El pasado 5 de mayo, fue el aniversario 205 del nacimiento de Carlos Marx, quien con sapiencia afirmaba que «la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines. El instrumento político de su esclavizamiento no puede servir como instrumento político de su emancipación».
Y vaya que esta afirmación debe ser tenida muy en cuenta por los obreros en los actuales momentos en que, con el gobierno de Gustavo Petro, se ha puesto de manifiesto el verdadero carácter del Estado, quién ostenta el poder realmente, y por qué los comunistas insistimos en que ese instrumento de dominación debe ser demolido.
A raíz de la confrontación mediática entre Gustavo Petro y Francisco Barbosa la semana pasada, se dilucidó una importante lección que debemos aprender los obreros, ¿existe realmente democracia en Colombia?
Por las redes y medios de comunicación burgueses se habló de lo terrible que sería una dictadura, de que el Estado colombiano es un Estado social de derecho, que la “gran Constitución del 91” defiende la democracia y por tanto, la división de los poderes del Estado. El payaso Duque salió a decir que «ser jefe de Estado no significa ser emperador». La Corte Suprema le reclamó a Petro por decir que él era el jefe del Fiscal. Barbosa también ripostó apoyándose en la Constitución para afirmar que a él nadie lo manda… en fin, todos llamaron a la cordura y, sobre todo, al respeto de las instituciones, dentro ellos el Presidente, quien a través de un comunicado aceptó el reclamo de la Corte.
El espectáculo refleja las contradicciones del gobierno reformista con la mafia uribista, la cual sigue teniendo bastante poder en el Estado, pero además existen otros motivos y no solo la preocupación de Petro por la denuncia del portal La nueva Prensa frente a 200 dirigentes sociales asesinados por el Clan del Golfo y de los que la Fiscalía tenía conocimiento pero no hizo nada; según dice el portal de la revista Cambio, el airado pronunciamiento de Petro contra la Fiscalía tiene motivaciones familiares y personales relacionadas con el caso de Nicolás Petro y el amigo del Presidente, el abogado Alex Vernot. Asunto que es necesario tener en cuenta para no dejarse despistar por los discursos “radicales” de Petro.
Pero lo realmente importante para los trabajadores de este rifirrafe es entender si realmente en Colombia hay democracia. El marxismo nos dice que el «Estado es una máquina destinada a la opresión de una clase por otra, una máquina llamada a mantener sometidas a una sola clase todas las demás clases subordinadas». El hecho de que la forma del Estado en Colombia sea una república parlamentaria, no cambia en nada la esencia del Estado como dictadura de la burguesía y los terratenientes contra el pueblo trabajador.
En efecto, la Constitución del 91 dispuso, cómo debía ser maquillada la dictadura burgués-terrateniente y para ello estableció que los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial fuesen independientes, dizque para garantizar la democracia; y si bien en Colombia existe también un régimen presidencialista, que le otorga al presidente facultades especiales, también existen leyes, decretos, artículos, etc. que lo limitan, para que no pase por encima de las instituciones y no se convierta en un “dictador”.
Pero toda esa retorica leguleya es una máscara, puesto que en lo que respecta a si en ella realmente participa el pueblo y sobre todo si se beneficia con ella es una mentira; por ejemplo, cada vez que el pueblo lucha por conquistar derechos supuestamente garantizados en la Constitución, recibe la brutalidad por parte de las fuerzas represivas del Estado, que según la Constitución están creadas para defender a los ciudadanos, cuando realmente fueron creadas para defender a sangre y fuego los privilegios de los explotadores. Por eso en cada conflicto importante esa máscara y maquillaje se cae para dejar al descubierto que la democracia en Colombia no es para el pueblo, sino realmente una dictadura en su contra. Esto quedo muy claro en el Estallido Social del 2021.
Por otro lado, la tal división de poderes es completamente falsa, pues todos saben que los fiscales son elegidos por la Corte Suprema de Justicia a conveniencia de las clases dominantes en general, y más exactamente de la facción que se encuentre en el gobierno, a veces esto es muy claro y descarado, como sucedió con Barbosa, amigo personal de Duque y una ficha del uribismo, elegido “democráticamente” de la terna que propuso en su tiempo Duque, y lo mismo hará Petro sin duda.
El juego democrático del que, muchos reformistas, revisionistas, demócratas hablan, es un juego solo para los de arriba. Esto se puede entender mejor cuando estudiamos la historia.
Si nos remontamos a la época del esclavismo, en donde por cierto nació el término Democracia, fue en Grecia donde se desarrolló teóricamente el concepto de un Estado democrático y en Roma donde por tiempos se adoptaba esta forma y se alternaba con la forma del Estado autocrático, pero tanto en el uno como en el otro el pueblo trabajador que era esclavo, no se consideraba ciudadano y no tenía ninguna injerencia en el juego democrático de los de arriba.
Claro después de la revolución burguesa, cambió el hecho de que los esclavo ya no lo eran en el sentido formal y jurídico, sino ciudadanos; pero en realidad seguían sin los mismos derechos que los esclavos de la época antigua y por tanto sin participación en el juego democrático, puesto que el aparato estatal está en manos de las clases dominantes que tienen el poder económico, y aunque existan trabajadores que hayan escalado puestos en el poder del Estado, como Alexander López, ahora presidente del Congreso, la situación sigue siendo la misma: democracia para los de arriba, dictadura para los de abajo.
El escándalo de la semana pasada entre Barbosa y Petro dejó ver que la división de poderes es una farsa, que la democracia para el pueblo no existe. De ahí que para lograr una verdadera democracia y una verdadera igualdad se requiere abolir el poder económico de la clases parásitas, abolir la explotación asalariada y, junto con ellas, la máquina estatal que la sostiene, reemplazándola por un nuevo Estado verdaderamente democrático, dirigido por los obreros y campesinos, y sustentado en el pueblo armado; un Estado de nuevo tipo, donde se ejerza la democracia directa del pueblo trabajador sin esa inoperante división de poderes, el cual se convierte de hecho en dictadura contra la ínfima minoría que quiera reestablecer nuevamente la explotación.
¡Cuánta razón tenía Marx!