Nuevamente, como cada año se ha montado la farsa de la negociación del salario mínimo. Solo que esta vez los jefes de las centrales sindicales se sienten con fuerza para “hablarles duro” a los capitalistas y al gobierno, contando con la presión de las masas en las calles y la indignación general del pueblo trabajador. Pero farsa al fin y al cabo, de la flamante “Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales” no saldrá nada beneficioso para la clase obrera, pues la tal comisión está condicionada a “charlar” estupideces sobre cosas que no tienen nada que ver con el salario, tales como la productividad, el empleo, la inflación…
No se necesita ser un gran letrado para darse cuenta de que ese esperpento creado por la “pomposa” Constitución del 91, es un circo montado por los explotadores para engañar a la clase obrera; incluso los “analistas” burgueses, y por otros motivos, coinciden en que esa comisión no sirve y es un desgaste: “de 23 reuniones en igual número de años, solo se han puesto de acuerdo en cinco ocasiones”. (Ver, La obsoleta discusión del salario mínimo).
En efecto, es obsoleta la discusión del salario mínimo en la “Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales” por cuanto este es un problema de la lucha de clases y no del chalaneo circense entre capitalistas, gobierno y unos supuestos representantes de los trabajadores que no saben lo que significa sobrevivir con el miserable mínimo, considerado “ridículamente alto” por holgazanes ahítos como el Ministro de Hacienda Carrasquilla.
Este año la situación no es distinta a la de todos los anteriores; los capitalistas, como el representante de la Andi, Bruce Mac Master, arguyen que “seguramente vamos a tener que, entre todos, tener los cinturones más ajustados porque la prioridad tiene que ser la creación de empleo”; mientras que Alicia Arango, Ministra de Trabajo, demagógicamente dijo que “aquí todo lo malo es por el salario mínimo, en este país todo termina en el salario mínimo, no puede terminar en otra cosa; o sea, los salarios de la gente que gana bastante dinero, eso no importa”. Y en aparente contradicción con Carrasquilla manifestó: “Qué pena, este Gobierno no está de acuerdo en que el salario mínimo es muy alto y haremos todo lo posible, dentro de las posibilidades fiscales, por sacar el mejor salario mínimo que se pueda”. Por su parte, y por primera vez en muchos años, los jefes de las centrales sindicales llegaron a la mesa con la propuesta común de lograr 1.000.000 de pesos, sumando salario y subsidio de transporte. En las primeras de cambio los empresarios ya ofrecieron hasta 5% de aumento, equivalente a un alza de $46.257, con lo que el salario mínimo, incluido el subsidio de transporte, quedaría en $971.405. La “gran diferencia” que acompañará las siguientes “arduas” y “duras” negociaciones es de $28.595, menos de mil pesos diarios.
El Alza General de Salarios y la conquista de un salario mínimo que se aproxime al costo de la canasta familiar, lo que necesita cualquier familia trabajadora promedio para vivir decentemente, no dependen de las estupideces que discuten en el circo de la “Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales” sino de la lucha de clases; es decir, de la capacidad de la clase obrera de parar la producción y apretar a los de arriba para que suelten algo de las ganancias producida por ella.
Burgueses, pequeñoburgueses y oportunistas se inventaron el truco de hablar de productividad, empleo, inflación y otra sarta de asuntos que no tienen en absoluto que ver con el salario, con la clara intención de que los trabajadores desistan de luchar por mejorar sus condiciones de existencia.
Es recurrente el argumento de que aumentar los salarios desestimula el empleo y por ahí derecho, que se debe pensar no solo en los desempleados, sino en los trabajadores que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo por debajo del salario mínimo. Mentiras perversas que esconden problemas elementales:
• El aumento del salario no genera desempleo, por el contrario, es un motor generador de empleo en la medida en que si se mejora la capacidad adquisitiva de los trabajadores se estimula la producción y, por tanto, los capitalistas se ven incentivados a contratar nuevos puestos de trabajo.
• Los desempleados viven o sobreviven de los trabajadores en activo, no de la caridad de los capitalistas ni de la beneficencia estatal; esto quiere decir que si se aumentan todos los salarios, no solo habrá más empleo como se dijo arriba, sino que se mejoran las condiciones de los desempleados y por consiguiente se estimulará el consumo y la producción.
• Igualmente, los trabajadores que ganan menos del mínimo no solo se verán compensados con el aumento de sus salarios y el ingreso mayor de los demás trabajadores, sino que presionarán también por mejorar aún más sus salarios y conquistar la contratación y el empleo formal.
Los apologistas de la explotación asalariada esconden que la relación salarial es una relación social y no un problema individual de cada obrero; esto es, toda la clase de los capitalistas contrata a toda la clase obrera; utiliza una parte de su fuerza y a otra no, pero toda la clase sobrevive con el total de los salarios obtenidos por la clase obrera en activo; así mismo, la diferencia salarial entre los distintos sectores del proletariado se distribuye entre toda la clase a través del mercado y la prestación de otros servicios (los vendedores ambulantes; los tenderos de barrio; los reparadores de ropa, de calzado, de viviendas, etc. todos ellos sobreviven del salario de la clase obrera en activo).
Así mismo, el argumento de la productividad es otra sucia argucia de los explotadores y sus loros cagatintas, por cuanto ella no depende en absoluto del salario sino de la capacidad de los capitalistas para modernizar la producción; es decir, la productividad está regulada exclusivamente por la competencia entre los distintos capitalistas y la capacidad de cada uno de ellos para ponerse a la altura del desarrollo de la ciencia y la técnica.
En palabras de Marx: *“Sólo vendiendo más barato pueden unos capitalistas desalojar a otros y conquistar sus capitales. Para poder vender más barato sin arruinarse, tienen que producir más barato; es decir, aumentar todo lo posible la fuerza productiva del trabajo. Y lo que sobre todo aumenta esta fuerza productiva es una mayor división del trabajo, la aplicación en mayor escala y el constante perfeccionamiento de la *maquinaria. Cuanto mayor es el ejército de obreros entre los que se divide el trabajo, cuanto más gigantesca es la escala en que se aplica la maquinaria, más disminuye relativamente el coste de producción, más fecundo se hace el trabajo. De aquí que entre los capitalistas se desarrolle una rivalidad en todos los aspectos para incrementar la división del trabajo y la maquinaria y explotarlos en la mayor escala posible”. (Marx, Trabajo asalariado y capital).
El que la utilización de la capacidad instalada en las fábricas y empresas haya rebajado, se encuentre estancada o haya aumentado muy poco en la actualidad, no tiene que ver con “altos los salarios” como alegan los adoradores del becerro de oro, sino que obedece a la crisis de sobreproducción en que se hunde el capitalismo mundial desde el 2008; es decir, a que ha sido de tal magnitud la productividad obrera mundial que el mercado se encuentra saturado de mercancías, pero que por la apropiación privada de lo producido no encuentra salida. Dicho sea de paso, una de las formas, reconocida hasta por los economistas burgueses más lúcidos, para recuperar el dinamismo del mercado y realizar las mercancías y la plusvalía, es justamente aumentar los salarios. O lo que es lo mismo, el alza general de los salarios contribuye a dinamizar todo el aparato productivo y, por tanto, a elevar la productividad; pero la voracidad insaciable de los capitalistas les impide ver más allá de la ganancia inmediata, y les obliga a actuar como el vampiro que succiona hasta la última gota de sangre de su víctima sin darse cuenta que está acabando con la fuente de su propia subsistencia.
También es mentiroso el argumento de que aumentar el salario produce inflación; ya que esta es una relación que se encuentra en la esfera de la distribución, en la oferta y la demanda, y no en el de la producción, el campo de batalla real alrededor del cual gira el salario.
El alza del salario no produce inflación como arguyen los explotadores y sus corifeos, en la medida en que un aumento de los salarios no significa que los trabajadores compren mayor cantidad de los productos que consumen habitualmente, sino que les impulsa a consumir otros de mejor calidad, e incluso, así consumieran una mayor cantidad de los mismos, por el propio mecanismo de la circulación de las mercancías, los precios de las mismas terminarían reducidas a su valor real; es decir, al tiempo de trabajo socialmente necesario invertido para producirlas.
El salario expresa el precio de la mercancía especial llamada fuerza de trabajo, única propiedad de los asalariados; mercancía que en las condiciones normales también se vende al precio correspondiente al tiempo de trabajo socialmente necesario invertido para producirla:
“Por tanto, el coste de producción de la fuerza de trabajo simple se cifra siempre en los gastos de existencia y reproducción del obrero. El precio de este coste de existencia y reproducción es el que forma el salario. El salario así determinado es lo que se llama el salario mínimo. Al igual que la determinación del precio de las mercancías en general por el coste de producción, este salario mínimo no rige para el individuo, sino para la especie. Hay obreros, millones de obreros, que no ganan lo necesario para poder vivir y procrear; pero el salario de la clase obrera en conjunto se nivela, dentro de sus oscilaciones, sobre la base de este mínimo”. (Marx, Trabajo asalariado y capital).
De acuerdo con esto, el salario mínimo real equivaldría en Colombia a algo más de 1.800.000 pesos mensuales; por consiguiente, puede afirmarse que la situación de la clase obrera no es solamente de explotación sino de superexplotación; en términos de la economía política, significa que la fuerza de trabajo se paga en el país muy por debajo de su valor; una situación agravada por la ausencia del Partido de la clase obrera. No es casual que coincidan directamente la imposición de la política antiobrera desde 1990 (Ley 50), santificada con la burguesa y reaccionaria Constitución de 1991, con la desaparición del sindicalismo independiente y por la imposición en la dirección de las organizaciones sindicales la política liberal y socialdemócrata de la conciliación de clases y el pacto social.
En Colombia, no solo se cumple en toda su extensión la tendencia general del capitalismo a empeorar las condiciones de existencia de la clase obrera, sino que amenaza con degradarla física y espiritualmente. Las nuevas medidas anunciadas del trabajo por horas, la mentirosa “disminución de la jornada de trabajo”, la rebaja legal del salario del 25% a la juventud… todas esas medidas conducen a agravar la superexplotación, con el aumento real de la jornada de trabajo, la intensificación del ritmo de trabajo y la rebaja general del salario. Todo depende de la capacidad de la clase obrera para impedir con su lucha independiente, con el paro y la Huelga Política, que los enemigos la lleven a la condición de una masa embrutecida y reducida a la condición de esclava miserable.
Como se puede advertir, la lucha por el salario no tiene que ver con los argumentos de los explotadores y sus sirvientes, sino con la lucha de clases, lucha que solo terminará cuando sea abolida la explotación del hombre por el hombre, en el comunismo.
La lucha por el salario es apenas una guerra de guerrillas contra las consecuencias del sistema y no contra sus causas, toda vez que, como diría Marx:
La parte de que se apropia el capital, la ganancia, aumenta en la misma proporción en que disminuye la parte que le toca al trabajo, el salario, y viceversa. La ganancia aumenta en la medida en que disminuye el salario y disminuye en la medida en que éste aumenta.
Por tanto, como dice Marx en Salario precio y ganancia:
Al esforzarse por reducir la jornada de trabajo a su antigua duración razonable, o, allí donde no pueden arrancar una fijación legal de la jornada normal de trabajo, por contrarrestar el trabajo excesivo mediante una subida de salarios ―subida no sólo en proporción con el tiempo adicional que se les estruja, sino en una proporción mayor―, los obreros no hacen más que cumplir con un deber para consigo mismos y para con su raza. Ellos únicamente ponen límites a las usurpaciones tiránicas del capital. El tiempo es el espacio en que se desarrolla el hombre. El hombre que no dispone de ningún tiempo libre, cuya vida, prescindiendo de las interrupciones puramente físicas del sueño, las comidas, etc., está toda ella absorbida por su trabajo para el capitalista, es menos que una bestia de carga. Físicamente destrozado y espiritualmente embrutecido, es una simple máquina para producir riqueza ajena. Y, sin embargo, toda la historia de la moderna industria demuestra que el capital, si no se le pone un freno, laborará siempre, implacablemente y sin miramientos, por reducir a toda la clase obrera a este nivel de la más baja degradación.
Mediante el aumento de la intensidad del trabajo puede hacerse que un hombre gaste en una hora tanta fuerza vital como antes en dos. En las industrias sometidas a la legislación fabril, esto se ha hecho en realidad, hasta cierto punto, acelerando la marcha de las máquinas y aumentando el número de máquinas que ha de atender un solo individuo. Si el aumento de la intensidad del trabajo o de la cantidad de trabajo consumida en una hora guarda alguna proporción adecuada con la disminución de la jornada, saldrá todavía ganando el obrero. Si se rebasa este límite, perderá por un lado lo que gane por otro, y diez horas de trabajo le quebrantarán tanto como antes doce. Al contrarrestar esta tendencia del capital mediante la lucha por el alza de los salarios, en la medida correspondiente a la creciente intensidad del trabajo, el obrero no hace más que oponerse a la depreciación de su trabajo y a la degeneración de su raza.
Resumiendo, para frenar la voracidad de los capitalistas y conquistar ahora el Alza General de Salarios para dignificar a la clase obrera y mejorar sus condiciones para acabar con la explotación, se necesita,
¡Avanzar al Paro Nacional Indefinido!
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