La Asociación Internacional de los Trabajadores (Primera Internacional), fundada el 28 de septiembre de 1864, nació en Inglaterra, cuna del capitalismo industrial, donde surgieron los principales instrumentos de la lucha económica y la educación política proletaria contra la clase capitalista: los sindicatos. Tuvo como objetivo mancomunar y llevar a un mismo cauce los esfuerzos de la clase obrera de los distintos países en la lucha por su emancipación, y marcó un hito trascendental no solo para la lucha de la clase obrera en general, sino también para la defensa de los derechos de las mujeres, los niños y el acceso universal a la educación.
Esta combativa organización, en la que participaron delegados de diferentes países y corrientes ideológicas, fue el primer intento serio de unir a los trabajadores del mundo en un movimiento colectivo, internacionalista y revolucionario.
Bajo la dirección del camarada Carlos Marx, la Primera Internacional destacaba la importancia de la organización obrera y la solidaridad internacional, y subrayaban la necesidad de incluir en esta lucha a las mujeres y a los niños, quienes sufrían condiciones de explotación particularmente atroces en las fábricas del siglo XIX. El trabajo infantil era común en las fábricas, donde niños de tan solo 9 años realizaban largas jornadas en ambientes peligrosos y poco salubres. Asimismo, las mujeres enfrentaban explotación en sectores industriales que aprovechaban su mano de obra barata y la relegaban a trabajos mal remunerados.
Este compromiso con la defensa de los niños y las mujeres marcó una diferencia significativa en las luchas de la época, ya que puso en el centro de la discusión la idea de que la emancipación de la clase trabajadora debe contemplar todas las formas de opresión, y que la mujer proletaria debe luchar mano a mano con el hombre de su clase contra la sociedad capitalista.
La Primera Internacional también destacó el papel de la mujer en la lucha obrera, reconociendo que su liberación era una parte indispensable de la emancipación general de la clase trabajadora. En un contexto en el que las mujeres sufren una doble explotación –como trabajadoras y como mujeres dentro de una sociedad machista–, la AIT abogó por la inclusión de las trabajadoras en las organizaciones obreras, por la defensa de sus derechos y por el reconocimiento de que la igualdad debe ser un componente integral de la lucha de clases.
Marx y los líderes de la Internacional entendían que la lucha por los derechos de las mujeres no podía separarse de la lucha por el socialismo; que la emancipación de la clase obrera, para ser completa, debe incluir la emancipación de las mujeres de las estructuras capitalistas que las esclaviza tanto en el lugar de trabajo como en el hogar.
En los Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores, Marx enfatizó la necesidad de limitar la jornada laboral, admitir el trabajo nocturno sólo en casos excepcionales de ciertas industrias especificadas por la ley y suprimir por completo el trabajo nocturno para mujeres y niños; ello, para proteger la salud física de estos sectores de la clase obrera y asegurar que pudieran acceder a oportunidades de desarrollo intelectual y social. Uno de los postulados centrales de la AIT era proteger a las jóvenes generaciones de los efectos destructivos del sistema capitalista que al trabajo lo ha deformado en una abominación, por ello Marx propuso que se dividiera a los niños en diferentes grupos de edad (9-12, 13-15 y 16-17 años), estableciendo límites estrictos sobre las horas de trabajo y conjugando su empleo con la formación mental, los ejercicios físicos y la enseñanza politécnica.
Los líderes de la AIT, con Marx a la cabeza, consideraban que la educación era una herramienta clave para la emancipación de la clase trabajadora. No se trataba solo de liberar a los obreros de la explotación económica, sino también de dotarlos de los medios para comprender el mundo en el que vivían y actuar sobre él. En este sentido, la AIT promovía una educación que no solo fuera técnica o profesional, sino que también incluyera el desarrollo de una conciencia crítica.
La combinación de trabajo y educación era vista por Marx como una forma de preparar a la clase obrera para asumir el control de su destino. En palabras del propio Marx: «la combinación del trabajo productivo retribuido, la formación mental, los ejercicios físicos y la enseñanza politécnica pondrá a la clase obrera muy por encima del nivel de la aristocracia y la burguesía». Este enfoque integral de la educación fue una de las primeras propuestas serias para un sistema educativo que vinculara el aprendizaje con la práctica, preparando a los trabajadores no solo para un empleo, sino para una participación activa en la transformación de la sociedad.
Como podemos ver, el legado de la Primera Internacional en la defensa de los derechos de los niños, las mujeres y la educación sigue siendo relevante en la actualidad. En un mundo donde las luchas siguen estando fragmentadas, el 160 aniversario de la AIT nos recuerda la importancia de una visión completa de la emancipación.
La AIT fue una organización que reconoció la importancia de combatir el sistema actual que lleva al pauperismo al subordinar el trabajo al capital y de luchar mancomunadamente en todo el mundo a fin de convertir la producción social en un sistema armónico y vasto de trabajo cooperativo. La Primera Internacional, en su compromiso con la defensa de todos los sectores de la clase obrera, nos dejó un ejemplo de cómo una lucha verdaderamente revolucionaria debe ser integral y universal.