El 27 de septiembre en Colombia, decenas de miles salieron a marchar por las principales calles del centro de las ciudades, convocados por la Presidencia de la República, los jefes de las centrales sindicales y los partidos políticos que son afectos al gobierno Petro. El centro de la capital fue colmado por manifestantes que, desde diferentes puntos y de diversas partes del país, confluyeron en la Plaza de Bolívar llenándola por completo junto con las calles aledañas.
Por el contenido formal de las convocatorias, pretendía ser una jornada más como otras que ya se han realizado en el país durante el gobierno del Pacto Histórico, y que se centran en expresar el respaldo al gobierno y las reformas que cursan en el Congreso, al llamado a la paz y a la defensa de la vida, y como ha sido costumbre, un apoyo respetuoso de las instituciones, que no moleste a las clases dominantes, ni a los empresarios ni a los dueños y señores del capital financiero, en el contenido de los llamados en general está ausente la lucha por conquistar las reivindicaciones populares con la fuerza del paro de la producción, del paro de la gran mayoría del pueblo.
El objetivo para este 27 de septiembre sí fue colmar las calles, y a eso contribuyó significativamente la Minga Indígena, pero por un día únicamente, que no fuera de lucha, sino inofensivo para las clases dominantes y su Estado, un día de fiesta y de amor por “la paz” en general; en ese sentido fue elocuente de esa política de conciliación con los enemigos del pueblo, el llamado firmado por la CUT, CGT, CTC, Fecode, Coordinadora Nacional para el Cambio, entre otros, y que dice en una de sus partes finales: Frente a esta situación es claro que se requiere una fuerte, masiva, festiva y pacifica movilización social, que dé cuenta del amplio respaldo al gobierno del cambio.
Desde las entrañas de esos miles de manifestantes que se volcaron a las calles, una parte de ellos exigió el cumplimiento de las promesas de campaña, sus reivindicaciones urgentes, más allá de las reformas que hoy cursan en el legislativo, y que ya dejaron de ser las propuestas desde antes de la posesión de Gustavo Petro como presidente. Las reformas han sido mutiladas de una manera vergonzosa hasta para cualquier demócrata progresista, en ese inútil camino de buscar un acuerdo nacional con la burguesía. Aun así, los representantes de los magnates del capital no quieren ceder un ápice, y si los parlamentarios de la falsa izquierda cedieron, ahora el siguiente paso es ponerlos de rodillas.
Esa dicotomía entre el clamor de las masas por cambios significativos, de odio a los sectores más reaccionarios y de oposición a un golpe de Estado y el apoyo formal a las reformas del gobierno, mostró que en las entrañas del pueblo, la llama de la lucha sigue viva y que son los dirigentes quienes la contienen con sus llamados a lánguidas jornadas de fiesta que terminan con conciertos como si la situación estuviera para verbenas populares.
Y ante la pregunta de cómo deben actuar los revolucionarios en estas circunstancias, la respuesta de la Unión Obrera Comunista (mlm) fue clara: hay que ir a las calles, hay que hacer todos los esfuerzos porque las ideas revolucionarias se fundan en ese caudal de masas inconformes con la situación actual y puedan recibir de los obreros revolucionarios un punto de vista diferente al de los reformistas, que escuchen las propuestas de los comunistas para obtener de verdad, no solo las endebles medidas que aún sobreviven a las tijereteadas reformas, sino, cuál es el camino para conquistar la Plataforma de Lucha del pueblo colombiano.
En Bogotá, un puñado de revolucionarios, acatando la orientación de la dirección de la organización, convocaron a salir de manera organizada; las condiciones no se prestaron para hacer un bloque independiente y revolucionario, pero ondeando la roja bandera con la hoz y el martillo, se apostaron en una esquina estratégica de la carrera 7ª para vender el periódicoRevolución Obrera, habiendo antes distribuido a manera de octavilla, la orientación del Comité de Dirección y con todo el que lo permitía, debatiendo sobre la política que se necesita hoy para hacer retroceder a la burguesía en su afán de seguir exprimiendo a los trabajadores y asesinando al pueblo ante el lánguido y efímero poder de la Presidencia. La prensa se distribuyó en su totalidad y el libro del camarada Jaime Rangel Marxismo-Leninismo-Maoísmo: Ciencia de la Revolución Proletaria se robó las miradas y la atención de varios dentro de la manifestación.
Ante la cantidad de manifestantes, muchos ávidos de ideas revolucionarias, fueron pocas las hojas volantes y la cantidad de ejemplares de Revolución Obrera, asunto que debemos tener en cuenta para las próximas manifestaciones, así como concretar los bloques independientes y revolucionarios que pongan el acento en la unidad del pueblo, para enfrentar a los enemigos comunes y conquistar con la lucha en las calles las reivindicaciones inmediatas.
Distribuidor de Revolución Obrera
Bogotá, septiembre 28/2023