Sin duda alguna, una de las intenciones del confinamiento mundial de la población orquestada por las clases dominantes en tiempos de pandemia, era la de apagar la ardiente llama de la movilización revolucionaria de las masas.
Ya ha quedado al descubierto que medidas como el confinamiento y las cuarentenas generales no impidieron la propagación de la pandemia de la COVID-19; todo lo contrario, las clases dominantes no tomaron las medidas preventivas como el cierre de los aeropuertos internacionales y la toma masiva de muestras para aislar a las personas portadoras, y como vulgares asesinos la permitieron, causando la muerte de miles de seres humanos; pero eso sí, les vino como anillo al dedo para tratar de extinguir la rebeldía popular.
También es un hecho confirmado que el paquete de medidas impuestas en todo el mundo para aislar a las personas, bajo el ardid de protegerlas del contagio (protocolos, distanciamiento social, cuarentenas, prohibición de reuniones o manifestaciones, etc.) fueron violadas por los mismos gobiernos para satisfacer los intereses de los grandes capitalistas y no parar la producción, y no solo de los bienes de primera necesidad; ¡NO! desde el inicio de la pandemia, muchos renglones de la economía que no tenían que ver con las necesidades esenciales, no solo no pararon, sino que fueron oxigenados económicamente con los dineros públicos. Es decir… confinaron al pueblo para impedir su lucha, pero le permitieron salir a las calles a producir plusvalía. Las cifras de muertos que ello trajo consigo, poco importan para las clases parásitas, pues al final, mano de obra es lo que sobra en el mundo de la explotación.
Pero la jugarreta les duró poco y la lucha de masas empieza a tomar un nuevo aire y es poco probable que la puedan detener, pues la situación se hace cada día más insoportable. Bielorrusia, Argentina, Líbano, son algunos de los más recientes escenarios de grandes manifestaciones de masas que vuelven a tomarse las calles; no importan tanto, por ahora, la claridad de las ideas y las banderas que levanten; es la fuerza poderosa del pueblo que ya ha comenzado a recuperarse sobreponiéndose a las pretensiones de los reaccionarios de mantenerlo encerrado.
En Bielorrusia, las masas encabezadas por mujeres combativas, se han lanzado a las calles, pues las últimas elecciones pusieron nuevamente en evidencia la podredumbre del Estado y del gobierno. Allí, Alexander Lukashenko, un dictadorzuelo, peón de Rusia y de Putin, nuevamente ha manipulado las votaciones y ha dado otra vuelta a las tuercas que lo mantienen atornillado en el poder desde 1994. Bielorrusia fue parte de la patria socialista de los obreros, pero tras la derrota temporal de la revolución, la nueva burguesía ha mantenido un régimen dictatorial que ha mandado a la basura los beneficios alcanzados por la población de este país, que fue uno de los más sufridos por los embates de los nazis en la segunda guerra mundial. Las calles de las principales ciudades volvieron a ser tomadas por las masas, y volvieron los ataques de las fuerzas represivas que, como en todos los Estados gobernados por burgueses y terratenientes, lanza sus esbirros para golpear y pretender amedrentar, dejando más de 6700 detenidos, pero el pueblo pletórico de alegría ha vuelto al escenario de la lucha.
En Argentina, el llamado banderazo del 17A, se vivió el 17 de agosto, cuando miles de manifestantes desafiaron la orden de confinamiento para alzarse nuevamente contra el gobierno, en este caso de Alberto Fernández, quien caldeó los ánimos del pueblo rebozando la copa con la decisión de adelantar una reforma judicial. Las calles de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, Tucumán, en fin, en todo el país, el pueblo levantó su voz y se volcó a las calles para repudiar al gobierno, no solo por la evidente corrupción, sino contra el hambre, contra el encierro, contra el desempleo… En Argentina, como en la mayoría de países del globo, poco a poco la población ha vuelto a la lucha callejera, pues el velo utilizado por los gobernantes se ha raído, dejando ver la hediondez de la falsa democracia burguesa.
Y en Líbano, la terrible explosión del 4 de agosto que dejó en Beirut más de 180 muertos y miles de heridos, se convirtió en un detonante que exacerbó la furia del pueblo, quien se lanzó a las calles nuevamente retomando la lucha que tuvo su cúspide más alta en el mes de octubre de 2019, cuando venía con la firme decisión de tumbar el gobierno por corrupto e inservible para resolver las necesidades mínimas de la población; las protestas se extendieron por todo el país y crecieron hasta el mes de abril cuando fueron opacadas por el confinamiento de la pandemia. La crisis económica, social y política se agudizó; el gobierno condenó a la población a peores condiciones de hambre, miseria, desempleo y total desatención en salud en medio de la pandemia. Las protestas se hicieron sentir en las calles luego de la explosión y todo el gabinete del gobierno presentó su renuncia. Hoy, el pueblo volvió a tomar las calles y es poco probable que el gobierno logre confinarlo nuevamente, muy a pesar de las medidas represivas que se han concentrado en la decisión de extender el estado de emergencia hasta el 18 de septiembre.
Así como en estos 3 países, la mayoría de los pueblos del mundo han retomado la lucha en las calles. El confinamiento no ha resguardado a la población de morir por la COVID-19, y esa era la supuesta razón de encerrarla; y si se le ha obligado a los trabajadores a incumplir el mismo confinamiento para ir a producirles ganancia a los capitalistas, ¿qué sentido tiene mantenerse resguardados? El ascenso de la lucha del pueblo está volviendo a lo alcanzado a finales del año pasado; es la justa respuesta ante un sistema que sigue mostrando su completa ineptitud, indiferencia e indolencia para resolver cualquier problema esencial de la humanidad; ningún gobierno, en ningún país ha sido eficaz para resolver nada, todo lo contrario, refrendan su carácter reaccionario y asesino, y por ende, las razones para que las masas miren hacia la necesidad de destruir todo el orden burgués cobran cada vez más validez; hay que volver a atizar el fuego, hay que retomar los puestos de combate tomando las medidas necesarias. Para las masas del mundo, la revolución es la única solución.
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