En estos días conocí un video sobre la intervención de un jurista criticando el uso de la palabra feminicidio, mientras tanto, las masas, sobre todo mujeres, marchaban contra este crimen a finales del año pasado en Latinoamérica. Aduciendo al uso del término como una separación exagerada entre el asesinato de un hombre y el de una mujer, el jurista llegó incluso a argumentar que su uso llevaba a “valorar más la vida de una mujer sobre la de un hombre” y reivindicó el término homicidio para ambos casos.
Hablando de “sexismos estúpidos” y de negarle al hombre el ser varón, además de decir que éste no tiene como defenderse, habló el jurista ante el uso del término y apelando a la defensa leguleya del mismo, manifestó que la ley tipifica tanto los agravantes como los atenuantes ante el asesinato de una mujer. Este asunto refleja lo máximo a lo cual puede llegar la legislación burguesa, como lo demostraron los casos de Rosa Elvira Cely, violada, empalada y asesinada y el de Natalia Ponce de León, víctima de agresión con ácido y de tantas más asesinadas y agredidas en esta sociedad. Es decir, como bien lo sostenemos los comunistas revolucionarios, la ley burguesa apenas puede llegar hasta la igualdad jurídica y formal para la mujer, pues solamente con la transformación de la sociedad al comunismo es que puede alcanzarse la igualdad entre el hombre y la mujer en los hechos.
Y es que en realidad, preguntarse siquiera si es correcto o no el uso del término, amerita explicar a profundidad un hecho histórico: la verdad acerca de la contradicción que surgió entre el hombre y la mujer con las sociedades divididas en clases. Es decir, después del comunismo primitivo, con la primera gran división de la sociedad en clases, la mujer fue relegada a la cocina y a ser la esclava sexual del hombre cuando se creó un excedente de producción que sobrevino por primera vez con el desarrollo de las fuerzas productivas en aquella época. Es decir, no es una separación arbitraria, ni de hoy como pretende hacer creer el jurista, sino un hecho histórico producto del desarrollo de las fuerzas productivas, del desarrollo social.
Durante el comunismo primitivo, fue necesaria la vida en común, pues la humanidad -como lo expresó Federico Éngels- “recién salida de la animalidad», necesitaba protegerse de los animales salvajes, además que no podía más que producir a diario su sustento, lo cual se veía reflejado en todas las relaciones al interior de esta sociedad, incluidas las relaciones sexuales, donde fruto de ellas y por su condición biológica, se sabía quién era la madre pero no quien el padre de esos hijos. Por esta condición, la de tener los hijos, la de dar la vida, la mujer era considerada y querida especialmente, siendo ella quien decidía los asuntos de la sociedad.
Producto del desarrollo social que sobrevino con el de las fuerzas productivas, la sociedad también avanzó aún más en el sentido que las mujeres ya lo venían haciendo, pues ellas mismas por instinto, habían comenzado a seleccionar con quienes convivían y con quienes no, dejando de hacerlo con los hombres más cercanos (padres, hijos, hermanos). Hecho que con el nuevo desarrollo social avanzó aún más cuando los hombres, interesados en que fueran sus hijos quienes heredaran el excedente de producción del cual ellos se habían apropiado, necesitaban saber cuáles eran sus hijos, con lo cual se impuso la monogamia para las mujeres aun cuando ellas mismas ya venían dando ese paso, mientras tanto los hombres, como parte de la opresión a la mujer que surgió con este desarrollo social, siguieron practicando la poligamia.
Y mientras, la sociedad avanzaba en todo sentido excepto frente a la condición de la mujer, pues de aquella época a nuestros días median dos estadios sociales más, caracterizados por la opresión contra ellas, quienes tiene que luchar a brazo partido para avanzar en cualquier aspecto de la vida social y política cuando no mueren en el intento, siendo asesinadas por querer cambiar tales costumbres transformando su propia vida. El esclavismo y el feudalismo hicieron parte de ese desarrollo social que mientras lograba épocas de esplendor, se sometía cada vez más a la mujer. En la sociedad actual, el capitalismo y más aún en su fase final, el imperialismo, la contradicción entre el hombre y la mujer al igual que todas las contradicciones propias de esta sociedad, se agudizan cada vez más.
Siendo esta una sociedad que no tiene más para ofrecer sino superexplotación y oprobio para todos los explotados y oprimidos; para el caso de la mujer apenas alcanza su igualdad formal respecto al hombre, pero en los hechos, las mujeres seguimos siendo sometidas a peores salarios respecto a los hombres, a ser esclavas y objetos sexuales, donde nuestro cuerpo no es más que una mercancía y, seguimos siendo las únicas que además de ser víctimas de abusos, violaciones y asesinatos, somos a la vez culpables. Para que la mujer sea verdaderamente reivindicada por tantas vejaciones y tanto oprobio es necesario transformar completamente las relaciones sociales de producción. Solamente cuando el proletariado abra el camino de la revolución social, del socialismo y el comunismo, la mujer podrá lograr su desarrollo integral, pues su transformación exige acabar con la explotación del hombre por el hombre. Tal es la importancia que tuvo el desarrollo de la sociedad en manos del proletariado. El desarrollo social alcanzado en Rusia y China, gigantescos y magníficos ejemplos de lo que puede alcanzar la sociedad a todo nivel, demostraron, en los hechos, especialmente lo que manifestaban los maestros del proletariado, que no puede darse la liberación de la mujer sin la liberación de toda la sociedad.
Como se puede ver, el término “feminicidio”, es preciso, exacto, pues reivindica el peor sufrimiento al cual es sometida la mujer por el simple hecho de ser mujer y muchas veces por nimiedades domésticas, las mismas que la anulan, la humillan, la atan y no la dejan avanzar. De ahí que el proletariado, en lugar de ver una separación artificial entre el hombre y la mujer, desde la comprensión del hecho histórico y en movimiento, llama a los hombres y mujeres del proletariado a unirse y luchar hombro a hombro por el socialismo hasta el comunismo, cuando el proletariado acabe con la explotación del hombre por el hombre, cuando la ganancia deje de estar al mando y la humanidad alcance el comunismo, habremos avanzado a la emancipación definitiva de la mujer.
Una camarada.