La mujer unionista en el camino de la Revolución

La mujer unionista en el camino de la Revolución 1

La lucha de líneas es el motor de una organización política, que sinceramente está por dirigir con todas sus fuerzas al proletariado y los campesinos hacia su emancipación contra el yugo de la explotación capitalista.

La UOC (mlm), ha seguido la tradición de los comunistas, de los marxistas leninistas maoístas, de que los partidos permanentemente deben realizar campañas de rectificación, luchando contra las ideas burguesas en su seno y fortaleciendo las ideas proletarias, elevando por tanto la unidad de sus militantes, para acometer con disciplina consciente las tareas del plan hacia la revolución.

En la actualidad la organización lleva a cabo una campaña de rectificación, llamada Campaña de Bolchevización, es en medio de ella que la camarada Diana escribe la siguiente autocrítica, lo que refleja el talante de militantes con los que cuenta la organización, pues un verdadero comunista, es quien es capaz de identificar sus errores, reconocerlos y rectificar.

Sabemos que se han desarrollado otros debates, que hay muchas más autocríticas, e invitamos a que sigan el ejemplo de Diana y las envíen a la prensa. La clase obrera, a la cual servimos, necesita saber que no ocultamos nuestros errores, que luchamos por ser cada vez mejores como revolucionarios, para ser dignos de dirigir su lucha económica, teórica y política contra sus enemigos.

Comisión de Agitación y Propaganda


Camaradas, escribo lo siguiente para abordar las ideas burguesas que aún persisten en mí, dado que nos encontramos en un sistema marcado por la individualidad y la extrema competitividad.

El camarada Stalin, en su libro, menciona lo siguiente en un apartado: «Pues bien, camaradas; si queremos liquidar con éxito el hambre en el terreno de los hombres y lograr que nuestro país tenga suficiente cantidad de cuadros, capaces de impulsar hacia adelante la técnica y de ponerla en movimiento, debemos, ante todo, aprender a apreciar a la gente, apreciar a los cuadros, apreciar a cada trabajador capaz de ser útil a nuestra causa común». Esta reflexión me lleva a cuestionar mi propia idea de superioridad, quizás moral, hacia personas con ideas de izquierda/progresistas. He tenido discusiones intensas que han alejado a las personas de mí y de las ideas que defiendo. Esto se debe a mi agresividad y falta de empatía, sin comprender el carácter de clase de las ideas y el hecho de que, en este momento, las ideas burguesas son las que más perduran.

En cierto momento, me comporté mal con algunas compañeras y compañeros, llamándolos «brutos, estúpidos, inservibles políticamente, incorrectos, incapaces de comprender la realidad material». Además, discutí con compañeras sobre la validez del lenguaje inclusivo y del feminismo, calificándolos de «basura», lo cual esta forma de cambiarle la letra a una palabra no contribuyó en nada a mejorar mi vida en medio de las dificultades.

Lamento profundamente estas acciones, ya que revelan en mí una mentalidad burguesa de superioridad que debo erradicar. He pedido disculpas a algunas personas, reconociendo que es en comunidad donde nos fortalecemos contra el corrupto sistema capitalista.

Espero convertirme en un cuadro, digna de llevar la bandera proletaria y, sobre todo, ser una mujer que lleve en sus manos el honor de su madre, hermanas, tías y de las miles de mujeres trabajadoras y explotadas por el capital.

Y recordando las palabras: «recordad, camaradas, que sólo son buenos aquellos cuadros que no tienen miedo a las dificultades, que no se esconden ante las dificultades, sino que, por el contrario, marchan a su encuentro para superarlas y liquidarlas. Sólo en la lucha contra las dificultades se forjan los verdaderos cuadros. Y si nuestro Ejército llega a tener una cantidad suficiente de cuadros verdaderos, templados, será invencible».

Por eso, busco mejorar cada día y respetar. Sin embargo, me siento abrumada por el estrés que el capitalismo causa en mí como mujer proletaria, y el oportunismo me enferma con sus ideas. A pesar de ello, debo enfrentar esta batalla sin derramar lágrimas ni bajar la cabeza; todo lo contrario, desde el respeto y el diálogo constructivo en el debate. Sé que así la lucha ideológica podrá ser más efectiva.

En otro aspecto, viendo mi trabajo en retrospectiva con los jóvenes saco la conclusión que, en aquel entonces, todo el trabajo recaía en el camarada Darío. Él leía, analizaba, proponía, mientras que yo, la mayor parte del tiempo, no estaba presente debido a mi dedicación completa al trabajo, estudio y a mis asuntos personales. Admito que fue bastante anárquico de mi parte actuar así.

Hasta el día de hoy, pido disculpas al camarada Darío, a ustedes camaradas y al poder del Proletariado por mis ideas pequeñoburguesas, ya que aún no comprendía plenamente la responsabilidad que implica ser un cuadro.

Admiro a cada uno de ustedes por su trabajo, tanto es así que he cambiado, estudiado y mejorado mis acciones para estar a la altura de personas como el camarada Darío, Carlos y Sara, quienes, a pesar de todas sus responsabilidades, siempre están firmes y cumplen con su deber como cuadros.

Como dice el camarada Stalin: «Primero, apreciar los cuadros como el fondo de oro del Partido y del Estado, valorarlos y respetarlos». Es precisamente lo que pienso de ustedes, y en ese proceso de estudio y trabajo he logrado mejorar.

En segundo lugar, conocer a los cuadros, estudiar meticulosamente sus méritos y defectos, saber en qué puesto pueden desarrollar mejor sus aptitudes cada militante responsable. Como mujer que sufre las explotaciones del capital, este es mi enfoque principal, al igual que la situación de las personas con discapacidad, que a menudo son olvidadas.

En tercer lugar, formar cuidadosamente a los cuadros, ayudar a cada uno de los militantes a progresar, no escatimar tiempo para educar pacientemente a aquellos que avanzan. Quiero expresar mi gratitud por el excelente trabajo que han hecho conmigo y también mencionar que he trabajado arduamente, ya que mi mayor deseo es convertirme en un cuadro como alguna vez lo fue la camarada Alexandra Kollontai.

En cuarto lugar, promover de manera oportuna y audaz a cuadros nuevos, jóvenes, evitando que se estanquen en antiguos roles. Nuestro trabajo con los jóvenes y las mujeres no se ha detenido, pues hemos buscado maneras de llegar a todos los frentes; no nos hemos limitado a desarrollar nuestras labores en un solo sitio, sino que hemos participado en reuniones sindicales, con jóvenes en las calles, con el lumpenproletariado, y ahora estamos intentando avanzar en el proceso con niños y niñas.

Quinto, distribuir a los militantes en sus puestos de manera que cada uno sienta que ocupa el lugar que le corresponde, contribuyendo al máximo de lo que es capaz según sus cualidades personales; asegurando que la distribución de los cuadros esté en línea con las exigencias de la línea política que estamos siguiendo.

En mi autocrítica, reconozco que el camarada Darío es un gran cuadro; se ha enfocado tanto en el trabajo con los jóvenes, como en la situación de opresión de las mujeres, y juntos hemos aprendido sobre temas nuevos como la ideología de género, porque creemos en la necesidad de eliminar la división del trabajo donde solo uno se enfoca en una posición sin moverse.

Escribe Diana.

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