Se cumplen 113 años de la proclamación del Día Internacional de la Mujer por parte de la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague en 1910.
Desde hace 113 años las mujeres revolucionarias nos ilustran sobre la necesidad y la importancia de la emancipación política del sexo femenino y cómo debemos aprovechar todas las oportunidades para impulsar la liberación total, la emancipación de todo tipo de opresión (económica, social y política) que sobre la mujer ejerce la dictadura burguesa. De allí se desprende el carácter revolucionario del 8 de marzo.
A inicios del siglo XX, como ahora, la crisis económica del capitalismo y la guerra imperialista eran una pesada carga puesta sobre los hombros del proletariado y, por supuesto, caía con mayor agudeza sobre las mujeres de la clase obrera, por lo que se hizo más urgente y necesario organizar una la lucha radical por la defensa de la vida de las masas oprimidas, y para ello fue fundamental la guía de las ideas socialistas.
Fue la ideología socialista la que permitió que las mujeres comprendieran que el origen de su opresión surgió con la propiedad privada. Que desde que la sociedad se dividió entre explotadores y explotados, la figura masculina se impuso sobre la mujer, condenándola a la explotación y la opresión no solo de los patrones, sino también de los hombres que ejercen el rol del patrón en el hogar; y fue la ideología socialista la que ha permitido comprender que para poner fin a la opresión de la mujer se debe acabar con la propiedad privada sobre los medios de producción.
También fueron las ideas revolucionarias de las mujeres socialistas de 1910 las que ayudaron a dotar a todo el movimiento obrero en general, y al movimiento femenino en particular, de la fuerza y la organización necesaria para conquistar el poder y a través de Estados obreros y campesinos obtener grandes conquistas que acercaron a la mujer a una auténtica liberación, tal como ocurrió en países socialistas como la URSS y China.
Con la revolución bolchevique, por ejemplo, se reconocieron todos los derechos políticos para las mujeres, se eliminaron los derechos de los maridos sobre sus esposas, se estableció el matrimonio civil y se facilitó el divorcio. Así mismo, se prohibió el trabajo nocturno y pesado para mujeres embarazadas; se estableció un sistema de salud totalmente público, se crearon clínicas especializadas para la maternidad y se garantizó el derecho al aborto legal y gratuito en todos los hospitales del Estado. No obstante, con la derrota temporal del socialismo en estos países, el capitalismo extendió su sed voraz para intentar prologar su existencia, descargando sus garras sobre los oprimidos.
Hoy, el mundo se enfrenta a una terrible situación: crisis políticas y conatos de guerra imperialista; crisis económica, social, ambiental… El capitalismo se encuentra en un grado de descomposición mucho más crítico por lo que toda su ideología conservadora, retrógrada y reaccionaria se descarga con gran hostilidad contra las mujeres e impide el desarrollo del arte, la ciencia, la cultura y, en general, de todos los aspectos de la sociedad.
En diferentes rincones del mundo se niega a la mujer la posibilidad de mostrar su rostro, su cabello y su cuerpo, se le prohíbe estudiar, casarse y construir una familia con quien ella quiera, se la criminaliza por abortar… además, se la somete a mayor desempleo, a brechas salariales completamente injustas, despidos en masa, horarios y jornadas laborales matadoras, acoso laboral y sexual por parte de los patronos, pocas oportunidades de ascenso y violación de todos los derechos laborales, etc.
Como si esto fuera poco, se suman las dantescas cifras de maltrato físico, psicológico, violaciones y asesinatos en contra de las mujeres y las infancias. Toda una exacerbación de la violencia machista que se corresponde con la etapa de crisis y degradación del sistema económico capitalista.
Para poner fin a esta violencia contra la mujer, el movimiento femenino debe disponerse a hacer la revolución junto al proletariado, luchando contra esa ideología que ve a la mujer obrera, no solo como una mercancía y mano de obra al servicio de los capitalistas al igual que el hombre, sino que también hace del cuerpo de la mujer y de su sexualidad una mercancía y una fuente de riqueza.
Hacer realidad la emancipación de la mujer exige vincularse a las tareas de la revolución; que las mujeres proletarias se organicen en torno a unos principios anticapitalistas y socialistas, que pongan como blanco de su lucha la destrucción de la propiedad privada; organizarse en torno a unos principios y una plataforma que movilice políticamente a las mujeres trabajadoras oprimidas del campo y la ciudad para que luchemos no solo contra las consecuencias sino, y principalmente, contra las causas profundas de la opresión y contra todas las manifestaciones de violencia que engendra la ideología machista.
Requerimos organizaciones dispuestas a promover la educación política y la movilización revolucionaria de las mujeres del pueblo, no solo para frenar la violencia psicológica, física y sexual con que se nos ataca, sino también, para luchar por derechos en materia laboral y económica.
Necesitamos organizaciones de mujeres que se diferencien de aquellos movimientos femeninos reformistas que pasan por alto que este Estado representa los intereses de los explotadores y opresores; necesitamos un movimiento femenino que tenga claro que no son los dueños de los medios de producción los que por medio de reformas instituirán la emancipación de la mujer; esto es desconocer que la verdadera emancipación solo es posible de la mano de quienes están interesados en destruir la propiedad privada.
Debemos luchar por construir un Movimiento Femenino Revolucionario (MFR) que se vincule conscientemente a la lucha por las reivindicaciones más urgentes de las mujeres como parte de toda la clase obrera; que su accionar sea a través de la lucha directa y en las calles como el método principal para obtener sus conquistas. Un movimiento femenino que, por lo tanto, contribuya conscientemente en las tareas de una revolución en Colombia, de la mano del Partido de la Clase obrera. Sea pues, este 8 de marzo un día para recordar las palabras de la camarada Clara Zetkin: Este es nuestro llamamiento para usted en una hora en la que el proletariado está luchando con la vida y la muerte, un llamamiento a todas las mujeres trabajadoras, todas las amas de casa y madres, independientemente del credo político o religioso: ¡Recuerden que todas somos compañeras en la miseria! ¡Unámonos! Salgamos de los retiros donde contemplamos el martirio, revelemos las heridas ante los ojos del mundo capitalista, borracho de victoria temporal. Proclamemos nuestras demandas. Fortalezcamos nuestra voluntad de luchar por estas demandas. Enfrentemos la furiosa codicia por las ganancias y los ataques de los capitalistas con nuestras propias demandas.