
El ELN anunció un paro armado que inició el 14 de diciembre y va hasta el miércoles 17; según ellos, lo realizan en protesta contra la arremetida por parte del imperialismo yanqui contra Colombia y Venezuela; porque Trump, con la excusa de la lucha contra el narcotráfico, cercó por el Caribe militarmente a Venezuela y está asesinando con misiles a gente pobre, incluso pescadores; además, ha amenazado a Colombia y atacado embarcaciones en el Pacífico. Según la declaración del Frente de guerra urbano nacional de ese grupo, se trata además de una respuesta a la persistencia del paramilitarismo como política de Estado que sigue asesinando dirigentes sociales.
Nadie pone en duda la arremetida por parte de los imperialistas estadounidenses buscando recuperar de cualquier forma lo que ellos consideran su «patio trasero», ante el avance de los imperialistas chinos y rusos que hoy dominan Venezuela. Como es pan de cada día las amenazas, el asesinato de dirigentes sociales y la zozobra en que viven las comunidades, sobre todo en los departamentos sometidos a la guerra por la renta de la coca y la minería principalmente, negocios en los cuales también interviene el ELN.
Por consiguiente, el «paro armado» del ELN afecta realmente a la clase obrera, a los campesinos y en general al pueblo colombiano, y muy poco o casi nada a los imperialistas, a la burguesía y los terratenientes; su acción solo genera miedo entre las masas y en algunas zonas donde tienen una presencia militar fuerte las comunidades no salen a mover sus productos, a trabajar la tierra, o por un jornal, entre otras labores, mientras la producción de las grandes empresas, el sector financiero e incluso los grandes ganaderos no ven sus intereses comprometidos, alterar el orden en algunas vías por unos minutos u horas cuando más, retrasan la circulación de mercancías pero no son golpes que de verdad afecten a los enemigos del pueblo.
Y los hechos hablan por sí mismos: en una de las primeras acciones que realizó el ELN en Norte de Santander, donde hostigó por varios minutos la Estación de Policía del municipio de Puerto Santander, resultó muerto un conductor de ambulancia, un trabajador asesinado por las acciones aventureras de esa guerrilla cuyo horizonte no va más allá de la resistencia para alcanzar algunas reformas y firmar la paz con los enemigos, como lo ratificó recientemente su jefe Antonio García: «la condición para la existencia de la paz no puede ser la desmovilización y desarme de la guerrilla» sino la realización de las «transformaciones estructurales» tales como democracia para la paz que fortalezca el poder ciudadano, garantice la movilización social, revise el modelo económico y el régimen político, y permita tramitar de manera pacífica los conflictos sociales, ambientales y políticos.
Los verdaderos revolucionarios, no pueden ocultar que las guerrillas en Colombia abandonaron los ideales de sus inicios, al comprometerse en los negocios de la extorsión, el secuestro con fines económicos y en la lucha por la renta de la minería y la coca, fenómenos que han ocasionado las masacres, el asesinato de dirigentes, el confinamiento de las comunidades, las peores arbitrariedades por parte de los distintos actores armados que ha actuado como fuerzas de ocupación en los territorios.
Los genuinos revolucionarios no pueden olvidar que las verdaderas «transformaciones estructurales» solo serán posibles mediante la revolución socialista que destruya todo el poder del capital, empezando por el poder del Estado e instaurando el nuevo poder de la democracia directa del pueblo armado, la dictadura del proletariado. Un poder por encima del cual no puede haber ningún otro poder.
Una revolución que no puede ser obra de un grupo armado aislado del pueblo, sino la gigantesca tarea de las masas obreras, campesinas y populares, las verdaderas protagonistas y hacedoras de la historia cuya acción debe ser cada vez más consciente.
Se entiende además que esa obra exige de una dirección verdaderamente revolucionaria, siendo entonces la tarea más urgente de los revolucionarios construir el destacamento de vanguardia de la clase obrera, el Partido revolucionario del proletariado capaz de dirigir todas las manifestaciones de la lucha de clases y unirlas en una sola lucha contra los enemigos, imperialistas, burgueses y terratenientes. Es decir, un partido que por su capacidad y métodos correctos conquiste y organice a todos los revolucionarios en un Frente Único y a todos los combatientes en un solo Ejército Popular.





