LAS MUJERES EN LA COMUNA DE PARÍS, 1871

LAS MUJERES EN LA COMUNA DE PARÍS, 1871

Tomado de La Cause du Peuple, publicado el 18 de marzo de 2021 – Traducción de Revolución Obrera

El 18 de marzo de 1871 marca la fecha del estallido de la Comuna de París. Cientos de miles de trabajadores y artesanos se levantaron, tomaron el control de la ciudad y establecieron la primera dictadura proletaria de la historia. Durante más de dos meses, hasta el 28 de mayo -que marcó el final de la sangrienta semana en la que las tropas contrarrevolucionarias de Versalles masacraron a decenas de miles de comuneros- se produjeron inmensos avances en París. Las mujeres, que representan la mitad del proletariado y que en aquella época casi no tenían derechos, tuvieron un papel importante a lo largo de la experiencia revolucionaria de la Comuna.

La Comuna de París se produjo en un momento difícil para toda la clase obrera francesa, y en particular para las mujeres. Pocos meses después del final de la guerra franco-prusiana, gran parte del Estado francés fue ocupado por las tropas alemanas. En París, todavía asediada unos meses antes, la ira retumba en todo el proletariado, especialmente entre las mujeres. Sus salarios eran dos veces más bajos que los de los hombres, y a menudo tenían que trabajar directamente desde casa (especialmente en la industria textil) para cuidar de sus hijos. Algunas trabajan gratis, otras se veían obligadas a prostituirse para mantener a sus familias.

En este contexto, las mujeres de la clase obrera tenían todas las razones para rebelarse. Sin embargo, el movimiento feminista de la época las hizo a un lado, prefiriendo los debates intelectuales de salón a la lucha concreta. Así, ya en su momento, el movimiento feminista burgués que decía representar a “todas las mujeres”, en realidad sólo representaba los intereses de las mujeres burguesas.

Para las mujeres obreras, fue durante la guerra franco-prusiana cuando todo se aceleró: ellas exigieron armas para defenderse de la invasión alemana, pero también el derecho a ir al frente para atender a los heridos de guerra, el cual se les había negado hasta entonces. Entre estas mujeres, encontramos dos importantes figuras de la Comuna de París: Sophie Poirier y Louise Michel.

Así que, al final de la guerra, cuando el gobierno decidió quitarles las armas a los parisinos, el pueblo se negó. El 18 de marzo, el ejército francés llegó a París de madrugada para desarmar al pueblo. Las mujeres, despertadas antes que los hombres, se dieron cuenta y se opusieron frontalmente al ejército. Es este mismo acontecimiento, protagonizado por las mujeres, el que desencadena la insurrección del 18 de marzo y el establecimiento de la Comuna de París. A partir de entonces, toda la clase obrera parisina quedó fuera, junto con decenas de miles de artesanos. Todos ellos se opusieron al desarme. En todo París se levantaron barricadas. Muchos soldados, en su mayoría obreros o campesinos reclutados a la fuerza en el ejército, confraternizaron con los revolucionarios y se negaron a disparar contra la multitud, a pesar de las órdenes del gobierno burgués; que fue obligado a reconocer la derrota y a evacuar los hermosos barrios de París. En el acaudalado cuarto distrito, la multitud tomó el puesto militar de la Rue des Rosiers donde estaban atrincherados dos generales del ejército, que fueron inmediatamente ejecutados por los revolucionarios. Unas horas más tarde, la Guardia Nacional, que se puso del lado de los revolucionarios, tomó el Hôtel de Ville. A partir de entonces, todo París quedó en manos de los revolucionarios y las fuerzas reaccionarias se vieron obligadas a retirarse a Versalles.

Fue una gran victoria para toda la clase obrera parisina, y especialmente para las mujeres. A partir de entonces, se estableció una importante lucha directamente en el seno de la Comuna de París. En efecto, mientras que las mujeres contribuyeron activamente a la insurrección; mientras que representan la mitad del proletariado; mientras que participan en el buen funcionamiento de la sociedad; la mayoría de los hombres que ejercían cargos de responsabilidad dentro de la Comuna rechazaron categóricamente que las mujeres pudieran acceder a puestos de poder. No obstante, se produjeron importantes avances en sus derechos: se reconocieron las uniones libres, las viudas de los soldados muertos en la guerra recibieron una pensión, hubieran estado casadas o no; se prohibió la prostitución, se puso en marcha la igualdad salarial, se facilitó el divorcio y se reconoció el derecho a la educación de las mujeres.

Aunque se les negaron puestos de responsabilidad, muchas mujeres se organizaron y participaron activamente en la Comuna, está el caso por ejemplo de Louise Michel, militante anarquista que estuvo en primera línea durante toda la experiencia revolucionaria. Ya el 18 de marzo, mantuvo una línea correcta al afirmar que la ofensiva revolucionaria debía proseguir hasta Versalles. Incluso se ofreció a matar a Adolphe Thiers, jefe del gobierno burgués atrincherado en Versalles. Con la ventaja de la retrospectiva histórica, hoy sabemos que si los comuneros hubieran atacado Versalles como deseaba Louise Michel, sin duda habrían podido ampliar la zona de influencia de la revolución. Así, poco después de la Comuna de París, Friedrich Engels, teórico revolucionario y camarada de Karl Marx, escribió: «¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad de pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella?»1 Friedrich Engels, De la autoridad, 1873. [Nota de la traducción].

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La Communarde Louise Michel.

Gracias a su participación en una lucha dentro de la Comuna de París por sus derechos, las mujeres obtuvieron el 10 de mayo de 1871 el derecho a crear sindicatos femeninos para la organización del trabajo de las mujeres. Un mes antes, se creó la Unión de Mujeres para la Defensa de París y el Cuidado de los Heridos, que posteriormente pasó a llamarse Unión de Mujeres. Esta organización, una de las primeras en reivindicarse abiertamente como “feminista de masas”, luchó principalmente por la igualdad salarial y el derecho a organizarse en el trabajo. Con estas reivindicaciones, las mujeres atacaban directamente el sometimiento que sufrían a manos de los hombres. Las mujeres también participaron masivamente en los clubes políticos, que se convirtieron en organizaciones de barrio. Consciente de que la lucha por la emancipación de la mujer también implicaba la educación, la Unión de Mujeres formó a maestras para que sustituyeran a las monjas en la labor de educar a los niños. Así, la religión fue atacada, y si antes de la Comuna la Iglesia era uno de los principales lugares de sociabilidad para las mujeres, éstas, por su inversión en la vida política a través de los clubes y la Unión de Mujeres, cambiaron este estado de cosas y crearon una nueva sociabilidad que no dependía de las instituciones religiosas.

Hasta el último día de la Comuna, el 28 de mayo de 1871, las mujeres participaron activamente en la vida política, en la organización de la sociedad, en la producción y en la defensa de París, a pesar de que la mayoría de estos papeles les eran negados. De hecho, antes de la Semana Sangrienta, sólo una legión de mujeres fue autorizada por el gobierno de la Comuna, pero su función no era luchar. Así, aunque las mujeres podrían haber proporcionado a la Comuna una fuerza militar considerable para repeler al enemigo de Versalles, los viejos reflejos sexistas, heredados del sistema que la Comuna deseaba barrer, llevaron a muchos hombres a rechazar la participación militar de las mujeres. Sin embargo, las mujeres no cedieron, se organizaron y acudieron a las barricadas para defender París durante toda la Semana Sangrienta junto a los hombres proletarios. Más de 4000 de ellas fueron masacradas por las tropas de Versalles del 21 al 28 de mayo de 1871.

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Una Communarde defendiendo una barricada. París, 1871.

Si las mujeres participaron tanto en la Comuna es porque tenían todo el interés en hacerlo. De hecho, incluso hoy en día, las mujeres proletarias son doblemente explotadas: el patriarcado les asigna las tareas domésticas. En la mayoría de los hogares, son las mujeres las que se ocupan de las tareas del hogar: cocinan, cuidan de los niños, etc. Normalmente, las mujeres combinan estas tareas con sus trabajos y, por tanto, trabajan una doble jornada. Por supuesto, esto no concierne a las mujeres burguesas que, por pertenecer a la burguesía, no sólo no sufren la explotación capitalista, sino que pueden pagar a las mujeres proletarias para que hagan las tareas del hogar, cuiden de los niños, etc.

Así que, hoy, como hace 150 años, las mujeres tienen todo por ganar si se rebelan, si participan activamente en los movimientos revolucionarios. Lo vimos durante la Comuna de París: si la clase obrera se rebela, las mujeres ganan derechos, obtienen una mejora concreta de sus condiciones. Pero también hemos visto que esto no es suficiente, para conseguir su plena emancipación, las mujeres deben poder participar en la dirección de la sociedad para barrer todas las viejas ideas reaccionarias y sexistas heredadas del viejo sistema capitalista. Durante la Comuna de París, las tareas de dirección les fueron negadas a las mujeres, pero lucharon durante toda la experiencia revolucionaria para obtener los mismos derechos que los hombres.

Hoy en día, las mujeres siguen teniendo que luchar, sin embargo, la situación ha cambiado gracias a décadas de movilizaciones de las mujeres proletarias. Así, en todo el mundo, las mujeres, gracias a su incesante lucha, han podido acceder a puestos de dirección dentro de los principales movimientos revolucionarios. Este fue el caso, por ejemplo, de Augusta la Torre, número 2 del Partido Comunista de Perú hasta su muerte en 1988, o de Anuradha Ghandy, líder revolucionaria india fallecida en 2008.

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Actualmente, en Filipinas, las mujeres están al frente de la lucha revolucionaria, especialmente en el New People’s Army (Nuevo Ejército Popular).

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