En Guatemala literalmente ardió la llama de la rebeldía de un puñado de niñas, de mujeres que se cansaron de ser violadas y agredidas física y sicológicamente por parte del Estado de dicho país centroamericano. El pasado 8 de marzo, un grupo de niñas se sublevaron contra la opresión a la que estaban sometidas en uno de los albergues al cual llevan niños abandonados y jóvenes que cometen alguna violación a la ley de los ricos.
El albergue mixto, que lleva el falsario nombre de Hogar Seguro Virgen de la Asunción se vio envuelto en llamas después de un motín ocasionado por las constantes violaciones sexuales que cometían los funcionarios y otras autoridades del gobierno en contra de los niños y niñas. Tanto las violaciones como los motines eran comunes allí.
Este albergue ya tenía un oscuro historial: en diciembre la justicia había condenado al Estado de Guatemala por los abusos. En el papel, la justicia obligaba a ampliar las instalaciones, a contratar más personal, a mejorar el funcionamiento y a despedir a los trabajadores señalados de cometer abusos sexuales y de violencia… como todo en la ley burguesa, letra muerta, formalidad leguleya que la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia se negó a cumplir.
El 7 de marzo, adolescentes de ambos sexos se enfrentaron a los funcionarios abusadores. Por la intensidad de los enfrentamientos los administradores del Hogar se vieron obligados a abrir las puertas y de inmediato muchos de ellos lograron escapar. Sin embargo, una orden del asesino presidente, Jimmy Morales, hizo que la policía permaneciera en el lugar y los recapturara. «A los adolescentes (recapturados) les dieron palizas y a las adolescentes las manosearon. Con excesiva violencia», relató una de las sobrevivientes. Y continúa: «Después de las palizas y los abusos, los policías los separaron; a los niños y adolescentes los encerraron en el auditorio y a las niñas y adolescentes en un espacio que algunos describen como ‘la escuela’ y otros como ‘el taller’». Entre las 2 y las 8 de la mañana del 8 de marzo «entre 52 y 60 niñas y adolescentes fueron encerradas bajo llave en ‘la escuela’, sin posibilidad de usar los sanitarios después de una jornada turbulenta».
Ante el desespero de las niñas, una de ellas empezó a quemar colchones, con la intención de presionar a la Policía para que abriera las puertas. Sin embargo, esto nunca sucedió. A pesar de que golpeaban la puerta y gritaban para que las dejaran salir, las puertas no fueron abiertas por los guardianes del orden burgués que cumplían la orden presidencial. Un menor dijo: «Como a las 8:30 (de la mañana del 8 de marzo) empezamos a oler a quemado y no sé ni cómo abrimos la puerta del auditorio (que también estaba bajo llave) para ir a ayudarlas porque se estaban quemando. Pero los policías no nos dejaron ayudarlas y nos empezaron a pegar. Nadie las ayudó y no nos dejaron ayudarlas». El saldo de este brutal encierro e incineramiento fue de 30 niñas heridas y 40 asesinadas, más que por el fuego, por la crueldad y sevicia del Estado y de sus policías, por atreverse a protestar contra la violencia sexual y sicológica a que eran sometidas.
La respuesta y solidaridad de las masas no se hizo esperar. El pueblo guatemalteco se reunió frente a la Casa Presidencial y al Palacio Nacional de Cultura, para protestar en contra de este crimen de Estado. La respuesta fue el envío de la policía para prevenir desórdenes, llamados hipócritas del gobierno a que se haga justicia y la destitución del director del Hogar, como si esto sirviera de algo. La profunda tristeza e indignación general de las masas guatemaltecas encontró eco en otros países, siendo de resaltar las valiosas protestas que en solidaridad, feministas organizadas de Panamá y obreros e intelectuales, realizaron frente a la Embajada de Guatemala bajo la consigna «¡Piqueteo por las niñas. Fue el Estado!», en el cual denunciaron tan aberrante crimen de Estado en contra de estas jóvenes mujeres, que merece el repudio de todas las masas del mundo.
Movimientos panameños salen a protestar por muerte de niñas en Guatemala. EFE
Justo el 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer ―como aquel de 1908 en Nueva York cuando el capitalista incendió la fábrica con las obreras encerradas, en represalia por lanzarse a la huelga― las clases parásitas de la sociedad, respaldadas por la fuerza del Estado y sus guardianes del orden burgués, arremetieron contra las mujeres más oprimidas de la sociedad, las más desvalidas y golpeadas por la sociedad burguesa.
Los comunistas revolucionarios de Colombia denuncian al Estado de Guatemala por asesinar a estas jóvenes, después de haberlas violado y maltratado por años, a través de sus funcionarios. Llaman a las mujeres del mundo a que se unan, se organicen junto con los demás trabajadores en su Partido Comunista Revolucionario y se rebelen contra todo tipo de opresión en su contra, poniendo como blanco de su lucha al podrido Estado burgués de cada país, que legitima los abusos en su contra, que no les cree cuando se atreven a denunciar y que protege a los victimarios con leyes que patrocinan la impunidad de los violentos machistas. Es necesario que hombres y mujeres del pueblo se rebelen contra el moribundo capitalismo imperialista, que en plena decadencia, ejerce la opresión más brutal contra las mujeres y los niños. Los explotados y oprimidos por el sistema deben enfilar baterías para incendiar y destruir el Estado de dictadura burguesa y sobre sus cenizas construir el Estado de Obreros y Campesinos, que le garantizará a la mujer ejercer realmente, y no solo en el papel como sucede hoy, todos los derechos que actualmente solo le son garantizados a una minoría parásita. Para acabar con la violencia contra de la mujer, es necesario erigir el Estado de Dictadura del Proletariado, en el cual no existirán ni los privilegios de clase ni de género, lo que acercará al máximo la igualdad jurídica y real entre el hombre y la mujer.