Claudia López, alcaldesa de Bogotá, persigue por medio de la ley y de la represión la protesta en la capital del país. Es enemiga acérrima de las manifestaciones del pueblo en las calles y eso ha quedado demostrado en estos meses que van del 2020. Primero se encargó de perseguir a los jóvenes que se manifestaron en las protestas subsiguientes al 21 de noviembre del 2019, se inventó un “protocolo” terrorista para usar el Esmad –nada diferente a lo que han hecho todos los mandatarios de turno-, envió a golpear a las feministas en el Parque Nacional, reprimió con furia a los habitantes de los barrios populares que reclaman por comida y trabajo en medio del confinamiento obligatorio, realizó desalojos ilegales en medio también de la pandemia y no le basta con eso.
La alcaldesa reformista ahora atenta contra el derecho a la protesta con el Decreto 169 de julio 12 de 2020 según el cual manda sobre: “Aglomeraciones y manifestaciones: restringir cualquier tipo de aglomeración de personas en el espacio público (…) en cualquier caso su incumplimiento podrá acarrear el cierre de la actividad o la disolución de la aglomeración”, pues según ella las marchas –al igual que los días sin IVA- “son aglomeraciones de contagio masivo”. La funcionaria del Estado de los ricos le teme al pueblo, es más, lo odia cuando este se levanta como un solo hombre en las calles y protesta contra el hambre, contra el desempleo, contra la privatización de la salud y la educación. Por eso usa la fuerza de las armas para reprimirlo. Por eso equipara unas cuantas manifestaciones que se han realizado en la capital cumpliendo las medidas de bioseguridad con el gran desorden que formó el régimen uribista en el primer día sin IVA organizado para salvarles la vida a la burguesía industrial, financiera y comercial.
Las afirmaciones de López demuestran el temor que las clases dominantes le tienen a la lucha popular callejera que trastoca todo su orden burgués, porque además saben que se está preparando un Paro General Indefinido que ya venía andando desde las luchas de noviembre del año pasado y que lograron desarmar usando la excusa del Covid-19. Los dueños de los monopolios le temen a la lucha que desafía aislamientos, toques de queda y demás medidas que buscan “regular la protesta”, el cual es el sueño de las clases más cavernarias de la sociedad como la mafia representada en el uribismo y del cual hoy se hace vocera la reformista Claudia López.
La causante de que la curva de contagio se haya elevado es la burguesía que no ordenó el cierre inmediato del aeropuerto El Dorado, que obligó a los obreros a seguir produciendo en sus centros industriales sin medidas de protección, que no le garantizó a las masas populares el sustento diario para poder guardarse en las casas y prevenir el contagio. Lo demás son estigmas burgueses contra la protesta popular que siempre han tachado de “terrorista”, “ilegal”, “innecesaria” y hoy, la alcaldesa reformista la estigmatiza inútilmente como la causante de los contagios, cuando lo único que va a lograr es que esta se agudice en cantidad y en la forma en que el pueblo protestará para mejorar su situación económica y social.
La lucha popular no se va a detener hasta que el pueblo conquiste las reformas que exige en las calles, y que deben ser aprovechadas para que este luche en mejores condiciones por la emancipación total del capital.