
Para finales del siglo XIX y gracias a la capitalización generada por la minería, los cultivos de café, al apoyo incondicional que la Iglesia Católica brindaba a las familias burguesas de Antioquia y la influencia del desarrollo industrial europeo, llegó a la región el desarrollo de la industria textil. Es así como para los primeros años del siglo XX son instalados los primeros telares en el Valle de Aburrá, en las localidades de Bello y Envigado, telares que fueron importados desde Inglaterra, país ya industrializado.
Todo ello trajo consigo al municipio de Envigado una transformación cultural inevitable, que la iglesia católica apoyó y orientó con su doctrina cristiana, por medio de la cual enseñaba como principio divino la aceptación y la sumisión en la actividad laboral que empezaba a desarrollarse. Es así como la iglesia católica jugó un papel muy importante en los cambios culturales de gran parte del campesinado de dicha región al pasar a un sistema de vida urbano, un cambio de cultura de la cotidianidad campesina a una nueva forma de vida laboral que dio origen en el municipio a la clase obrera envigadeña. Aunque para la iglesia, la clase obrera no debía de existir, promulgando el desarrollo y consolidación de una empresa paternalista donde el patrón y el trabajador formaran una sola familia «a la luz de dios».
Pero la situación de la clase obrera a nivel nacional e internacional era contraria a ese ideal de empresa paternalista. A nivel internacional, en marzo de 1908 las mujeres en una protesta en Rusia habían solicitado que se declarara el 8 de marzo como día internacional de la mujer y en octubre de 1917 se da la Revolución rusa donde la unidad de obreros, campesinos y los consejos de Soviets se levantaban victoriosos. Hechos históricos en los que la mujer jugó un papel decisivo en la conquista de las diferentes victorias.
Mientras tanto, el desarrollo de la fábrica textil de Rosellón en el departamento de Antioquia, se dio a costa de las mujeres, que eran consideradas por el patrón como un elemento de fácil subordinación y control y, además, porque se les podía pagar mucho menos que a los hombres, como se hacía para ese entonces en Inglaterra; además, eran muy apetecidas por el patrón por su agilidad manual y su responsabilidad. Según datos, el 85 % de la población industrial textil lo constituían la mujer y los menores de edad y, teniendo en cuenta que la mujer era remunerada con un salario inferior al de los hombres que trabajaban en la empresa textil y un poco superior a los menores de edad, esta condición era codiciada mucho por el patrón pues sus ganancias se acrecentaban a la vez que los salarios eran peores.
Para mantener estas actitudes de sumisión y entrega de la mujer, la iglesia católica les brindaba a las compañeras «acompañamiento» a través de sus diferentes instituciones, en las que les ofrecían los llamados patronatos a aquellas mujeres que venían del campo dejando atrás a sus familias, allí eran sometidas a una férrea disciplina y controladas por las matronas, quienes se encargaban de controlar todos sus movimientos; se dice que incluso les prohibían contraer matrimonio y tener relaciones sexuales, porque se les inculcaba que la mujer trabajadora en factoría se alejaba del camino que se le había encomendado: ser esposa y madre. También estaban los inquilinatos donde se albergaba a las mujeres que no encontraban lugar en los patronatos, lugares donde estaban sometidas a diferentes abusos en especial de tipo sexual.

Si bien los señores capitalistas impulsores del desarrollo textil en la región del sur del Valle de Aburrá presumían de una relación paternalista con los trabajadores, en la empresa de Rosellón, en el año de 1920 ocurre el primer intento de huelga, intento que no obtuvo mayor fuerza. Para mayo de 1929 se desarrolla una tentativa de huelga promovida por los mecánicos, esto debido al descontento que generaba para ellos la prohibición que hacía la empresa de utilizar los retazos para hacer los delantales, y para junio del mismo año se presenta el segundo momento de protesta en el que participan las 186 obreras y 14 obreros de la fábrica Rosellón, ante una rebaja salarial del 25% únicamente para las mujeres.
En enero de 1936 se desarrolla la primera huelga de la fábrica. En un principio la huelga fue declarada ilegal por el gobierno y la empresa tomó la decisión de cerrar para presionar al movimiento de echar para atrás sus pretensiones. La huelga se destacó por su impacto en el movimiento obrero de la región, además de enmarcarse en un periodo de creciente actividad sindical en Antioquia, precedido por huelgas significativas como la del Ferrocarril de Antioquia en 1934 y la de Coltejer en 1935. El 13 de enero de 1936, el sindicato de obreros de Rosellón, liderado por José Antonio Guio, presentó un pliego de peticiones a la gerencia de la empresa, otorgando un plazo de 48 horas para su respuesta. Las demandas incluían mejoras salariales, condiciones laborales más justas y el reconocimiento de la representación sindical. Ante la falta de respuesta favorable, los trabajadores iniciaron la huelga, contando con el respaldo de diversas organizaciones sindicales de Medellín y de la comunidad de Envigado.

La huelga de Rosellón recibió un amplio apoyo de la población local, de otros sindicatos e incluso de las autoridades municipales, lo que fortaleció la posición de los huelguistas. Este respaldo fue crucial para la consecución de sus objetivos, que incluyeron mejoras salariales y servicios médicos para los trabajadores.
La huelga de Rosellón en 1936 es recordada como un hito en la historia del sindicalismo colombiano, evidenciando la capacidad de organización y resistencia especialmente de las trabajadoras en la lucha por sus derechos laborales, mucho más cuando sabemos que históricamente la mujer es la que lleva la peor parte, principalmente cuando el sistema capitalista en contubernio con la iglesia se ensaña en mantener al movimiento femenino siempre adormecido y cargando con toda la culpa de lo que sucede en la sociedad burguesa. Pero a pesar de tanto sometimiento, la mujer ha demostrado su entereza y valentía, y la huelga en Rosellón fue ejemplo de ello. La lucha de las mujeres está representada en la humanidad de mujeres como Betsabé Espinal, María Cano, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo y todas aquellas que con sus acciones dieron cuenta de la importancia y significación para toda la clase obrera del Día Internacional de la Mujer.