Algunos camaradas y amigos nos han increpado porque en esta ocasión no llevamos a cabo una Campaña Política Antielectoral, como ha sido costumbre, y ello requiere una explicación.
¿Por qué en años anteriores hemos impulsado campañas políticas antielectorales?, ¿por qué ahora solo hemos denunciado algunos casos de los politiqueros en contienda?, ¿qué hemos tenido en cuenta en cada momento y temporada electoral?
Para empezar, hay que volver a insistir en que las elecciones no son un asunto de principios, sino de la táctica. Esto quiere decir que en cada ocasión y circunstancia estamos obligados a analizar la situación concreta para determinar la actuación política, teniendo en cuenta la experiencia del movimiento obrero internacional.
Los comunistas se diferencian de los revisionistas y de todos los reformistas, en que reconocen y denuncian abiertamente que la república democrática burguesa —junto con todas sus instituciones, incluida la farsa electoral— debe ser destruida, ya que es imposible poner esa vieja y putrefacta máquina de dominación de los explotadores al servicio del pueblo. De ahí que la participación en elecciones y en el parlamento, por parte del proletariado, debe contribuir a su destrucción desde adentro y no a su fortalecimiento. Por tanto, hacer labor positiva en el parlamento y ocupar cargos en el ejecutivo del Estado burgués puede considerarse una traición a la causa de la clase obrera.
Además de lo anterior, la decisión sobre la actuación en las elecciones depende de la correlación de fuerzas y del estado de ánimo de las masas. Frente a esto, los revisionistas siempre han planteado que ante la carencia de fuerzas para boicotear la farsa, es obligado participar y recurren a Lenin para justificar su cretinismo parlamentario. Nunca se les ha pasado por la cabeza que se puede y se debe participar de otras formas, tales como realizando una Campaña Política Antielectoral, como lo ha hecho la Unión Obrera Comunista (mlm); realizando una contracampaña como lo hacían los excamaradas del PCR, en Estados Unidos; o como lo hizo el Partido Comunista en Colombia con Eutiquio Timoté en los años 30… En todos los casos, participar en la farsa electoral se justifica: en primer lugar, para hacer propaganda al Programa Revolucionario y, en segundo lugar, para mostrar la podredumbre y propagar la necesidad de destruir el Estado burgués.
¿Qué otras consideraciones deben tener en cuenta los comunistas a la hora de decidir su actuación frente a cada farsa electoral?
Que el centro de gravedad de la lucha de clases está por fuera del parlamento y de las instituciones burguesas: las huelgas, las insurrecciones y cualesquiera otras formas de luchas de masas, en palabras de la Internacional Comunista. Por consiguiente, las elecciones son un asunto secundario de la lucha de clases y, por tanto, un motivo por el cual la clase obrera no debe dividirse.
Que la acción al interior del parlamento y de las instituciones burguesas debe servir a lucha extraparlamentaria y no al revés, como ha sido la costumbre de los revisionistas en Colombia. Que los diputados comunistas también deben hacer trabajo clandestino y actuar bajo las instrucciones de los organismos de dirección del partido de la clase obrera y subordinados a ellos. Esto como medida para evitar que los revolucionarios se conviertan en vulgares politiqueros, sirvientes de los explotadores y enemigos del pueblo.
Además, se debe tener en cuenta la experiencia de las propias masas del país respecto a las elecciones. En Colombia, la histórica abstención electoral mayoritaria del pueblo no ha sido una manifestación de abstencionismo político, sino una posición política espontánea, de rechazo a la politiquería y de desconfianza frente al Estado reaccionario, en el que abundan los fraudes electorales.
Basándose en estas consideraciones es que la Unión Obrera Comunista (mlm) ha realizado campañas políticas antielectorales porque la farsa iba en contravía de la lucha directa de las masas y las desviaba del camino correcto. Una ocasión para transformar la manifestación espontánea de rechazo a la politiquería y de desconfianza en el Estado, en actitud consciente y revolucionaria. Campañas centradas, además, no en la movilización política de las masas contra la farsa, sino en la agitación y la propaganda.
Estas fueron las consideraciones para insistir en esta posición, incluso en las pasadas elecciones del 2022, cuando todos los partidos les propusieron a las masas desistir de la lucha revolucionaria y la rebelión popular, con el engaño de que desde el gobierno se resolverían sus exigencias.
Ahora mismo, los trabajadores pueden darse cuenta por experiencia propia que sus aspiraciones no han sido resueltas porque eso no depende de la buena voluntad del presidente, quien incluso se ha visto obligado a llamar a la movilización de las masas en las calles, para que las reformas sociales —ya recortadas en el Congreso— sean aprobadas.
Esas mismas consideraciones son las que este año nos llevaron a la decisión de no hacer Campaña Política Antielectoral —sin renunciar a denunciar el carácter farsante de las elecciones— para concentrar nuestros esfuerzos en promover la unidad del pueblo para la lucha contra sus enemigos, sin dejarse dividir por la rebatiña de los politiqueros, la cual vergonzosamente ha llegado a la agresión física como le ocurrió en Medellín a una maestra en Asdem.
En estos momentos votar o no votar, votar por X o Y candidato, o en blanco como proponen algunos, no tiene importancia. Tanto porque las actuales elecciones no tienen trascendencia más allá de las regiones, como porque la solución a las reivindicaciones del pueblo solo puede alcanzarse a nivel nacional con la movilización y la lucha en las calles, incluso con el paro.
En resumen, las elecciones son un asunto secundario de la lucha. Los comunistas no pueden ocultar jamás el carácter de las elecciones como una farsa montada por los explotadores, para darle la apariencia democrática a su dictadura de clase. Los comunistas siempre ponen en primer lugar la lucha de clases, extraparlamentaria y extraconstitucional, y participan en la farsa electoral únicamente para contribuir a la destrucción de esa institución, junto con todas las instituciones de la maquinaria estatal burguesa.