
En las primeras décadas del movimiento obrero socialista a mediados del siglo XIX, Marx y Engels plantearon que para que la clase obrera se emancipara de las cadenas que la atan a la explotación capitalista, era necesario constituirse en partido político independiente de los demás partidos burgueses y pequeñoburgueses y que mediante este instrumento político debían tomar el poder para construir una nueva sociedad. Fue así como empezaron a conformarse los primeros partidos socialistas, aunque la cuestión de cuál sería la forma de gobierno luego de que los trabajadores conquistaran el poder no había sido planteada con claridad. Más adelante, Marx plantearía que uno de sus descubrimientos en la ciencia había sido demostrar que la lucha de clases conduce «necesariamente, a la dictadura del proletariado» y que esta dictadura «no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases», de esta manera quedaba planteado el asunto respecto a lo que debería ser la clase obrera en el poder, un gobierno democrático para las amplias masas trabajadoras, pero dictadura sobre las viejas clases explotadoras derrocadas.
Fue en 1871, cuando los obreros de París se insurreccionaron y establecieron su propio gobierno independiente que fue conocido como la Comuna, y Marx y Engels plantearon que ésta era el ejemplo vivo de la dictadura del proletariado. Por primera vez los obreros de todos los países conocían en concreto cómo sería su forma de gobierno. La Comuna de París duraría muy poco, pero dejaba como grandes enseñanzas la necesidad de que fuera necesario destruir el Estado capitalista y que la forma de gobierno que le reemplazara debería ser la de un poder popular.
Muchos años después, la idea de una forma de gobierno de los trabajadores diferente al parlamento capitalista adquirió mayor fuerza durante la revolución rusa con la aparición de los «Soviets», que al castellano traduce como «Consejos». Los primeros soviets surgieron en 1905 en la vieja Rusia gobernada por los zares. A principios del siglo XX los trabajadores agrupados en las fábricas de las principales ciudades del imperio ruso comenzaron a movilizarse exigiendo mejores condiciones de vida, libertades democráticas y políticas (pues Rusia era un gobierno autocrático-monárquico), entre otras reivindicaciones. En enero de 1905, en la ciudad de San Petersburgo se realizaron una serie de huelgas para obtener mejoras económicas, estas eran dirigidas por una asociación de trabajadores encabezada por el cura Gueorgui Gapón, el cual tenía participación dentro del movimiento obrero con el fin de alejar a los trabajadores de las ideas del socialismo. Desde esa asociación se organizó una manifestación pacífica frente al Palacio del Zar con el objetivo de entregarle un documento de exigencias en donde se planteaba, entre otras cosas, la convocatoria a una asamblea constituyente.
El gobierno zarista respondió con dureza a la manifestación provocando la muerte de varios miles de manifestantes, hecho trágico que luego fue conocido como el «domingo sangriento». Pero en lugar de aplacar la rebeldía de los obreros, esa brutal represión hizo prender la chispa que incendió la pradera. Por toda Rusia se fueron organizando huelgas, ya no de solo carácter económico, sino también huelgas políticas que exigían el derrocamiento de la monarquía zarista y el establecimiento de una república democrática. El gobierno zarista para calmar la indignación popular decidió entonces crear una Duma (un parlamento), pero que solo tenía poder consultivo y excluía del sistema electoral a la mayoría del pueblo trabajador del imperio ruso. Durante todo 1905 se fueron realizando huelgas en diversos sectores, unas más grandes que otras, incluso entre los soldados, que llegaron entre otras, a protagonizar la famosa sublevación de los marineros del acorazado Potemkin.
Durante ese año de 1905, los obreros habían establecido organismos para poder dirigir las diferentes huelgas: sindicatos, comités de huelga, comités de fábricas, asambleas, etc. Fue en octubre cuando estalló una gran huelga general en todo el territorio ruso que se realizó la primera reunión del Soviet o Consejo de Diputados Obreros de la ciudad de San Petersburgo, que había sido organizado para agrupar a todos los organismos conformados por los obreros para la organización de la huelga general en cada fábrica o taller, los cuales debían enviar sus delegados al comité general de San Petersburgo. Es decir, los soviets surgieron inicialmente como un Comité General de Huelga o de Paro. De esa primera reunión se conformó un Comité Ejecutivo elegido en la primera asamblea del soviet y que era el encargado de coordinar el trabajo de todos los comités de huelga por fábrica o taller que lo conformaban. Entre octubre a noviembre se fueron creando diversos comités de obreros que se fueron sumando al soviet.
Con el desarrollo de la huelga que paralizaba el país, el soviet debió encargarse de asumir algunas funciones de carácter estatal para garantizar el transporte, la alimentación, la seguridad en las calles, el funcionamiento de algunas fábricas de carácter esencial, entre otras medidas a favor de la clase obrera para que no se viera afectada totalmente por la huelga. Pronto, en otras ciudades de Rusia se fueron conformado soviets siguiendo el ejemplo del Soviet de San Petersburgo. Pero en diciembre de 1905 el gobierno zarista logró acabar con los soviets mediante la represión y el encarcelamiento de sus principales dirigentes. De todas maneras, esta experiencia de poder popular, de poder obrero, quedó en la memoria del pueblo trabajador del imperio ruso.
Efectivamente, años después, en febrero de 1917, cuando la revolución logró derrocar al zar, comenzaron a surgir soviets nuevamente en todas las ciudades. Incluso ya no había solo soviets de obreros, sino que también se organizaron soviets de campesinos y de soldados. Y se realizó el primer gran Congreso de Soviets de toda Rusia. Entre febrero a octubre de 1917 los soviets fueron avanzando en tomar medidas a favor de los trabajadores en oposición al gobierno provisional capitalista que se había conformado luego del derrocamiento del zar. Se presentó, por tanto, lo que los comunistas rusos llamaron una «dualidad de poderes», es decir, un poder obrero y popular representado por los soviets en oposición a un poder burgués representado por el gobierno provisional. Fue en octubre que el soviet de la capital San Petersburgo decidió, bajo orientación del Partido Bolchevique, conformar un Comité Militar Revolucionario que derrocara el gobierno provisional y les entregara todo el poder a los soviets, es decir, a los obreros, campesinos y soldados de toda Rusia.
Luego del triunfo de la insurrección, el II Congreso de los Soviets de toda Rusia proclamó la República Soviética rusa. Los soviets se convirtieron en la base de gobierno de la nueva república de los trabajadores. Los obreros del imperio ruso habían avanzado mucho más allá de lo que lo habían hecho los comuneros franceses.
La formación de los soviets, así como del Partido Comunista que influenció sobre estos en la dirección de la revolución, fueron dos de las grandes enseñanzas de la revolución rusa de 1917 para los trabajadores de todos los países. La Internacional Comunista, surgida en 1919, en sus orientaciones a los comunistas de todos los países, además de que se debían construir partidos comunistas, también proclamaba la necesidad de impulsar soviets o consejos de obreros, pues estos eran instrumentos importantes para el proceso revolucionario que podrían pasar de ser comités de empresa y huelga a convertirse en organismos de poder popular.
En Colombia recientemente hemos tenido una experiencia un tanto similar con la conformación de las asambleas populares, en la que tomaron participación diferentes sectores del pueblo. Aunque evidentemente existen diferencias entre nuestras asambleas populares y los soviets, ambas son expresiones de la necesidad de unidad del pueblo alrededor de conquistar objetivos comunes y de conformar formas propias de gobierno. Es importante que los trabajadores colombianos conozcamos más profundamente la experiencia de los soviets en Rusia pues ofrecen ricas lecciones de cómo desarrollar esas formas embrionarias de poder popular que espontáneamente surgen en nuestro movimiento y que con una mayor organización y con la intervención de un partido revolucionario pueden convertirse en la base del futuro Estado obrero, campesino y popular de Colombia.






