Estamos siendo testigos de una nueva ola de revueltas populares que ahora sacuden el sudeste asiático. Primero Indonesia, y ahora Nepal. En el caso indonesio, las primeras manifestaciones se presentaron en el mes de febrero de este año, estas fueron organizadas por estudiantes que denunciaron los recortes presupuestales masivos y el papel cada vez mayor del ejército dentro del gobierno del presidente Prabowo Subianto, un exmilitar y empresario.
Pero fue el 25 de agosto cuando el movimiento huelguístico tomó realmente fuerza al conocerse que se aprobó un aumento del 33 % del salario para los 580 miembros de la Cámara de Representantes, según medios de comunicación indonesios, esa cifra equivale aproximadamente a 230 millones de rupias al mes, casi unos 14 000 dólares mensuales, cuando la mayoría de los trabajadores indonesios recibe solamente un 3 % de esa cantidad, es decir 420 dólares mensuales.
Las masas indonesias salieron a las calles, organizaron barricadas, marchas, enfrentaron a la policía antimotines. Pero las protestas tomaron mayor fuerza luego de que un joven repartidor fue asesinado luego de ser atropellado por un carro blindado de la policía en Yakarta durante las movilizaciones. Este suceso fue la mecha que prendió el fuego de la rebeldía y la indignación popular. Las protestas han tenido sus puntos álgidos con los incendios por parte de los manifestantes de edificios gubernamentales -incluyendo el parlamento- y saqueos en las casas de los parlamentarios en Yakarta, Bandung, Palembang, Makassar, entre otras ciudades.
La juventud ha sido el principal sector social en las manifestaciones en Indonesia. Se ha presentado el hecho curioso de que los jóvenes manifestantes han utilizado una bandera del manga y anime japonés «One Piece» como símbolo de resistencia y lucha contra el gobierno. El papel simbólico de la bandera ha sido tal que el gobierno ha considerado prohibir la izada de la «jolly roger» o bandera pirata del «Sombrero de Paja», apodo del protagonista de la serie. Pero los manifestantes hicieron caso omiso a esas amenazas y la bandera pirata sigue viéndose junto a la bandera indonesia en las protestas.
Según los reportes oficiales, cerca de 7 personas han muerto durante las protestas; la policía indonesia ha arrestado alrededor de 3 195 personas en todo el país, principalmente en la capital, Yakarta; y unas 20 personas se encuentran desaparecidas.
Hasta el momento las protestas han tenido repercusión en el gabinete de gobierno, cinco ministros han sido destituidos de sus cargos. Los casos más sonados son los de la ministra de finanzas, Sri Mulyani Indrawati, que había sido exdirectora gerente del Banco Mundial y llevaba décadas ocupando esa cartera ministerial; y Budi Gunawam, el ministro de Político y Seguridad.
La historia que hoy escriben las calles de Yakarta y otras ciudades indonesias es la de un pueblo que se niega a aceptar las injusticias, la corrupción, la falta de oportunidades, la opresión y explotación. Con el coraje de quienes no temen enfrentarse a la represión y la creatividad de una juventud que convierte hasta una bandera de anime en símbolo de resistencia, los manifestantes han demostrado que la dignidad no se negocia y que el camino de la lucha es el camino seguro para conquistar sus derechos. Su valentía ilumina no solo a Indonesia, sino a todo el sudeste asiático, recordándonos que cuando la indignación y la lucha es de masas, el poder no es demasiado grande para ser cuestionado.
