Disolución de la Primera Internacional.
En el verano de 1869 la Asociación Internacional de los Trabajadores realizó el Congreso de Basilea, en el cual se discutió a profundidad un tema que en 1868 el Congreso de Bruselas ya había mencionado: el problema de la socialización de los medios de producción. Los marxistas (adversarios de la propiedad privada sobre los medios de producción) dejaron completamente destrozadas en el campo de batalla teórico, las teorías de Proudhon. Tomó fuerza entonces otra tendencia adversa al marxismo, la representada por el ruso Miguel Bakunin: el anarquismo.
En Basilea, la tendencia anarquista no mostró su verdadera cara, sino que se presentó como abanderada de la lucha contra el derecho de herencia y desvió la atención hacia el reclamo al alemán Liebknecht por su crítica demoledora contra la actividad de Bakunin en la Liga (burguesa) de la Paz y la Libertad,(la cual abandonó en el congreso de Berna en 1868, siendo miembro de su Comité Central), denunciándole su vieja concepción burguesa paneslavista de privilegiar la unidad nacional de los eslavos sobre la unidad de los obreros como clase. Esa crítica fue publicada en el órgano central de un nuevo Partido, que alrededor del programa de la Internacional, fundaron los marxistas dirigidos por Liebknecht y Bebel en el Congreso de Eisenach, luego de una victoriosa batalla contra las ideas del lassalleano Schweitzer.
El pasaje de una carta de Bakunin a Marx, ilustra sobre cómo, el padre del anarquismo «vendía carne de perro con piel de cordero»: «Desde el adiós público y solemne que en el congreso de Berna he dado a los burgueses, no conozco otra sociedad ni otro medio que el mundo de los obreros. Mi patria será en adelante la Internacional, de la que tú eres uno de los principales fundadores. Ya lo vez, amigo mío, soy tu discípulo y estoy ufano de serlo». Sin embargo, en los hechos, Bakunin no ingresa a la Internacional, sino que funda su propia Alianza Internacional de la Democracia Socialista en 1868, y pide su ingreso a la Internacional, en calidad de asociación aparte con programa y estatutos propios. Desde luego el Consejo General rechazó la petición, condicionándola a que se disolviera la Alianza, lo cual fue aceptado de palabra por Bakunin quien la disolvió oficialmente, pero mantuvo secreta la organización para apoderarse de la Internacional. De tiempo atrás Bakunin en contraposición a Marx (a quien criticaba por «sobreestimar» la importancia de la clase obrera), argumentaba que eran los intelectuales y estudiantes (representantes de la democracia burguesa) y especialmente los desclasados (el lumpen), el elemento más revolucionario de la sociedad.
Sin embargo, tal apreciación fue negada por la experiencia de la Comuna de París, triunfo obrero que aterrorizó a la burguesía, no solo de Francia sino de toda Europa, quien con saña cobró venganza sanguinaria contra ese intento de establecer la dictadura del proletariado. Así, la Primera Internacional «haciéndose cargo de la herencia de la Comuna, con todo su activo y su pasivo, sin beneficio de inventario» se convirtió en el blanco de la cobarde persecución de los gobiernos burgueses, y fue cubierta de infamia por la gran prensa reaccionaria. A este ataque burgués contra la organización internacional de la clase obrera, se le sumó un enemigo en las propias filas de la Internacional: los anarquistas, quienes (además de ser maestros en la intriga) sólo veían en la experiencia de la Comuna un ejemplo negativo, y de hecho se convirtieron en sus capituladores y declarados enemigos del comunismo científico (del marxismo) cuya conclusión respecto a la experiencia de la Comuna fue diametralmente opuesta: «después de la Comuna no sólo la teoría, sino también la práctica evidenciaron claramente que para realizar transformaciones socialistas hay que tener por fuerza un sólido poder político de la clase obrera, poder que no puede tomarse sin contar esta con su propio partido político».
Se realiza entonces la ya referida Conferencia de Londres en 1871, en la cual, además de la derrota teórica de las ideas anarquistas opuestas a toda lucha política por parte del proletariado y a su organización como clase para conquistar el poder político, también se prohíbe la organización de sociedades separatistas especiales con programas propios dentro de la Internacional. De nuevo los anarquistas «confiesan» públicamente la disolución de su Alianza, proponen transformar la Internacional en una «Asociación Internacional de Sindicatos, ajena a la política», y se declaran en rebeldía contra el Consejo General a quien acusaban de haber impuesto a la Internacional el dogma de «la necesidad de un partido para que el proletariado pudiera conquistar el poder político», solicitando la realización de un Congreso para zanjar definitivamente la divergencia. El Congreso en efecto se realizó en La Haya, del 2 al 7 de septiembre de 1872, sin la presencia de Bakunin, pero sí con la de Engels y Marx quien por primera vez asistía a un Congreso de la Internacional; en él, la lucha de tendencias comenzó con la discusión sobre la validez de cada delegado y de cada mandato (representación), lo cual ocupó los tres primeros días.
En este Congreso se solidificaron aún más las bases ideológicas y orgánicas del partido obrero, que ya habían sido establecidas por la Conferencia de Londres; se concluyó que la Alianza de los anarquistas seguía existiendo en el seno de la Internacional, y se decidió por Resolución, excluir a sus dirigentes inspiradores Bakunin y Guillaume.
Los marxistas, ateniéndose a la realidad, que señalaba en primer lugar, el cumplimiento por la Internacional de su propósito inicial (elevar el nivel de conciencia de la clase obrera y movilizarla como un gran ejército), y la llegada del momento en que el proletariado debía dirigir sus esfuerzos hacia la creación y fortalecimiento de partidos obreros independientes en cada país. Y en segundo lugar indicaba que, en Francia la derrota de la Comuna de París en 1871 y la consiguiente persecución a los comunardos sobrevivientes, a quienes la burguesía les imputaba como crimen el sólo hecho de pertenecer a la Internacional, resquebrajó el apoyo directo y material del proletariado francés; en Alemania también Bismarck desató una violenta persecución contra los afiliados a la Internacional, encarcelando a Liebknecht y Bebel por protestar contra la anexión de las provincias francesas de Alsacia y Lorena, y por solidarizarse con la Comuna; en Inglaterra donde la burguesía aprovechó en beneficio propio la guerra de 1870 entre Alemania y Francia, a tal punto que pudo maniatar la conciencia de los dirigentes tradeunionistas favoreciéndoles sus bolsillos al colocar legalmente a su disposición las cajas sindicales, además, porque a la burguesía inglesa le interesaba utilizar a los propios caudillos sindicales para frenar el poderoso movimiento huelguístico desatado por la conquista de la jornada de nueve horas, y bien se sabe que cuando los capitalistas logran aburguesar paulatinamente a los dirigentes sindicales, éstos terminan odiando las huelgas tanto o más que la propia burguesía, y repudiando a los revolucionarios como lo hicieron los dirigentes sindicales ingleses al pedir un voto de censura contra Marx por haberles denunciado su corrupción…todo lo anterior unido al feroz ataque burgués contra la Internacional por las acciones de La Comuna, ocasionó la separación de la sección inglesa.
En consideración a estas razones, era muy difícil sostener la residencia del Consejo General en Europa, por lo cual Engels propuso, y fue aceptado con mucho dolor por los delegados al Congreso, trasladar el domicilio del Consejo General a Nueva York, pues allí existían condiciones más favorables, y es desde esta ciudad, donde en 1876 el Consejo General, anuncia el fin de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Al culminar el Congreso de La Haya, Marx exclamó: «Por lo que a mí se refiere, proseguiré mi obra, trabajaré sin fatiga para establecer esta solidaridad fecunda para el porvenir entre todos los trabajadores. Yo no me marcho de la Internacional, y el resto de mi vida estará consagrado, lo mismo que mis esfuerzos pasados, al triunfo de las ideas sociales, que conducirán, tarde o temprano, a la victoria del proletariado en todo el mundo».
El Papel Histórico de la Primera Internacional
Ha ocurrido en la historia del Movimiento Obrero Mundial, que cuando es derrotada una revolución, o cuando cesa su vida útil una organización, como fue la Internacional, siempre surgen dos grandes interpretaciones del proceso: una (inspirada por la burguesía, y acolitada por la pequeña burguesía y el oportunismo) dictamina que la derrota o el acabose de la organización constituyen la «derrota total y absoluta» y demuestran que «el socialismo y el comunismo no tienen perspectiva»; la otra valoración es la del proletariado, que a través de su historia ha tenido que aprender más de sus derrotas que de sus victorias, y que se rige por la lógica «de derrota en derrota, hasta la victoria final».
Así sucedió con la disolución de la Primera Internacional: para la burguesía, los intelectuales pequeñoburgueses, los aburguesados dirigentes tradeunionistas y los anarquistas, significó el fracaso del socialismo científico, de la lucha política del proletariado y de su organización de clase; para todos ellos, fue una experiencia inútil, que no dejó nada. Esa fue la valoración metafísica y burguesa de la Internacional.
En cambio para los marxistas y el proletariado, la disolución de la Internacional fue parte de su proceso dialéctico de transformación «en Partidos más o menos organizados dentro de las fronteras nacionales, forman otros tantos grupos internacionales, no ya secciones aisladas, diseminadas acá y allá por los distintos países y mantenidas en cohesión en su periferia por un Consejo General; son las masas obreras mismas las que mantienen un intercambio constante, activo, directo, entroncadas unas con otras, por el trueque de ideas, la ayuda mutua y los fines comunes…Es decir, que la internacional lejos de morir, no ha hecho más que pasar de su primer ensayo a una fase más alta, donde sus primitivas tendencias han encontrado, en parte al menos, realización. Y todavía habrá de sufrir no pocas transformaciones en el transcurso de su evolución progresiva, hasta llegar a escribir el último capítulo de su historia» (Marx).
Para comprender mejor el papel histórico desempeñado por la Primera Internacional, son de especial interés las cartas que Federico Engels dirigió a Augusto Bebel el 20 de junio de 1873, y a Adolph Sorge el 12 de septiembre de 1874.
En resumen, la Asociación Internacional de los Trabajadores propinó enormes derrotas teóricas a las diversas corrientes del socialismo utópico y de los «sistemas impuestos desde afuera» a la sociedad, promovidos dentro del movimiento obrero por los ideólogos pequeñoburgueses. Difundió la teoría del socialismo científico en el movimiento obrero, sobre todo de los países donde el capitalismo tenía mayor desarrollo. Enseñó al proletariado internacional la táctica marxista de lucha, guiándolo para que en su propia experiencia aprendiera a utilizar adecuadamente sus formas de lucha y de organización. Abonó el terreno para la creación de partidos proletarios independientes y revolucionarios en cada país, tal como sucedió en Austria (1874), en Dinamarca (1876), en Bélgica y España (1879), en Francia y Hungría (1880), en Inglaterra (1881) y en Polonia e Italia (1882).
Llegamos así, al final del pasaje de estas Memorias dedicado a la Asociación Internacional de los Trabajadores, la primera organización proletaria verdaderamente internacional y verdaderamente al servicio de su lucha de clase, porque le trazó el camino y creó los cimientos.
«Bien es cierto que la Internacional tan sólo vivió 9 años, pero la unión eterna que estableció entre los proletarios de todos los países vive todavía y subsiste más fuerte que nunca…La clase obrera de 1874, cuando la Internacional dejó de existir, era muy distinta de la de 1864, en el momento de su fundación». (Federico Engels)
«La I Internacional echó los cimientos de la lucha proletaria internacional por el socialismo»(Vladimir I. Lenin)
[Próxima entrega: El Capital]