El 16 de mayo, el socialdemócrata Gustavo Petro publicó un artículo titulado “De la barricada a la multitud”, en donde de forma politiquera se va lanza en ristre contra la poderosa Huelga Política de Masas que sacude al país y que ha puesto en jaque al régimen mafioso y paramilitar uribista y su títere Duque.
Tratando de darle un panorama sombrío y estéril a los heroicos bloqueos que adelanta el pueblo, Petro esgrime la misma idea que pregonan los grandes capitalistas y el régimen asesino: “marchas civilistas y pacíficas”.
De su andanada de tergiversaciones de la lucha histórica del movimiento obrero saca sus conclusiones socialdemócratas que nada tienen que ver con la lucha de clases real ni con la ciencia de la revolución marxista del proletariado; toda su retórica hace parte del esfuerzo desesperado de un curandero que trata en vano de salvar a un criminal paciente que se encuentra en estado terminal. ¡Qué gran favor al régimen!
Tales argucias no deberían extrañar por cuanto Gustavo Petro, quien hora posa de “redentor” del pueblo, también tiene su historia contra el pueblo y su lucha. Mientras fungió como alcalde de Bogotá tuvo el “mérito” de haber cerrado cerca de 170 comedores comunitarios y tratar de la misma forma en que hoy lo hace el títere Duque a la juventud que se manifestó en apoyo al Paro Campesino de 2013: también decretó el toque de queda en las localidades de Bosa, Suba y Engativá, en cada una de las cuales fue asesinado un joven durante los enfrentamientos con los perros del Esmad y motorizados de la policía; también en aquella ocasión, como lo hace Duque ahora, Petro dijo que las protestas en los barrios populares habían sido “instigadas y pagadas por bandas de microtráfico”.
No extrañan por consiguiente sus estúpidos consejos: “Pocos le contarán a la juventud popular que, desde finales del siglo XIX, exactamente con la Comuna de París, el movimiento obrero llegó a la conclusión que la barricada era antesala de la derrota. Que la barricada no afecta al poder, y que por mucho heroísmo que se sienta, allí solo quedan los muertos y heridos del campo popular. Solo habría que leer o ver Los miserables, de Víctor Hugo, pero Caracol ni RCN transmitirán semejantes enseñanzas de la historia”.
Este señor, siempre preocupado por los problemas sociales desde la óptica del burgués adornado de humanista, osa ahora posar de “teórico” del movimiento obrero; y no lo hace por estimación al pueblo o la juventud que ha vertido su sangre generosa en las calles, sino por pretensiones politiqueras y burocráticas. Pero no engaña a los trabajadores, la experiencia extraída en décadas de combate obrero a nivel mundial y condensada en la ciencia marxista del proletariado, permite saber con exactitud cuál es el lugar histórico de las huelgas económicas, las huelgas políticas de masas, las insurrecciones, las barricadas, la guerra de guerrillas, etc. La experiencia histórica refuta la pretensión embustera de Petro con la que busca desmoralizar la lucha popular y encauzarla por los cánones pacifistas y politiqueros que le permitan al títere Duque, según Petro, “terminar su mandato”, para que todo siga igual.
Sabemos que la lucha de clases está sujeta a leyes que determinan el ritmo y la marcha de la contienda entre las clases sociales; Lenin lo resumió así: “Marx concibe el movimiento social como un proceso natural regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad, la conciencia y la intención de los hombres, sino que, además, determinan su voluntad, su conciencia y sus intenciones”.
Esas leyes objetivas son las que determinan por qué en Colombia hoy las masas se sublevan en Huelgas Políticas y han encontrado como mejor mecanismo de lucha las vías de hecho y los bloqueos; sin embargo, ¿cuál es el papel de las barricadas en esa escalada de formas de lucha del pueblo?
Toda lucha tiene un momento histórico determinado, las masas optan por una u otra forma de lucha en un tiempo determinado. No siempre se está a la ofensiva o defensiva, como tampoco son aplicables en todo momento las huelgas económicas contra los patronos, la guerra de guerrillas, las huelgas políticas, etc.; tampoco es correcta la interpretación revisionista de la combinación de las “formas de lucha”, pregonada por muchas organizaciones tanto “izquierdistas” como derechistas para justificar su cretinismo parlamentario.
En el período actual de lucha del pueblo colombiano, nos encontramos dentro de una gran defensiva estratégica de la revolución, se comprende que el enemigo sea fuerte en muchos aspectos porque el pueblo se encuentra luchando disperso y desorganizado. Aun así, el pueblo ha emprendido una ofensiva en forma de Huelga Política, es decir, una huelga no dirigida contra los patronos, sino contra los representantes de las clases dominantes, el poder político y el Estado, sus fuerzas represoras legales e ilegales. Hasta el momento, las masas indignadas han hecho sentir su justa rabia contra las cadenas que más las agobian y han hecho recular al régimen en sus pretensiones.
En ese escenario, los bloqueos similares a las barricadas han sido el mecanismo por excelencia para golpear el capital, dada la profunda crisis del movimiento sindical como consecuencia del predominio socialdemócrata, liberal y revisionista en su dirección; puesto que el movimiento sindical sufre la mordaza que ha maniatado la parálisis de la producción desde dentro de las fábricas, las masas con los bloqueos y barricadas desde afuera han tratado de sortear el asunto.
Las barricadas son un mecanismo eficaz en las Huelgas Políticas de Masas, de ello nos habla el heroico Paro de 1977 cuando el pueblo echo atrás todo el paquete de reformas de López Michelsen. Asimismo, lo han demostrado las poderosas Huelgas Políticas de las masas en todo el mundo, sobre todo en Chile, Hong Kong, Ecuador, etc.
Mediante las barricadas, en medio del paro y la movilización general de la huelga política presente, los combatientes populares contribuyen a desarrollar una lucha que no cuestiona la continuidad del sistema, sino que lucha por objetivos concretos.
Hablar en todo momento de la lucha en barricadas, sería una desviación ya que estas no tienen ningún sentido en las huelgas económicas, mientras que en las insurrecciones son apenas una de las formas de lucha, más no la principal.
En esa misma línea, en una insurrección las masas sí cuestionan la continuidad del sistema capitalista y pasan a la ofensiva para hacerse con el poder político; allí toda defensiva significa la muerte de la insurrección. Las barricadas generalizadas en una insurrección es una condena a muerte del movimiento y un craso error.
La Comuna de París, de la que el “salvador” Petro pretende hacer gala, fue una hermosa experiencia de lucha cuando el proletariado a nivel mundial carecía de experiencia práctica acerca de las mejores formas de lucha para asaltar el poder; se necesitaba de la experiencia para concluir lo que muy fácilmente alega nuestro socialdemócrata humanista. Fue de la práctica que Marx y Engels extrajeron las lecciones del arte de la insurrección proletaria, lecciones que fueron magníficamente llevadas a cabo por el partido bolchevique en Rusia, en donde de una Huelga Política de Masas con barricadas, las masas obreras pasaron a la insurrección.
Enlodar y tratar de banalizar la heroica lucha del pueblo colombiano es un esfuerzo de un filisteo demócrata frente al peligro que representa el poderoso levantamiento popular, que de continuar daría al traste con su sueño de reformar lo irreformable desde la presidencia del Estado burgués. Subestimar lo que las masas populares han logrado en unos cuantos días de Paro Nacional Indefinido, es un esfuerzo inútil para tratar de ocultar la proeza de la rebelión, que en décadas de parloteo estéril no han logrado los senadores de “izquierda” en el establo parlamentario, es un vil lamento de politiquero barato.
Esfuerzos estériles si han sido, por ejemplo, el ejercicio reformista del M-19 y de todas las guerrillas de la pequeña burguesía, que claudicaron en la lucha para dedicarse a adornar la dictadura de los ricos, para velar por el poder de los monopolios, el gran capital y la mafia en este país, con el formalismo legal de su miserable constitución y su “Estado social de derecho”, mientras le han arrebatado materialmente todas las conquistas a la clase obrera y a las amplias masas populares año tras año.
Desde la Constitución de 1991, la pretensión reformista ha significado para las masas populares que no se haya avanzado ni un ápice de libertad ni mejoría en sus condiciones materiales de vida, ni de garantía de todos los derechos que en los papeles se mencionan. ¡Tanta sangre derramada por combatientes de base para nada! ¡Tantos esfuerzos depositados en costal roto!
Es por eso que los revolucionarios consecuentes en Colombia se esfuerzan por denunciar el papel dañino de los reformistas y sus pretensiones de desviar la lucha y apagarla. Es por eso que el pueblo ha seguido en las calles y ha continuado los bloqueos, organizando asambleas populares en todos los niveles, no solo con la multitud en las calles sino con los bloqueos y las barricadas.
Ahora además debemos avanzar contribuyendo a que el proletariado industrial paralice la producción, extendiendo el Paro y haciéndolo de verdad General e Indefinido, única forma de garantizar la caída del régimen mafioso y paramilitar; única forma efectiva para resolver las urgentes necesidades que padece el pueblo y que no dan espera a que se realicen elecciones como quieren Petro y todos los secuaces reformistas; ni a que se resuelvan en las mesas de traición o de diálogo que busca el régimen con el mal llamado Comité Nacional de Paro. No existen salvadores que vayan a curar al paciente moribundo que es este sistema capitalista. El pueblo debe tomar las riendas del Estado y la sociedad, con la multitud y la barricada: ¡Solo el Pueblo, Salva al Pueblo!