¿Cómo el Sistema Capitalista intensifica las Pandemias?

¿Cómo el Sistema Capitalista intensifica las Pandemias? 1

Las pandemias pueden ser provocadas deliberadamente por los imperialistas; pero por sí mismo, el sistema capitalista las multiplica y desarrolla. Esta es otra arista más de la abrupta y denigrante sociedad actual que le ha acompañado tanto desde su génesis como en su última etapa imperialista, etapa en la que se han vuelto más infecciosas, virulentas y globales por las condiciones económicas y sociales que genera el sistema. Hoy con la pandemia por coronavirus Covid-19, recordamos cómo dichas epidemias salen al escenario, paralizan el transcurrir normal de la sociedad, generan crisis políticas, sociales y de salud pública, con todos sus decesos y la criminal maniobrabilidad de los Estados que garantizan y blindan al capital financiero por encima de las medidas urgentes y necesarias que reclama la sociedad, nos pone en un momento de aguda reflexión y de lucha. En el pasado, desde los orígenes mismos de la civilización, las epidemias han aparecido en los momentos más difíciles de la humanidad -en grandes crisis económicas con sus respectivas hambrunas, en las grandes guerras, o en las grandes catástrofes naturales, castigando a la humanidad duramente, y hoy golpean de forma especial a las clases más vulnerables, a las más explotadas y oprimidas: hacinamiento, desnutrición, nulo acceso al sistema de salud, etc., condiciones engendradas ahora a escala mundial; pero ya no precisamente por la pandemia en sí, sino por la irracionalidad del sistema, que pone por encima -como siempre- la salvaguarda de los negocios de los ricos, dejando de lado la respuesta efectiva a las necesidades básicas en un situación de emergencia: comida y asistencia sanitaria a toda la población.

La primer gran epidemia que acompañó la génesis del capital fue la de la viruela, traída por los colonizadores al »nuevo continente» quienes no solo vinieron a explotar oro y metales preciosos, a explotar la tierra para el capitalismo naciente, sino que además diezmaron a los nativos que no contaban con sistemas inmunológicos para defenderse; y fueron millones los indígenas que perecieron por la terrible enfermedad, facilitando y ayudando a la conquista violenta del nuevo continente. Con la aparición del proletariado como clase social en Europa y el sistema capitalista establecido en ciudades y campos, transformó la forma y equilibrio de cómo el hombre se venía relacionando con la naturaleza. En las grandes urbes europeas, el gran hacinamiento y las condiciones insalubres del proletariado generaron la proliferación constante de enfermedades endémicas que de vez en cuando se extendían a los barrios acomodados y aburguesados, en donde llamaban la atención de la prensa oficial, tales fueron las denuncias y análisis hechos por Federico Engels en su gran aporte Contribución al problema de la vivienda de 1873: »Las ciencias naturales modernas han demostrado que los llamados »barrios insalubres», donde están hacinados los obreros, constituyen los focos de origen de las epidemias que invaden nuestras ciudades de cuando en cuando. El cólera, el tifus, la fiebre tifoidea, la viruela y otras enfermedades devastadoras esparcen sus gérmenes en el aire pestilente y en las aguas contaminadas de estos barrios obreros. Aquí no desaparecen casi nunca y se desarrollan en forma de grandes epidemias cada vez que las circunstancias le son propicias. Estas epidemias se extienden entonces a los otros barrios más aireados y más sanos en que habitan los señores capitalistas.”

Las nuevas técnicas y desarrollos del capitalismo en el campo en Europa rompieron el relativo equilibrio entre el hombre y la naturaleza que existía aún en los modos de producción que le antecedieron al capitalismo. Por ejemplo, en Inglaterra, donde el capitalismo se desarrolló en el campo en el siglo XVIII, aparecieron las primeras epidemias de peste bovina debido al uso del ganado en forma de monocultivo en espacios insalubres y hacinados, propagándose una enfermedad especialmente agresiva hacia el resto de Europa en los años siguientes: 1709-1720, 1742-1760 y 1768 a 1786, teniendo una réplica en África oriental mediante la colonización italiana con la explotación capitalista de monocultivos de ganado en esa región, la cual se extendió a Sudáfrica y cuyo control implicó el sacrificio del 80 al 90% de bovinos, lo que desató una gran crisis y hambruna en los países afectados.

Pero quizás la más mortífera de las epidemias modernas se presentó en pleno desarrollo de la Primera Guerra Mundial, pandemia que se le llamo »Gripe Española», pues fue España un país hasta cierto punto »neutral» en la guerra, el único en reportar las muertes y la epidemia en su prensa, mientras que los imperialistas de los demás países silenciaban y acallaban la pandemia para que no evitara el curso normal de la guerra. La “Gripe Española” o la influenza del H1N1, encontró en los sistemas inmunológicos de los soldados del frente (suprimidos por la ansiedad y el estrés de guerra, quienes permanecían hacinados en las embarradas y húmedas trincheras,) los huéspedes perfectos para proliferar, evolucionar y expandirse; se estima que aquella pandemia generó por lo menos 50 millones de muertos en el mundo, tasa de alta mortalidad que se explica por la coinfección con otros microorganismos por las difíciles condiciones de vida y la generalizada desnutrición. La “Gripe Española” o H1N1 es la primera gran pandemia impulsada por el capital que afectó gravemente al proletariado.

Las nuevas técnicas hoy con monocultivos genéticos utilizadas para las aves de corral, con el propósito de incrementar la producción y las ganancias, eliminan las barreras inmunológicas propias de cada especie animal, alentando la virulencia y la diseminación de poderosas gripes que evolucionan rápidamente, pues tiene a su disposición nuevas generaciones de aves, el virus se adapta para luego hacer zoonosis y pasar al hombre, tales son las causas que generan las epidemias hoy en el mundo y así se puede verificar con la epidemia de SARS del 2003 en China, o la gripe H1N1 de 2009, o las recientes epidemias de Ébola en África, en donde el móvil es la ruptura cada vez más acentuada del equilibrio del hombre con la naturaleza, o mejor dicho, de su explotación exacerbada por el capital, por la deforestación a gran escala, la destrucción de hábitats, obligando a las especies a adaptarse a las nuevas situaciones y al hombre a entrar en contacto con nuevos microorganismos, por la explotación agrícola de especies en situación de hacinamiento y condiciones insalubres, ahora con el monocultivo genético, lo que acelera y facilita la zoonosis.

El calentamiento global también aporta a la diseminación de enfermedades, especialmente a las que transmite el mosquito, como la malaria, el dengue, Chikunguña, etc., pues el aumento de la temperatura mundial favoreció su expansión a nuevos territorios; es de esa forma, que el sistema en su afán de ganancia y de explotación intensificada de la naturaleza, sumada a las condiciones de hacinamiento y malnutrición, impulsan y desarrollan las epidemias a escala global.

Tal es el trasfondo de la consigna: »El Sistema es la Pandemia», que se viene agitando en distintos lugares del mundo, pues el mismo sistema genera las condiciones de proliferación y diseminación de las enfermedades, y frente a la lucha contra las epidemias, actúa no en favor de la salubridad pública, sino en favor y defensa de los intereses del capital más parasitario y decadente: el capital financiero, girando cuantiosos recursos para salvarlo de la bancarrota y ruina; una razón más para dejar ya en el pasado de nuestra historia este decadente e insalubre sistema.

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