No puede ser peor la situación del campesinado. La burguesía y los terratenientes, lacayos y socios de los imperialistas, no solamente insisten en arrebatarle sus tierras a sangre y fuego para sus proyectos agroindustriales, sino además no existe ningún estímulo para la producción agrícola nacional, pues el Estado prefiere importar de otros países a un precio más barato, ya que en esos países sí subsidian el agro, obteniendo así más ganancias. Aparte de esto, los campesinos están sometidos a los comerciantes intermediarios que les compran a muy bajo precio. Por todas estas razones, después de haber sido tan fructífera la labor del campesinado, hoy se ve obligado prácticamente a regalar sus cosechas a la vera de las carreteras, como sucede con la papa y demás productos en diferentes partes del país.
Así lo describía en las redes un campesino productor de papa, no solamente está perdiendo el 100% de la cosecha, sino que, según su propio cálculo, los costos se ven incrementados al 105% por el pago de la mano de obra de la recolección; el comprador no paga más de 10.000 y 12.000 pesos por bulto de 100 libras, que les cuesta $32.000 producirlo, con lo cual trabajan a pérdidas.
Es decir, no puede ser más gráfica la situación: al campesinado desterrado violentamente de sus tierras, ahora las clases dominantes pretenden terminar de despojarlo sometiéndolo aún más a la miseria del hambre en medio de tanta riqueza. En este sentido, yendo más allá y viendo su situación de conjunto con la del pueblo colombiano en general, no es muy distinta: hambre, miseria, vejaciones, salud y educación convertidas en negocio. ¿Y qué le espera al campesinado en las grandes ciudades? Partir de cero, como si no tuviera el bagaje de su experiencia por generaciones, tener que trabajar para poder subsistir y evitar así morirse de hambre en medio de la mendicidad y el oprobio.
Asimismo en medio de la pandemia, el Estado burgués-terrateniente desnudó la improvisación, negligencia e incapacidad del régimen uribista, al no garantizar la compra de los productos a los campesinos ni la distribución o suministro de los mismos a la población en las ciudades. En cambio, los monopolios en una macabra alianza con el régimen asesino de Uri-Duque, garantizaron que los subsidios y créditos del programa Colombia Agro Produce -o la segunda versión de Agro Ingreso Seguro- terminaran nuevamente en manos de los grandes capitalistas, mientras los campesinos pobres regalan su trabajo a la orilla de las carreteras.
¿Qué le queda al campesino por hacer? De inmediato exigir al régimen, supresión de los intermediarios de los productos agrícolas garantizando los precios antes de la pandemia declarada por la OMS, insumos a bajo costo, condonación de las deudas con el sector financiero, salud, educación y capacitación técnica. Además, es necesario trabajar por forjar la alianza obrera-campesina para impulsar la transformación total de esta sociedad, empezando por unirse en los preparativos del Paro General Indefinido como la mejor forma de luchar por conquistar las reivindicaciones más sentidas en el campo y la ciudad, para poder dar de mejor forma las luchas decisivas por su liberación.
En otras palabras, prepararse hoy para avanzar en la lucha por la revolución socialista, significa impulsar el Paro General Indefinido para impedir que el Estado asesine de hambre a las masas del campo y la ciudad, y en el cual deben participar en su preparación y ejecución las dos fuerzas productivas más importantes del país, los obreros y campesinos.