El proletariado revolucionario rechaza los recientes bombazos del ELN pero no desde el punto de vista de los reaccionarios y sus cotorras de los medios de comunicación. Los rechaza porque tienen el objetivo reaccionario de presionar la paz de los sepulcros, y más concretamente el cese bilateral de las acciones que le facilite a la cúpula de esa organización una capitulación «digna». Los rechaza además y en general rechaza el terrorismo individual sistemático, pues desde siempre ha defendido que sin la masa de los trabajadores nada pueden las bombas de cualquier índole.
Autoproclamados «salvadores» del pueblo, los jefes del ELN justificaron el bombazo contra el ESMAD en Bogotá como retaliación por los luchadores asesinados por ese escuadrón. Un inútil favor a la lucha popular y sí una justificación más para que las fuerzas reaccionarias persigan e incriminen luchadores como chivos expiatorios.
Los bombazos del ELN, inútiles y perjudiciales para el avance de la lucha revolucionaria de las masas, tienen además el miserable fin reaccionario de presionar la paz en que están empeñados los imperialistas y las clases dominantes colombianas; una demostración más de que detrás del terrorismo individual se esconde el reformismo, como la cara anversa de la misma moneda de la falta de un programa y plan revolucionarios; testimonio vívido de la decadencia de esa organización derrotada ya para emprender cualquier tarea verdaderamente revolucionaria:
- Bombazos para acogerse al plan burgués imperialista de la falsa paz cuya base económica es la legalización del despojo de las tierras usurpadas a los campesinos pobres y medios; traicionados y sacrificados ya en los Acuerdos de La Habana.
- Bombazos para presionar un acuerdo de paz reaccionario que legitimará, como en los Acuerdos de La Habana, el monopolio de las armas en manos de las fuerzas militares y paramilitares que han ahogado en sangre todo grito de rebeldía de las masas populares sometidas a la más cruel superexplotación.
- Bombazos para que los jefes del ELN anuncien su decisión de abandonar la lucha y arriar las banderas de la revolución que un día levantaron, para arrodillarse al poder del capital y firmar la paz de los sepulcros, traicionando el ideario de sus fundadores.
El proletariado consciente llama a los revolucionarios a no claudicar en la lucha contra la burguesía, los terratenientes y el imperialismo; los exhorta a unirse a los esfuerzos por vincularse a las masas y contribuir a preparar la verdadera guerra popular, desechando el camino del bombazo y el terror individual; a comprender que los bombazos de individuos y pequeños grupos aislados no contribuyen a desatar la fuerza revolucionaria de las masas y sí desorganizan e interrumpen esa labor de movilizarlas al combate.
La defensa del terror individual y sistemático como medio para “excitar” e imprimirle un “fuerte impulso” al movimiento obrero, y para “intimidar” al enemigo, es una teoría propia del revolucionarismo y la desesperación pequeñoburguesas, opuesta diametralmente a la educación de las masas y a su papel activo y consciente en la Guerra Popular. Es una teoría inservible a la revolución proletaria y ajena al marxismo que reconoce válido únicamente el terror ejercido por el movimiento de masas como parte de la Guerra Popular, pero sometido a la organización y servicio de la revolución proletaria. “La bomba ha dejado de ser el arma del ‘petardista’ individual y ha pasado a ser el elemento necesario del armamento del pueblo”. [Propuesta de Formulación de una Línea Para la Unidad del Movimiento Comunista Internacional de la Unión Obrera Comunista (mlm)].
En resumen, los comunistas oponen al terror individual, que vuelve a ser noticia en estos días, la paciente labor de preparar a las masas para la guerra popular, para la insurrección que destruirá todo el poder de los imperialistas, la burguesía y los terratenientes; defienden la violencia revolucionaria de las masas necesaria para instaurar el nuevo Estado de obreros y campesinos, expropiar a los explotadores y desatar las fuerzas para la construcción del socialismo.