
En una cuenta de Facebook, el 31 de julio del 2025, una señora X escribió esta nota apologista de Uribe para defender su inocencia y ante la cual, es necesario dar un breve repaso de la historia de Colombia a nuestra ilustrada dama.
La señora de bien escribió lo siguiente:
«A los jóvenes que odian a Uribe sin saber por qué. Hoy no vengo a hablar de si Álvaro Uribe Vélez es culpable o inocente. No me interesa el fallo, ni el titular judicial de turno. No vengo a defenderlo jurídicamente, ni a lapidarlo mediáticamente.
Hoy quiero hablarle a una generación. A esos jóvenes de 20, 25 o 30 años que desprecian —con una pasión casi religiosa— a un expresidente que gobernó este país durante los años más oscuros que muchos de ustedes jamás vivieron. Quiero hablarles a ustedes, que con rabia corean “paramilitar”, “asesino”, “monstruo”, sin haber vivido una sola noche temiendo un cilindro bomba, sin haber sentido en carne propia el terror de viajar por una carretera donde las FARC paraban, quemaban, secuestraban y mataban como señores
feudales del horror.
Ustedes que hoy repiten eslóganes con furia aprendida, tal vez no recuerdan —o nunca supieron— que, durante la posesión presidencial de Uribe, la Casa de Nariño fue atacada con cilindros bomba. Así comenzó su gobierno. Bajo fuego. Tampoco saben que hubo una época en que ir de Bogotá a Villavicencio no era un viaje… era una ruleta rusa. Que los nombres “Romaña”, “Mono Jojoy”, “Alfonso Cano” y “Raúl Reyes” no eran simples apellidos, sino jefes de guerra. Criminales que asaltaban buses como si Colombia fuera el Lejano Oeste. Tal vez nunca oyeron hablar de la “zona de distensión”, ese Estado paralelo donde las FARC mandaban, juzgaban, secuestraban, cultivaban droga y operaban con impunidad sobre un territorio más grande que El Salvador. Donde el comandante Manuel Marulanda aparecía en televisión como si fuera un presidente campesino… pero con alma de dictador.
Y sí, fue Álvaro Uribe Vélez quien desmanteló esa farsa. Con todo lo que implica una guerra: errores, bajas amigas, civiles atrapados en el fuego cruzado. ¿Doloroso? Sí. ¿Evitable? Quizás no. Porque quien se atreve a recuperar un país secuestrado, no lo hace con discursos, sino con decisiones. Fue Uribe quien devolvió las carreteras, la movilidad, la esperanza. Fue su política de Seguridad Democrática la que permitió que Colombia respirara de nuevo. Que los criminales huyeran en vez de gobernar. Que las ciudades no despertaran cada mañana con un nuevo coche bomba. Y fue él quien enfrentó a la comunidad internacional, con todo el costo político que eso implicaba, por hacer lo que había que hacer. Así cayó Raúl Reyes, en suelo ecuatoriano. Y por eso, con el odio que no pudieron vengar en el campo de batalla, lo persiguen hoy en los tribunales. Porque la izquierda no le perdona su victoria. Y porque muchos jóvenes, educados bajo un sistema adoctrinador, absorbieron sin filtro la narrativa impuesta por FECODE, la misma que blanquea terroristas y demoniza patriotas.
No les pido que adoren a Uribe. Ni siquiera que lo defiendan. Solo les pido una cosa: memoria. Porque muchos de ustedes opinan desde el confort que otros —como él— ayudaron a construir.
Y aunque hoy un juez lo condenara, quienes vivimos la guerra —de verdad— sabemos bien quién fue Uribe. Y lo que representó para un país que ya no creía en nada. Por eso, más allá de ideologías, hoy digo sin rodeos: Mis respetos eternos, Presidente Álvaro Uribe Vélez
#reflexiones #PresidenteUribe».
Esa historia que acabaron de leer es una falacia, porque parte de premisas falsas, para llevar a conclusiones falsas con apariencia de verdad. Sus argumentos tienen el olor putrefacto de quien justifica los asesinatos, el despojo de los pobres del campo y las vejaciones contra las masas sin ningún remordimiento y su análisis está salido de la realidad por las siguientes razones:
- Juzga a los jóvenes como ignorantes, cuando en realidad esta generación se cansó de las mentiras de la mafia tal como se pudo ver en los levantamientos populares del 2019, 2020 y 2021, en los que las masas populares se alzaron contra la agudización de la miseria después de la pandemia del Covid-19, la corrupción, el terrorismo de Estado y la falsedad de los uribistas.
- Justifica el terrorismo de Estado ordenado por Álvaro Uribe Vélez como si se tratara apenas de pequeños errores, o de fuego amigo o civiles atrapados en fuego cruzado. Por ejemplo: los 6 402 asesinatos de civiles fuera de combate por parte de militares en su gobierno. Sólo unos desgraciados pueden ordenar matar civiles, disfrazarlos de guerrilleros, mostrarlos como bajas en combate, para luego aparentar que son muy efectivos militarmente, y después, cuando fueron descubiertos, decir que todo se hizo a sus espaldas.
- Encubre que el innombrable AUV representa a un sector de los mafiosos productores de psicotrópicos, llamado «El Cartel de Medellín» que utilizó el Estado burgués para perseguir a sus principales competidores que eran las Farc para luego fortalecer sus propios negocios. Esa es la razón detrás del despojo violento de los pobres del campo ejecutado en favor de los grupos de narcotraficantes, y lo que se escondía detrás de la supuesta liberación de las carreteras, la movilidad y la esperanza. En realidad, se disputaban los mejores territorios del país para la producción, procesamiento y distribución de psicotrópicos, en resumen, nuevas zonas o rutas para exportar y comercializar la coca, nuevas pistas ilegales y nuevos territorios para la siembra y resiembra de cultivos de psicotrópicos.
- Justifica el Terrorismo de Estado ejercido por Uribe en asocio con los ejércitos y bandas de paramilitares, tales como las interceptaciones ilegales a sus opositores políticos, al igual que el uso de la información del DAS para perseguir y asesinar a líderes populares. La persecución a las ONG, los sindicatos y los defensores de derechos humanos o las desapariciones o las ejecuciones extrajudiciales de civiles como ocurrió en la criminal Operación Orión en la Comuna 13 de Medellín. Uribe y los ejércitos privados de los narcotraficantes, en lugar de los gladiadores vencedores de batallas con que sueña «la señora de bien», en realidad son cobardes mafiosos que mandan matar a mansalva y por la espalda.
Los hechos históricos anteriores son pequeñeces para nuestra «señora de bien» que pudo respirar tranquila mientras su redentor y sus amigos de la motosierra cubrían de sangre el país y para el colmo de los males, ahora sale a decir tácitamente que Uribe es inocente.
La realidad es muy distinta de los deseos ilusos de nuestra señora apologista vergonzante de Uribe, pues lo cierto es que los jóvenes y el pueblo colombiano ya se han dado cuenta que el expresidente Uribe es culpable de crímenes de lesa humanidad, que la burguesía y los terratenientes se beneficiaron de las leyes antiobreras que les garantizaron ejercer diversas formas de explotación y opresión ejercida en contra de los trabajadores del campo y la ciudad durante su mandato, lo que les garantizó millonarias superganancias y a los imperialistas yankees reforzar su dominación en Colombia.
Lo cierto también es que la mafia uribista y Uribe mismo, merecen un castigo ejemplar, y si esto no ocurre, es porque la justicia burguesa está en manos de los explotadores y sólo un tribunal popular podría saldar cuentas históricas con estos criminales y los señoritos de bien que los siguen.






