarial del 5,7 % respecto a los hombres. Lastimosamente, las actividades artísticas, recreativas y de servicios no se quedan atrás, a pesar de contar con casi el 65,3 % de proletarias vendiendo su fuerza al capital en esta rama de la producción, las mujeres enfrentan una brecha del 22,6 % en sus ingresos.

De todas estas cifras se desprende que: los únicos beneficiados con la brecha salarial son el Estado burgués y una minoría capitalista a expensas de la opresión y humillación de la clase trabajadora femenina, por ello es que la lucha no debe ser de género sino de clase contra todo un sistema de opresión y explotación que obliga a las mujeres a aceptar sueldos indignos, sometiéndolas a la nauseabunda esclavitud moderna de los trabajos mal remunerados y sin derechos.

A estas condiciones de desigualdad que viven las mujeres en sus trabajos se suma el acoso laboral y sexual que en la mayoría de los casos ejercen los patrones y jefes inmediatos. Estos casos han venido saliendo a la luz gracias a la presión ideológica y a la movilización creciente del movimiento de mujeres por denunciar que el acoso y abuso sexual se sufre también en las oficinas, las empresas y las fábricas.

Tanta ha sido la presión que la reaccionaria procuradora Margarita Cabello ha tenido que pronunciarse al respecto, una vez reveladas las estadísticas del Observatorio Nacional de Salud (ONS), las cuales muestran que en lo corrido del 2024 se han documentado 3956 casos de acoso sexual, 9798 de actos sexuales abusivos, 10.089 de acceso carnal y 4909 de otras formas de violencia sexual contra las mujeres trabajadoras.

Para el proletariado esto también pone en evidencia que los mecanismos planteados por el propio Estado burgués para moderar su violencia contra las mujeres no sirven; por ello, la creación de una Subcomisión de Género en el Ministerio del Trabajo «para proteger los derechos de las mujeres», que se emitan resoluciones o que el Ministerio lo ocupe una «comunista», no sirve. Para la muestra: en el período de 2021 a 2024 solo se han emitido 113 pliegos de cargos por acoso laboral, que culminan en 69 fallos y solo 32 resultaron en sanciones. La justicia no llegará de manos de los defensores del capital y sus ganancias, pues aunque las leyes existan, son letra muerta que solo sirve para maquillar las brutales contradicciones del capitalismo imperialista.

Aunque las cifras resultan alarmantes, debemos ser conscientes de que es posible un subregistro y que los números sean mucho más altos, pues muchas mujeres se abstienen de denunciar porque aún no encuentran en sus organizaciones y en el movimiento obrero la fuerza y el apoyo para librar esta dura batalla contra todos los explotadores y sus representantes.

Para nadie es un secreto que muchos de los casos de acoso laboral hacia la mujer surgen como represalias cuando estas han tenido la fuerza de rechazar acosos sexuales. Esta violencia, que muchas veces permanece oculta, afecta no solo la salud mental y emocional de las trabajadoras, sino que contribuye a mantener el dominio machista en la superestructura como un poder que asegura la sumisión de la mujer, ya no solo en el ámbito laboral, sino social.

Esta violencia del capital se extiende, además, al sector agrícola, donde trabajan numerosas mujeres en condiciones de extrema precariedad, registra altos niveles de violencia física, psicológica y sexual, exponiendo no solo la doble explotación de las mujeres rurales, sino también que son sometidas tanto al abuso laboral como a las consecuencias de la guerra contra el pueblo. Mientras que las mujeres rurales apenas perciben un salario equivalente al 5,5 % del PIB, en contraste, el valor de sus tareas no remuneradas en el hogar asciende al 19,6 % del PIB nacional.

La lucha de la mujer contra toda esa violencia del sistema capitalista y su Estado también se libra diariamente en la lucha por la cuestión de la vivienda. Esta, cada vez gana más terreno en las principales ciudades de país y es liderada principalmente por mujeres cabeza de familia, desplazadas por cuenta de la guerra contra el pueblo, el despojo a manos de imperialistas y narcotraficantes, o por cuenta del cambio climático.

Esta lucha que se extiende en las ciudades es violentamente reprimida, no solo por el desconocimiento e invisibilidad desde las instituciones del Estado burgués, sino porque ante los intentos de ocupación de territorios por quienes reclaman su derecho a un espacio para construir su vivienda, es la fuerza represora de la policía, la Undmo (Esmad) y demás instituciones de «justicia» al servicio de los ricos las que imponen el garrote, para que la tierra sea solo un derecho para los dueños de monocultivos o de constructoras.

Todo lo anterior nos muestra que la violencia ejercida contra las mujeres bajo el capitalismo no se limita al ámbito doméstico o privado; en el sistema capitalista, el abuso sobre las mujeres es un mecanismo funcional que sirve para perpetuar la explotación laboral y la precarización. Los capitalistas se benefician de todas estas formas de violencia sobre las mujeres trabajadoras que, por su situación y necesidades, se ven obligadas a aceptar condiciones de trabajo degradantes.

Por eso, la lucha contra la violencia hacia la mujer no puede desvincularse de la lucha contra todo el sistema capitalista. Desde las organizaciones obreras y populares urgen los Comités de Mujeres que no solo pongan en evidencia las condiciones que padecen las mujeres, sino que organicen y movilicen a las mujeres para la lucha directa, que obligue a los capitalistas a cumplir con las demandas de todo el proletariado femenino.

Esta lucha no puede estar separada de toda la lucha del movimiento obrero, deben unirse las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras en la exigencia por mejores condiciones laborales, alza general de salarios y ambientes de trabajo libres de acoso y violencia hacia las mujeres.

Todo este movimiento de las mujeres debe dar vida a un Movimiento Femenino Revolucionario que con una plataforma de lucha clara de las batallas por las principales reivindicaciones de las mujeres y de todo el movimiento obrero. Un movimiento que entienda que la emancipación de la mujer pasa por la transformación radical de la sociedad y que la verdadera liberación de las mujeres solo será posible en un sistema que garantice condiciones laborales justas para todos los trabajadores y esto solo será alcanzable con la destrucción de toda la estructura capitalista y la construcción del socialismo.

La emancipación de las mujeres es una tarea revolucionaria que no se logra con promesas de igualdad en un sistema podrido. Es la hora de las mujeres trabajadoras, de las campesinas, de las obreras, de las jóvenes, de las amas de casa. Es la hora de un Movimiento Femenino Revolucionario que haga suya la lucha contra el capitalismo y marche hacia un futuro donde todas las mujeres puedan finalmente ser libres.

¡A construir el Movimiento Femenino Revolucionario!

¡Por la emancipación de la mujer trabajadora y la destrucción del capitalismo opresor!

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