El domingo 6 de marzo, en Montecristo – Bolívar, las masas enardecidas hicieron justicia por su propia cuenta matando al soldado José Amado Gómez Castaño, quien borracho asesinó a tres personas, entre ellas a una niña, y dejó otros tantos heridos.
Ante esta respuesta justa y espontánea de las masas, el Estado infame respondió con el Toque de Queda, en abierta disposición a continuar la matanza contra el pueblo que se levanta ante el podrido orden de los opresores.
Dizque los héroes sí existen en Colombia, dice la propaganda del ejército burgués, pero son sus tropas las principales asesinas del pueblo. Dizque estamos preparándonos para la paz y la reconciliación, anuncia el baboso presidente y sus secuaces, mientras a las masas desarmadas se les fusila miserablemente. Dizque estamos en una época de perdón y olvido (de los victimarios), mientras las clases reaccionarias refuerzan sus tropas genocidas fortaleciendo el presupuesto y continúan asesinando a menores, dirigentes y gente inocente del pueblo.
Por esto los auténticos revolucionarios, señalados por los jefes reformistas y oportunistas de aliados del cavernario uribismo, denuncian que la paz de los ricos es guerra contra el pueblo, que esa es la paz de los sepulcros; que el actual es un régimen democrático burgués, ejecutor de una cruenta dictadura de clase contra el pueblo; que la actual es una guerra reaccionaria donde el ejército, los paramilitares y las guerrillas son todos victimarios de las masas.
Todas las instituciones oficiales y los medios promocionan en estos momentos la cátedra de la paz que recibe la tropa guerrillera, todos los estudiantes en las universidades y colegios son obligados a escuchar la misma cháchara, en medio de una sanguinaria ofensiva contra los explotados y oprimidos. La ideología de la clase dominante y sus mentiras sobre la paz y la reconciliación se difunde con potentes altavoces, mientras la dictadura se ejecuta ante el silencio y la manipulación de los medios. Esta es la democracia y la libertad de prensa que hay en Colombia.
Por su parte, la proxeneta, ladrona y paramilitar cúpula del ejército y la policía se divierte en sus excesos, que van desde la prostitución de la tropa, la condena y el castigo a oficiales y soldados de base, hasta los descarados negocios de enriquecimiento ilícito como los del General Palomino. Podredumbre que lleva aparejada la más brutal represión contra las masas y la degradación de la tropa, sometida al encierro, a los miserables salarios, a la zozobra y al cruel maltrato. Este es el pago que dan los dueños del capital, su dirección asesina y corrupta a quienes ante la necesidad o la voluntad aceptan sumarse a las oscuras fuerzas genocidas que someten al pueblo colombiano a la opresión y la explotación.
La tropa no tiene futuro y permanecer allí sirviendo al interés de los asesinos monopolistas, se paga con la degradación o la locura, con la cárcel o la muerte, como la padecida por el soldado criminal en Montecristo. Los policías y soldados deben rebelarse contra el orden establecido negándose a servir como instrumentos ciegos al servicio de los enemigos del pueblo, y exigiendo mejor trato, aumento del salario, prestar el servicio en el lugar de residencia, libertad y derecho a organizarse.
El pueblo tiene el derecho de ejercer la justicia por cuenta propia. Los revolucionarios reivindican tal necesidad, pero si ésta no se organiza, no podrá garantizarse que sirva para conquistar sus reivindicaciones inmediatas y salvaguardar sus intereses futuros. Un Estado homicida como el colombiano, está para ofrecer metralla y dictar sentencia contra los oprimidos, no para defenderlos, por ello las masas deben actuar de manera organizada e independiente para hacer justicia con sus propios tribunales populares, que solo podrán generalizarse bajo el nuevo Estado de los obreros y los campesinos, cuando sea destruido en sus cimientos el viejo y podrido Estado de los explotadores.