Un Partido Burgués Socialdemócrata
A finales de agosto se realizó el congreso que convirtió a las guerrillas de las Farc en un nuevo partido político: «Ha concluido la batalla de las armas y empieza ahora, o mejor continuamos, la batalla de las ideas. Las partes hemos convenido sacar las armas de la política para que la mejor propuesta de país haga posible la felicidad de todos los colombianos en un ambiente de paz.» Así se manifestó alborozado Rodrigo Londoño (Timochenco) en el discurso inaugural del nuevo partido, Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Tal discurso parecía salido de un cuento de hadas, porque en esta realidad sigue caminando la guerra contra el pueblo, el asesinato de reclamantes de tierras, dirigentes y activistas sociales… continúa la batalla de las armas de los ricos contra el pueblo y quienes se oponen a sus asquerosos propósitos.
Londoño no desconoce que ahora mismo sus compañeros desarmados están siendo asesinados, pero se trataba de un recurso retórico para decirles a las clases dominantes colombianas y al imperialismo que ellos, los jefes de las Farc, sobre la base del acuerdo de legalizar las tierras usurpadas a los campesinos pobres y medios para darle un nuevo impulso al desarrollo del capitalismo en el campo, se mantienen firmes en desmovilizarse para convertirse en un partido legal que compita en el mismo terreno de quienes detentan el poder, amparado por la fuerza de las armas. Y tenía razones para hacerlo porque no es gratuito que de los proyectos para la «implementación del acuerdo» el único aprobado hasta el 11 de septiembre en el establo parlamentario sea el del «monopolio legítimo de la fuerza y del uso de las armas por parte del Estado».
En ese orden de ideas, sin ninguna motivación real para hacer un cambio que afecte a las clases dominantes, el nuevo partido tiene que ajustarse a las reglas que otorga la democracia burguesa o dictadura de los explotadores; por consiguiente, sus decisiones, conclusiones y declaraciones no van más allá de la denuncia de los exabruptos del sistema capitalista, de las injusticia sociales, de la podredumbre del Estado burgués, acompañadas de candorosas declaraciones sobre «justicia social, democracia profunda, equidad y nueva economía política», y que de conjunto son una mala copia del programa «Por una nueva socialdemocracia« presentado por Pedro Sánchez candidato del Partido Socialista Obrero Español – PSOE. El programa del nuevo partido es un refrito socialdemócrata, solo que sus jefes esconden su procedencia y omiten vergonzantes cualquier alusión al socialismo.
Pero veamos en sus propias palabras ¿qué se propone el nuevo partido?
Según el documento «bases del programa estratégico del partido» en cuanto al Estado dicen que «no basta con negar el Estado pues su existencia finalmente se impone; se trata de asumir una acción política que tenga como horizonte final superarlo y sustituirlo quizás por una institucionalidad diferente…» Es decir, no se trata de destruir el viejo y podrido Estado de los explotadores sino de QUIZÁS reformarlo «intentando salir de él para construir una nueva institucionalidad que represente una ruptura real». Por tanto, de forma pacífica y a través de las reformas «quizás pueden ser medios para develar contradicciones y abrir nuevos escenarios de ruptura radical, pero nunca objetivos finales y definitivos». Así, candorosamente: «En medio del conflicto, de las luchas, de las resistencias, del movimiento real, tendrá que prefigurarse y progresivamente materializarse la institucionalidad sustitutiva, que debe acompañar el advenimiento de la sociedad que supere en forma definitiva el capitalismo.”
Por tanto: «el Partido-movimiento que asume la continuidad de las FARC EP… tiene como norte esencial de su acción política, la construcción de escenarios y condiciones que sirvan como elementos catalizadores de otro orden social que supere el sistema capitalista existente, bajo condiciones de justicia social, democracia profunda, equidad y nueva economía política.» Quitándole la palabrería se trata de rescatar el programa burgués socialdemócrata, que en su Declaración de Principios de la Internacional Socialista de 1989, proclamó como sus fines «una democracia más avanzada en todas las esferas de la vida: la política, la social y la económica».
Y en concreto se propone: «1. Reconocimiento y construcción de nuevos sujetos políticos y sociales; 2. Orden de democracia real, avanzada y profunda; 3. Superación del Estado y edificación de una nueva institucionalidad; 4. Garantía y ejercicio pleno de los derechos humanos; 5. Preservación y reproducción de las condiciones naturales de la vida; 6. Desmercantilización y apropiación social de los bienes comunes esenciales; 7. Hacia nueva economía política plural; 8. Organización territorial diversa y autónoma; 9. Cultura y ética para la emancipación; 10. Orden mundial solidario y unidad de Nuestra América».
Traducido al lenguaje popular se trata de la vieja cantinela revisionista y socialdemócrata de desconocer la existencia del proletariado como la clase social llamada históricamente a dirigir la revolución socialista y su necesidad de organizarse como partido político independiente de la burguesía; dejar incólume el Estado de dictadura de la burguesía y en oposición a la necesidad de su destrucción violenta para sustituirlo por el pueblo en armas y la dictadura del proletariado; la defensa de la propiedad privada con el eufemismo de «desmercantilización», «apropiación social», «economía política plural» y en oposición a la expropiación de los capitalistas y la socialización de los medios de producción; en resumen, el sueño burgués reformista de democratizar la propiedad y la vida social, una pretensión ilusa e incluso reaccionaria en la época del imperialismo, cuando todo está dado para sustituir la dictadura de los monopolios por la dictadura del proletariado y para abolir la propiedad privada.
Por consiguiente y como consecuencia de su aspiración burgués reformista: «nuestra idea de partido no es la de un aparato para la toma del poder del sistema que se enfrenta, sino que se mueve con el aliento de conformar un poder alternativo, un nuevo poder, a través de procesos que están por descubrirse y construirse». No se necesita ser letrado para darse cuenta que un partido que no tenga un horizonte claro solo puede marchar a la deriva, donde el señuelo del «nuevo poder» a través de «procesos que están por descubrirse y construirse» es una declaración hipócrita para dejar las cosas como están. Por ese camino, es apenas natural la idea según la cual: «Al Partido le queremos incorporar una noción de movimiento en el sentido de aunar esfuerzos políticos tanto individuales como colectivos, que autónomamente tengan el deseo y la voluntad de adherir al objetivo estratégico». Es decir, un partido policlasista, donde convivan como «buenos chicos» las clases antagónicas de la sociedad, donde burgueses y proletarios, campesinos y terratenientes, monopolistas y pequeñoburgueses… se unan con el propósito reaccionario de eternizar el infierno de la explotación y la opresión.
Ahora bien, ¿Cual es el derrotero inmediato de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común?
Consecuentes con su programa y estrategia, los jefes del nuevo partido proponen una «Plataforma común para la gran convergencia nacional». Se trata simplemente de un acuerdo electoral para conseguir un «Gobierno de Transición, Reconciliación y Paz» que en los próximos cuatro años «garantice la implementación de los acuerdos de paz»; aunque para hacer más llamativa su propuesta y ganar adeptos, le agregan la rimbombante frase: «y siente las bases estructurales del desarrollo y progreso, en democracia e inclusión».
Presentan como «aporte a la construcción de la Gran Convergencia» cinco puntos, así: «1.paz estable y duradera; 2. Modelo económico para el desarrollo equilibrado y el buen vivir; 3. Presupuesto nacional para el bienestar social; 4. Reestructuración del Estado, ampliación de la apertura democrática y superación del régimen de corrupción; 5. Relaciones internacionales para el mutuo beneficio, la solidaridad y la hermandad de los pueblos.» Y aun cuando suene descrestador lo que podría llamarse una plataforma o programa inmediato, en plata blanca, se trata de una propuesta de alianza para hacer cumplir lo acordado ante la posibilidad inminente de que las clases dominantes le hagan «conejo» a lo pactado entre los jefes de las Farc y el gobierno de Santos; todo lo demás, es retórica para conseguir votos, sobre la base del gran acuerdo burgués de legalizar el despojo de los pobres del campo ocurrido en la guerra reaccionaria de los últimos más de veinte años.
En resumen, el nuevo partido de las FARC no tiene nada de revolucionario, ni de marxista leninista, ni de comunista como alegan algunos politiqueros; es un partido burgués socialdemócrata que solo alcanza a llegar al «común».
Los compañeros de base de las Farc, los revolucionarios engañados por la fraseología «novedosa» y «fresca» de los ex-jefes guerrilleros deben ir a la fuente de tan insulsas ideas y, sobre todo, deben analizar el rotundo fracaso del experimento socialdemócrata en Europa, donde aún contando con la ventaja de ser países imperialistas esclavistas de otros pueblos, no pudieron salvarse de la crisis económica del capitalismo mundial, y hoy se encuentran sumidos, al igual que los países oprimidos, en una profunda crisis social que ocasiona grandes y violentos enfrentamientos entre explotados y explotadores, entre oprimidos y opresores, demostrando que la paz bajo el capitalismo es un engaño, y que el capitalismo imperialista no necesita de los enfermeros socialdemócratas que curen sus llagas y pestilencias, sino de los proletarios conscientes que, organizados en un Partido revolucionario independiente, conduzcan al pueblo a la insurrección que destruya las viejas relaciones y el viejo Estado que las defiende, para dar rienda suelta a las poderosas fuerzas sociales constreñidas por este sistema moribundo.
Comité de Dirección – Unión Obrera Comunista (mlm)