Luego del pugilato verbal entre el reaccionario Donald Trump y el progresista Gustavo Petro, y de la absolución del jefe paramilitar Uribe Vélez por el Tribunal Superior de Bogotá, el presidente de Colombia llamó nuevamente al pueblo a las calles el 24 de octubre a manifestarse por la soberanía, reviviendo en este llamado la idea de una nueva Asamblea Nacional Constituyente que inició el 23 de octubre cuando el Ministro de Justicia presentó públicamente el borrador del proyecto de ley al respecto y continúa hoy con la recolección de firmas el día de la manifestación..
De inmediato, los reaccionarios se pronunciaron en contra calificando la iniciativa de «imprudente», «temeraria», «riesgosa para la estabilidad democrática», es «incendiar la democracia con fósforos electorales», es «inviable», es una «imprudencia monumental», «es una amenaza contra la democracia», es para «perpetuarse en el poder», dijeron entre otras tantas. Petro respondió que se trata es de hacer realidad la Constitución del 91, secundando la idea del ministro Montealegre quien argumentó que: «Algunas normas de la Constitución de 1991 se volvieron obsoletas y otras son utilizadas por sectores absolutamente retardatarios para destruir las conquistas sociales».
Pero más allá de la espuma de los enfrentamientos entre Petro y Trump, de las babosadas de los reaccionarios y de los cálculos electorales, hay varios asuntos que los comunistas, los revolucionarios y el pueblo trabajador necesitan tener en cuenta y que los hechos han puesto en evidencia:
Primero: la agudización de las contradicciones entre los países imperialistas en la lucha por un nuevo reparto del mundo, obliga a los imperialistas yanquis a tratar de afianzar su poder e imponer sus condiciones en lo que llaman su «patio trasero». A ello obedece la escalada militarista en el mar Caribe y la amenaza de invadir a Venezuela en la puja con los imperialistas rusos y chinos que han alcanzado posiciones de dominio en ese país y reafirman su decisión de reclamar parte del botín en el que llaman «mundo multipolar»; es decir, quieren afianzar y expandir su dominación en América Latina.
Tal decisión ha sido reclamada en todos los foros internacionales contando con el apoyo del grupo BRICS, fue ratificada recientemente por Putin y refrendada por la Duma de Rusia el 22 de octubre. En resumen, Latinoamérica se está convirtiendo en un nuevo foco de la disputa y en un nuevo escenario de los preparativos de guerra interimperialista.
Por consiguiente, no hay imperialistas buenos o mejores, todos son peores y la soberanía de los pueblos oprimidos por los imperialistas depende de su lucha revolucionaria contra el imperialismo, que no puede ir separada de la lucha contra las clases dominantes lacayas y socias de los imperialistas. Es decir, la lucha por la liberación nacional no va separada de la lucha por la revolución social y política de los obreros, los campesinos y el conjunto del pueblo trabajador; lucha que a su vez no va separada de la lucha mundial de los obreros y los pueblos del mundo contra la explotación mundial capitalista y, por tanto, de la Revolución Proletaria Mundial.
Hablar de soberanía sin siquiera hacer públicos los acuerdos y tratados secretos y sin romper los tratados lesivos contra el país se convierte en demagogia. Lo consecuente frente a las bravuconadas de los imperialistas yanquis en cabeza de Trump y sus imposiciones sería romper todos los convenios con Colombia tales como desmantelar las bases militares yanquis existentes en el país, sacar a Colombia de la terrorista OTAN, así como romper los demás tratados políticos y económicos que permiten la intromisión de los imperialistas en los asuntos internos del país como el TLC.
Segundo: la agudización de las contradicciones interimperialistas ocasiona frecuentes crisis políticas en todos los países, tanto en los imperialistas como en los oprimidos creando una inestabilidad general del sistema capitalista imperialista, como una de las manifestaciones de la podredumbre y descomposición del sistema que ya dio todo cuanto tenía que dar y debe ser reemplazado por el socialismo. América Latina y Colombia no son la excepción, siendo claro ejemplo de las contradicciones por arriba y de la crisis de la podrida máquina burocrático militar que es el Estado burgués y la necesidad de reemplazarlo por un nuevo Estado de obreros y campesinos sustentado en el pueblo en armas.
Tercero: la imposibilidad de sacar adelante las reformas sociales por parte de Petro, ante la voracidad de los imperialistas y las clases parásitas dominantes en el país, pone de presente el fracaso del camino reformista para atender la grave crisis social (hambre, desempleo, falta de salud, educación, guerra contra el pueblo, crecimiento de la delincuencia y demás lacras sociales, etc.); dejan en claro que incluso las pequeñas reformas aprobadas han sido producto de la lucha directa y en las calles; reafirman por tanto la necesidad de desechar las ilusiones en la institucionalidad burguesa y tomar con firmeza la preparación de las Asambleas Populares como expresiones de la verdadera democracia y embriones del nuevo poder que reemplace al viejo poder y al Estado podrido de los capitalistas.
En consecuencia, la posición coherente frente a la crisis mundial del sistema moribundo, cuyas manifestaciones son evidentes en Colombia, no es proponer como salida una nueva constituyente que defienda la explotación asalariada y el Estado burgués para continuar protegiendo los privilegios de las clases parásitas explotadoras, pues se convierte en un distractor que desvía la atención del pueblo para encausar su justa indignación frente a los vejámenes de los imperialistas y sus socios lacayos en el país en apoyo a la institucionalidad burguesa, para que todo siga igual.
De ahí que cualquier cambio en el Estado, de personas e instituciones, e incluso de una nueva constitución, no será más que un cambio cosmético, pues mientras siga intacto el poder del capital este seguirá ejerciendo su dictadura contra el pueblo.
En otras palabras, si todo cuanto ha ocurrido desde la posesión de Petro es una demostración palpable del fracaso del llamado acuerdo nacional; si la experiencia del trámite de las reformas e incluso el reciente fallo absolutorio al jefe paramilitar y mafioso Uribe Vélez, confirman la podredumbre de todas las instituciones del Estado, demostrando que están de espaldas al pueblo; si después de más de tres años es evidente el fracaso de pretender resolver desde arriba y por voluntad de los ricos la terrible situación de los pobres; si por la vía constitucional del derecho burgués ha sido imposible obtener la libertad de los presos por luchar en los Paros Nacionales del 2019 en adelante; si todo esto es cierto, el presidente Petro se equivoca nuevamente ayudando a los imperialistas y reaccionarios a prolongar la agonía del sistema, en lugar de contribuir a la revolución socialista que no deje piedra sobre piedra del orden existente.
Y contribuir a preparar las fuerzas significa desechar las ilusiones en las instituciones del viejo Estado de los enemigos; tanto las ilusiones en una nueva constituyente, como en la farsa electoral burguesa que cada cuatro años promete los cambios que nunca llegan ni llegarán desde arriba; significa igualmente, atreverse a construir desde abajo las instituciones del nuevo Poder, empezando por las Asambleas Populares que desde ya se planteen resolver los problemas y tomen las medidas al respecto.
El proletariado revolucionario jamás se cansará de repetir que el Estado no es imparcial ni está por encima de las clases, ni al margen de su lucha como pregonan los falsos amigos del pueblo. En Colombia, el Estado es de carácter burgués, está en manos de la burguesía, los terratenientes y sus socios imperialistas, como máquina de opresión y dominación al servicio exclusivo de sus intereses de clase, y como arma de explotación de las clases oprimidas. Es un Estado burgués terrateniente y proimperialista, que durante toda su existencia ha utilizado la violencia reaccionaria para defender los intereses de clase de una minoría explotadora y ha ahogado en sangre todo grito de rebeldía de las masas trabajadoras.
Comité Ejecutivo – Unión Obrera Comunista (mlm)




